El monasterio de Moreruela era un viejo
cenobio de tradición hispánica que en principio estaba dedicado a Santiago, apóstol. Desde 1143, pertenece al noble, Ponce de Cabrera, quien impulsó a la comunidad
a que se afiliase al Císter.
Entre 1158, año en el que todavía figura
el monasterio dedicado a Santiago, y
1163, en el que una bula pontificia de Alejandro III lo declara bajo su
protección explicitando que pertenece a la orden cisterciense (ordo monasticus
qui secundum Deum et Beati Benedicti regulam et institutionem cisterciensium fratrum), se debió
producir el cambio. A partir de este momento, se inicia un importante período
de expansión económica que debió propiciar la construcción de la iglesia. Las
obras, tal como muestran las variantes estilísticas de los restos conservados,
se debieron prolongar ampliamente durante el siglo XIII.
Las ruinas del monasterio cisterciense de
Santa María de Moreruela nos permiten hacernos una idea de lo que debió ser la
monumentalidad de este edificio.Las grandes columnas de su presbiterio,
reducidas a la más absoluta simplicidad de sus formas canónicas, escapan a
cualquier tipo de encasillamiento estilístico. No corresponden al orden columnario
románico, ni al gótico; se diría que el autor que las proyectó ha dado con la
fórmula de la “atemporalidad” que
caracteriza la arquitectura que solo puede calificarse de clásica.
La fábrica de la construcción es
realmente soberbia, a base de grandes sillares de piedra cuarcítica. Las marcas
de cantero, numerosas y de variados trazos, saltan a la vista por doquier
aunque el visitante no intente prestar atención en ellas.
Planta
Originalmente, la iglesia fue un enorme
edificio de 63 metros de largo por 26 de ancho, entre los extremos del
transepto. Es decir, sus dimensiones son propias de una catedral.
Su planta estaba constituida por tres
naves de nueve tramos. La nave central era mucho más ancha que las laterales.
Un amplio transepto, relativamente bien conservado, se acusa en planta y
alzado. Por último, tenemos la inmensa y compleja cabecera constituida por
presbiterio y capilla mayor semicircular rodeada por girola de una nave que se
abre a siete capillas radiales de planta ultrasemicircular.
Una particularidad de la planta de la
iglesia de Moreruela es que se añadieron dos pequeños absidiolos en los muros
orientales del transepto, que no se acusan al exterior
.
Exterior de la iglesia
Cabecera
Exteriormente, la cabecera tiene una
armónica superposición de tres niveles.
El primero está compuesto por siete
pequeños ábsides o capillas radiales con vanos de iluminación de medio punto
sencillos y muy abocinados, rodeados por sendas parejas de contrafuertes
prismáticos. Constituye una excepción el absidiolo más septentrional que tiene
un ventanal moldurado sobre columnas.
El segundo nivel corresponde a la girola
que rodea el ábside central. Tiene ventanales con arquivolta baquetonada y
columnas, además de canecillos anacelados.
El tercer y último piso es el de la
capilla mayor, también con contrafuertes y ventanales. La cornisa es muy
hermosa con frisos de arquillos sobre ménsulas.
Transepto y puerta meridional
Los hastiales de los brazos del transepto
son un ejemplo de la monumentalidad y austeridad perseguida por los
cistercienses. En ambos hay un óculo en la parte superior, mientras que en el
sur también se añadió una pequeña y cuidada puerta.
Naves
Del cuerpo de las naves quedan los muros
exteriores recrecidos en el siglo XVI con una galería de ladrillo. Todavía se
aprecia perfectamente la altura original de las naves laterales al haberse
conservado los canecillos.
También se mantiene en pie la puerta de
los monjes, que comunicaba la iglesia y el antiguo claustro. Desde el interior
del templo tal puerta es un mero vano con arco de medio punto. Exteriormente,
la puerta muestra hechuras de similares características a la meridional de la
iglesia descrita anteriormente, aunque sin tímpano y peor conservada.
Interior de la iglesia
Cabecera
La cabecera constituye lo más interesante
del conjunto. El presbiterio surge en el centro sobreelevándose por encima del
anillo del deambulatorio y de las siete capillas tangenciales que se articulaban
sobre éste. Tan elevado número de absidiolas se aumentaba con dos más, una en
cada brazo del crucero. Los problemas de oscuridad que había en otras
construcciones de este tipo se solucionan aquí, en parte, con la colocación de
unas ventanas que iluminan el deambulatorio por encima de las capillas.
Los constructores de Moreruela, formados
en los usos arquitectónicos de su medio geográfico, realizaron una iglesia con
girola que debía tener sus capillas pegadas una
al lado de la otra, siguiendo la solución arquitectónica de Claraval II.
Sin embargo, es patente que el constructor no conocía el modelo borgoñón. Lo
lógico es suponer que monjes procedentes de la casa madre indicaran la idea de
tangencialidad de las capillas; el arquitecto se limitaría a interpretarla
según las formas de absidiolos y y su articulación a la girola que él conocía
tan bien en su área de trabajo.
El
deambulatorio no tenía prevista en el proyecto original su cubierta con bóveda
de crucería, estas se readapterían más tarde.
Transepto y naves
Los brazos del transepto han llegado
hasta nuestros días en estado muy desigual. Mientras que del meridional se
mantienen en pie sólo los muros oeste y el hastial, en el caso del brazo norte
el estado es mucho mejor, incluyendo el abovedamiento que es de medio cañón
apuntado con fajones.
Claustro
Contiguo al templo observamos el gran
solar del claustro, que tras la construcción medieval fue reformado
completamente en el siglo XVII y del que apenas se conserva parte del podium y otros restos menores. Las
dependencias que mejor han sobrevivido son las adosadas a la panda este y que
se corresponden con las tareas de los monjes: sacristía, sala capitular, hueco
de escalera de acceso al dormitorio de los monjes, pasillo de comunicación
entre el claustro y la huerta y la sala de los monjes.
Dependencias monásticas
Las habituales dependencias monásticas se
construyeron al norte de la iglesia.
Sala Capitular
Es una sala rectangular dividida en nueve
tramos originalmente abovedados y delimitados por pilares cuadrados con aristas
aboceladas. Se conserva bien los tres espacios orientales, mientras que el
resto se ha reconstruido en tiempos modernos atendiendo a sus formas
originales, pero diferenciando visualmente con facilidad lo auténtico de lo
postizo.
Texto: Carmen García. Santander
Fotos: Rosa G. Nieves. Madrid
Bibliografía:
Historia
del Arte de Castilla y León. Junta de Castilla y León
Enlace
internet:
www.arteguias.com
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