martes, 29 de abril de 2014

BREVE ESTUDIO DE LA ERMITA RUPESTRE DE SAN JUAN DE SOCUEVA

      En una paraje abrupto del valle cántabro del Asón y a poca distancia del nacimiento del río epónimo, se ubica uno de los pocos vestigios del patrimonio artístico altomedieval de la zona oriental de la región, Además, es un claro ejemplo, por desgracia, de la desidia y abandono de nuestro legado histórico-artístico por parte de los organismos competentes.
Ubicación de la ermita



      Aprovechando el voladizo calizo de una oquedad, al pie de un promontorio, se encuentra la ermita. Por lo tanto, no hubo necesidad de excavarla en la roca al situarse el emplazamiento en un terreno geológicamente kástico; a diferencia de los eremitorios e iglesias rupestres  de Valderredible, en el occidente de la región, a los que sí hubo que horadarlos.  

      Su datación se sitúa en el siglo IX, como una obra de los comienzos de la repoblación del sur de la cordillera cantábrica;  aunque algunos estudiosos lo adelantan a la época visigoda -postrimerías del VI o principios del VII- cuando el cristianismo empezó a extenderse por estos predios, tras la pacificación de los cántabros por el rey, Leovigildo.

Acceso al recinto

     La boca al recinto se cierra con un muro de mampuesto con portada adintelada, dando acceso a un atrio de madera en mal estado, del siglo pasado. La planimetría de la fábrica es rectangular para la nave y semicircular para la cabecera donde se sitúa un vano a modo de aspillera, siendo el muro meridional de mampostería y para el resto se aporvecha la roca de la cueva.

      En el interior,  la cobertura de la nave y el suelo de toda la ermita, éste irregular y ascendente hacia el ábside, son también los naturales de la cueva.

Atrio de la ermita

En su interior son tres los elementos a destacar:


Interior: nave y testero

1.- El arco triunfal en forma de herradura de influencia visigótica (?), en cuyo entorno se han encontrado restos de decoración pictórica a base de dibujos geométricos..

2.- El altar compuesto por un pedículo y una tabla de mesa cuadrada, de sección troncopiramidal. Cuando fue restaurado durante las labores de adecentamiento de hace unos años se descubrió, bajo el ara, una pequeña caja de reliquias.

3.- El ábside semicircular con bóveda de horno y que dispone de una venta rectangular de inspiración románica.

Capilla mayor


      Por último, su localización y acceso resultan algo complicadas por lo agreste del terreno. Se asciende desde la ermita de La Magdalena del barrio de Socueva, -distante 2 kilómetros del pueblo de Arredondo- hasta la fuente pública. A partir de aquí parte un sendero bastante empinado. Tras superar unos escalones toscos, se llega a las inmediaciones de la ermita.

Texto y fotos: Javier Pelaz

Bibliografia:

Regil y Alonso, M..: "Arco árabe en una cueva de la Provincia de Santander". Boletín de la Sociedad Española de Excursiones. !896.

Marcos, J.  y Bohigas, R.  et alli. "San Juan de Socueva. Acercamiento a una de las primeras manifestaciones del cristianismo en Cantabria". Santander, 1994



viernes, 25 de abril de 2014

El CORDERO, LOS ANCIANOS Y LOS CUATRO VIVIENTES*

 
 
      En la ilustración se trata de Alguien en un trono sentado, rodeado de un arcoiris parecido a la esmeralda y rodeado por veinticuatro Ancianos y el Tetramorfos. El Cordero, que se ve en el centro, está citado en el Apocalípsis (5,6), en donde se dice que está de pie entre el trono, los Ancianos y los Vivientes.
 
      Aparte del hecho de que los Ancianos son aquí someramente reducidos a ocho, toda la representación, como lo deseaba del resto la tradición iconográfica a la que se refiere, sintetiza por geometría espacial precisa y simplificada que, en Juan era visión onírica agitada y continuamente superpuesta.
 
       Esta reducción visual de la riqueza visionaria de un texto pensado de forma literaria y no pictórica, emerge con claridad en la representación de los Cuatro Vivientes, Como se observará, ellos no rienen cuatro alas, como lo requiere el texto de Juan, y son curiosamente colocados sobre una especie de rueda constelada de ojos.

Visión del Cordero, Tetramorfos y Ancianos del "Beato de Fernando I y doña Sancha"

 
      La rueda representa una especie del empobrecimiento de una imagen de la visión de Ezequiel,  a la que se refiere Juan y que Beato cita en el Comentario. La visión de Ezequiel, en que los cuatro animales representan las inteligencias superiores querubínicas, nace de indicaciones mitológicas asirias y se une a una simbología astral. De este modo, la visión de los cuatro engendran una incomprensible sucesión de imágenes: la visión de las cuatro ruedas los acompañan, se superponen la una con la otra; y, sin embargo, van en direcciones opuestas: elementos de un curso celeste, símbolos de constelaciones, tienen también el papel de representar la movilidad espiritual de la Divinidad, exenta de los condicionamientos del lugar. Juan retoma la visión de Ezequiel y no cita las ruedas, pero Beato realiza el empalme, aplastando, por una exégesis reductora, la comprensión simbólica de Ezequiel: las ruedas representan la Santa Escritura, móvil e itinerante en su viaje de difusión de la palabra de Dios.
 
      He aquí, por qué - el miniaturista mozárabe toma modelos anteriores- el animal evangélico, precisamente en tanto como tal reposa sobre ruedas que sugieren también sus movimientos y que aparecen consteladas de ojos.
 
      La estructura circular de la visión, mientras que permite, por una parte, resolver problemas de posición difíciles por la sucesión de imágenes sugeridas por el texto, evoca al mismo tiempo los orígenes de la alegoría.

*"Beato de Liébana. Miniaturas del Beato de Fernando I y doña Sancha (Manuscrito B.N. Madrid. Vit. 14-2). Umberto Eco. Ed. Franco María Ricci. Milán 1983.
 
Traducción: Javier Pelaz
 
 

GALERIA FOTOGRÁFICA DE LA ASAMBLEA DE AdR CELEBRADA EN VALLADOLID (2014)

      El pasado día 5 de Abril se celebró la Asamblea Ordinaria y Extraordinaria de la Asociación de "Amigos del Románico", en la ciudad de Valladolid.
 
      A continuación, a modo de recordatorio, se expone unas serie de instantáneas de los verdaderos protagonistas de aquella fecha: los socios y familiares de AdR.
 
      Queremos agradecer y felicitar a la Comisión Organizadora del evento  y al presidente de la Asociación, Juan Antonio Olañeta Molina, sus desvelos en la preparación y ejecución  del extenso programa de visitas.
 
En el claustro de Santa María de Valbuena
      Por último, expresar nuestro aplauso a Jose Luis Hernando Garrido, el guía ilustrado de las sesiones matinales del sábado y domingo.
En el claustro del monasterio de Santa María de Valbuena

 

Recorrido por el claustro de la mano de Jose Luis
 
Escuchando atentos las explicaciones del guía en la iglesia
 
En Santa María de Retuerta
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Grupo de AdR que quisieron recordar la visita de Nuestra Señora de la Anunciación de Urueña
Fotos: Javi Pelaz. Santander 
 

viernes, 18 de abril de 2014

DOCUMENTO: SAN PEDRO DE PLECÍN (Una aproximación a la antigua iglesia románica)


INTRODUCCIÓN

      La orografía juega un rol decisivo en la conformación de la cultura de los pueblos. Las barreras montañosas aíslan de tal manera el paisanaje que la introducción de los nuevos modelos foráneos resulta un proceso lento de asimilación.

      Si en los primeros años de la Reconquista las tierras que, incluidas en el Reino de Asturias, se beneficiaron de la seguridad que les bridaba su refugio natural - gracias a una cordillera abrupta y con riscos inaccesibles- con el traslado de la corte a León, en el año 912, se inició un proceso de decadencia tanto económico como cultural.

Orientación sureste


      Resulta, por tanto, que los edificios, que se erigieron por aquellos pagos según los cánones románicos, son tardíos, datados a mediados del siglo XII o comienzos de la siguiente centuria.

      En general, las iglesias románicas rurales asturianas son pequeñas, sencillas e incluso pobres, no así  las construidas por las órdenes monásticas que, con algunas excepciones, son de mayor envergadura.

      En la zona oriental del Principado  existió, en el Medievo, varios cenobios cercanos entre sí. Nos referimos a San Antolín de Bedón, Santa María de Tina y San Pedro de Plecín. Los tres tuvieron su relativa importancia por la labor que dispensaron a los peregrinos santiagueses en su andadura por el Camino de la Costa. Por desgracia, los dos últimos permanecen en la actualidad en ruina permanente; sin embargo, la iglesia abacial de Bedón mantiene su primigenia estructura arquitectónica, a pesar del manifiesto abandono por parte de los organismos competentes. 

 


Fachada meridional


                                     
                                                            SAN PEDRO DE PLECÍN  (Ruinas)

 

HISTORIA

      No existen apenas documentos para reescribir de forma fidedigna la historia del monasterio desde sus orígenes. Se supone -a modo de conjetura- que en el mismo lugar se levantara una capilla prerrománica o un templo celta.

      En las postrimerías del siglo XII –datada por similitudes arquitectónicas con otras iglesias abaciales asturianas documentadas- se erigió la actual fábrica.

      El monasterio estuvo tradicionalmente ligado a la familia nobiliaria de los Vela, de origen alavés, pero con heredades por estos predios. Un personaje de la referida familia asistió como representante del concejo de Pellameñera Alta en el Concilio de Oviedo del año 1115.

Interior de la nave con la portada norte


      Será a finales del siglo XIV cuando aparece con rango de abadía bajo la advocación de San Salvador,  en el Libro de las Behetrías de Don Gutierre entre 1385 y 1389. Dos siglos más tarde cambiará de  patronazgo por el de San Pedro de Plecín.

      Fue templo parroquial hasta 1787 cuando se erigió la actual iglesia en el pueblo de Alles. Desde entonces la incuria y el expolio se adueñaron del recinto histórico degradándose paulatinamente hasta el día de hoy.

      En 2003 los restos actuales fueron declarados Bien de Interés Cultural gracias a la actuación firme de la Corporación Municipal.

 


Ruinas de la iglesia y su entorno




 INTERIOR Y EXTERIOR DE LA IGLESIA    
       La mejor vista para contemplar a ojo de pez lo que fue en su día la iglesia abacial es desde lo alto del desnivel que aísla el recinto litúrgico del pueblo, equidistante éste unos 500 metros.

      La planimetría es simple, de una sola nave rectangular con dos ampliaciones posteriores. Sólo queda en pie los muros perimetrales de la nave, así como el arranque de los cabeceros. Llama la atención el grosor de los referidos muros de mampostería caliza irregular, mas los de la portada y cabecera son de sillería arenisca.

      Según algunos estudiosos la techumbre de la nave fuera posiblemente de madera a dos aguas, como en la mayoría de las iglesias románicas rurales astur- cántabras. El presbiterio, con solución de bóveda de cañón, estaba unido al ábside semicircular por un tramo recto, cubierto aquél con bóveda de horno. Un arco triunfal separaría la nave del testero, como lo atestigua un capitel del arco toral depositado en las dependencias del Ayuntamiento de Peñamellera Alta.

Relieve de Cristo Salvador en el ventanal contiguo de la portada sur


      Lo más interesante y valioso de todo el conjunto residual de la fábrica es la antigua fachada  meridional del centro compuesta por una portada y un ventanal contiguo.

      La puerta, de cuatro arquivoltas ligeramente apuntadas,  está en arimez con el muro. Un taqueado jaqués orna el bocel de una de las roscas. No existen ya los fustes de sus capiteles y éstos son figurativos, pero muy deteriorados. Pudieran representar: un par de sirenas tocadas con gorro frigio, un dragón, dos centauros afrontados y dos figuras humanas (¿lucha a pie entre caballeros?)

Grosor de los muros de mampostería irregular



      El ventanal tiene ciertas similitudes con el de Santa María de las Henestrosas de Quintanillas (Cantabria) y la ermita de San Pantaleón de Losa (Burgos). Se abre en el muro, a modo de aspillera trasdosada, con chambrana ajedrezada que enlaza con dos arquivoltas de medio punto, una de ellas de perfil pentalobulado. Las cestas en las que se apean las medias vueltas se ornan con grifos afrontados, aunque muy estropeados. En la parte superior del ventanal se representa, a modo de tímpano, un Cristo Salvador (primitiva advocación de la iglesia).
 
Texto y fotos: Javier Pelaz. Santander

Fuentes consultadas:
José Manuel Tomé. Arteguias.
Cecilio F. Testón. Cronista oficial de Peñamellera Alta
 

  

 

 

 

jueves, 17 de abril de 2014

TURBA SCRIPTORIUM


                                  

      Hace un tiempo publiqué en este mismo blog un texto sobre la importancia que supuso, en tiempos de Carlomagno, la caligrafía carolingia como instrumento de salvaguarda de la cultura clásica greco-latina. Mas el artífice de aquel renacimiento carolingio no fue otro que el monje inglés, Alcuino de York, el brazo derecho del emperador. Aquél promovió a la sazón una legión de monjes copistas (turba scriptorium), que se encargó de la noble y trascendental misión de librar de su desaparición los escritos clásicos greco-latinos tras las invasiones bárbaras.
Recreación de un scriptorium (Foto: Javi Pelaz)



      Los monasterios, por tanto, a partir del siglo V se convirtieron tanto en un foco espiritual como en guardianes del saber clásico,  donde se redactaban crónicas, donde se estudiaban y se conservaban la historia y literatura clásicas y, en sobremanera, se copiaban textos. Uno de las más prestigiosos en este sentido fue la abadía carolingia de Lorsch, que, a finales del siglo VIII, salvaguardó y más tarde difundió al resto de los monasterios numerosas copias de los textos de antaño.

      Los cenobios -lo más pudientes económicamente- disponían de unas dependencias llamadas scriptoria, lugares donde los monjes amanuenses trabajaban, durante el tiempo no destinado a rezar. Recordemos que la orden benedictina fundada por san Benito de Nursia tenía y tiene aún como premisa esencial la conocida “ora et labora”.



      Tanta era la importancia de la labor que se desarrollaba en aquellos espacios cerrados  y silentes –para algunos tan sagrados como la capilla mayor- que el mismo Alcuino ordenó que se plasmara en cada uno de ellos el siguiente texto con letras bien grandes:
Dibujo: Javi Pelaz




    “Que aquí se siente, los que escriben las palabras de la sagrada ley y la enseñanza de los santos padres. Que se guarden de mezclar sus propósitos frívolos con estas palabras. Que se procuren obras bien corregidas y que la pluma de ave sea dirigida por el camino recto… Es una noble tarea la copia de libros sagrados, y al copista no le faltará su recompensa.” Y ésta era “cultivar los frutos del espíritu y cocer el pan celestial del alma.”

      Si nos atenemos a los comentarios de algunos de aquellos calígrafos plasmados en los márgenes de los manuscritos no todo resultaría “un pan celestial del alma”. La labor del copista requería muchas horas de trabajo en habitáculos húmedos, fríos y carentes de buena luz. Existen anotaciones de este tipo “el candil da poca luz”, o de este otro “qué frío hace en este lugar”. Ahora bien, para que no se enterase el monje encargado del scriptorium aquellas expresiones eran escritas en lengua vernácula o en latín vulgar dando origen a los primeros balbuceos de las lenguas romances como ocurrió con el castellano y otras lenguas románicas.

      Otros copistas fueron más explícitos en reflejar por escrito sus padecimientos físicos a la hora de trascribir un códice. Tenemos las quejas de Emeterio con expresiones como que su cuerpo se encorvó y su salud se debilitó profundamente escribiendo con la pluma.

      Siguiendo la misma línea del anterior Domingo y Munnio, al finalizar el códice de Silos, explican al lector la dureza y dificultad de su tarea:

“La labor del escriba aprovecha al lector; aquél cansa su cuerpo y éste nutre su mente. Tú, seas quien seas, que te aprovechas de este libro, no te olvides de los escribas, para que el Señor se olvide de tus pecados. Porque quien no sabe escribir no valora este trabajo. Porque si quieres saberlo, te lo voy a decir puntualmente: el trabajo de la escritura hacer perder, dobla la espalda, rompe las costillas y molesta al vientre, da dolor de riñones y causa fastidio a todo el cuerpo. Por eso tú, lector, vuelve las hojas con cuidado y aleja tus dedos de las letras, porque igual que el pedrisco destroza una cosecha, así el lector inútil borra el texto y destruye el libro.” Toda una advertencia pedagógica dirigida tanto a los lectores de antaño como los de hogaño.

      Una manera de allegar recursos económicos para el cenobio eran los encargos que solicitaban otros monasterios o particulares para adquirir algún que otro libro. Por lo tanto el abad elegía a los monjes mejor dotados para la caligrafía e iluminación eximiéndoles de otras tareas manuales. Aquéllos tenían que copiar a mano uno o varios ejemplares a la vez. Por lo tanto todas las hojas tenían que acabar con la misma palabra. Éstas eran revisadas por el monje supervisor y  si no coincidían el copista negligente era amonestado y castigado a repetirla.

      La mayoría de los artífices de aquellos códices fueron monjes anónimos. En cambio, unos pocos pasaron a la historia gracias a la  la creación de verdaderas obras como las que conocemos con el apelativo de “beatos”.

      A modo de resumen citaremos, a continuación, los nombres de aquéllos monjes artistas:

Magius que iluminó, entre 958 y 962, en el monasterio de San Miguel de Escalada, el “beato” que se conserva en la Biblioteca Pierpont Morgan de Nueva York. Además, inició otro “beato”, el del monasterio de San Salvador  de Tábara, que se conserva en la Biblioteca Nacional, que no pudo terminar.

Oveco, monje del monasterio desaparecido de Valcabado, realiza en el año 970 la copia del “beato” que se conserva en la biblioteca de la Universidad de Valladolid.

Emeterio concluye en el monasterio de San Salvador de Tábara el “beato” que había sido iniciado por Magius. Más tarde, junto con la monja Ende, ilustra el de Gerona custodiado en la catedral epónima.

Stephanus Garsia Placidus acaba en 1072 el “beato” de Saint Server-sur-l´Adour.

Texto: Javier Pelaz. Santander

Bibliografia:
"Beato de Liébana y los beatos". Enrique Campuzano Ruiz. Consejería de Cultura, Turismo y Deporte del Gobierno de Cantabria. 2006

       

 

miércoles, 9 de abril de 2014

S.O.S. ROMÁNICO: SAN PEDRO DE PLECÍN


      Los AdR astur-cántabros organizan una concentración en la antigua abadía románica de San Pedro de Plecín, que, conjuntamente con las de San Antolín de Bedón y Santa María de Tina- tuvieron, a partir de las postrimerías del siglo XII, una influencia  significativa en toda la zona oriental de Asturias.

      En la actualidad tanto la de Plecín como la de Tina se encuentran en un estado de ruina permanente. No ocurre lo mismo con la iglesia de Bedón que aún permanece en pie toda su fábrica, a pesar del abandono y desidia por parte de los organismos e instituciones competentes.

      Si en su día los “amigos” cántabro-astures dieron a conocer el estado lamentable  de dos de ellas –la de San Antolín y Santa María-, con la concentración en la de San Pedro se pretende tanto difundir su valor  histórico-artístico como instar a las administraciones a que, por lo menos, se mantenga en su actual estado de ruina atajando su progresivo deterioro.  

      Además, bien merece acercarse al referido lugar si el visitante busca la soledad en un entorno adjetivado de sugerente con el pasado medieval y atractivo por su paisaje de tarjeta postal, teniendo, además, al alcance de la mano el peñón incólume de Pellameñera.

Peñón de Pellameñera
Día del evento: 26 de Abril

Hora: 11:00 horas. Finalización del evento a las 13:00 horas.

Punto de encuentro: Plaza del pueblo de Alles, capital del concejo de Peñamellera Alta (Asturias oriental). Es una actividad abierta.

Situación: Desde la villa asturiana de Panes, se toma la carretera regional AS-114, hacia Arenas de Cabrales. A unos 9 km. se gira a la derecha (AS-345)  en dirección Alles.

Tras superar caminando una corta cuesta, ligeramente empinada, se llega al lugar de la concentración. Por lo tanto se recomienda calzado de senderismo.

Para más información: 627 99 03 22 (Javier) javi.pebe@hotmail.com

 

 

 

 

  

 

jueves, 3 de abril de 2014

CLAUSURA DEL CURSO "INICIACIÓN AL ROMÁNICO"


 

      Con las visitas a la iglesia de Santa María de Bareyo y la ermita de San Román de Escalante se dio por concluido el curso de “Iniciación al Románico” organizado por el Aula de Patrimonio Cultural de la UC con la colaboración de “Amigos del Románico”.

      Una vez más Isabel Cofiño, historiadora y doctora en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo, comentó -como ya lo hiciera en Santillana del Mar- a un centenar de asistentes los edificios románicos antes referidos.


      En primer lugar el de Santa María de Bareyo, llamado por algunos como “el de las cabezas”. Todo su espectacular ábside está ornado con testas: unas de hombres y otras de mujeres. Según Isabel, es la esquematización de escenas bíblicas llevada al máximo: “representan lo que quieren decir y no se molestan en más.”

      Dos particularidades a modo de ejemplo con lo de arriba: la representación del Apostolado con Cristo en el centro y la visita de las Marías al sepulcro. La primera se ubica en la arquería inferior del ábside de la capilla mayor. Sus  seis capiteles se adornan con cabezas barbudas menos la que porta gorro cónico enmarcada en media mandorla y la lateral de la misma cesta totalmente barbilampiña. Lo mismo ocurre con la otra escena en el presbiterio del lado de la Epístola: tres cabezas de mujeres con toca y barboquejo en el capitel izquierdo de la arquería; en del centro, el sepulcro medio abierto con una cabeza (el ángel); y en el derecho los ojos  de los que contemplan la escena (los mirones) desde una atalaya. La simplicidad per se.    


      No dejó, la historiadora, de lado otras representaciones bíblicas como la del Pecado Original en dos capiteles, y la placa relivaria del sacrificio de Isaac…; y otras de la vida corriente de la época: el hombre que sujeta a dos bueyes con enormes cuernos  cogiéndoles por las argollas de los hocicos; o el programa escultórico de animales fantásticos. Y no digamos la figura cariátida de uno de los fustes de la arquería superior representando un personaje de pie, con brazos sobre el vientre y vestido con pellote y pedules.


      Siguiendo un orden -como es habitual en Isabel- dividió al gran grupo en dos con el fin de poder contemplar la joya de “la corona”: la pila bautismal. Ésta se encuentra en un habitáculo aparte, con dos entradas: una desde el mismo pórtico y otra desde el fondo de la nave. Bien dijo la doctora Cofiño que la pila bautismal de Bareyo es una de las tres más bellas de todo el románico cántabro junto con la de Santoña y Santillana. En un principio se la clasificó como visigoda pero fue nuestro añorado maestro, García Guinea, que la dató como románica y, a la vez, contemporánea con la iglesia.

      De la misma manera ordenada con que se aparcó los coches, éstos abandonaron el lugar para dirigirse a San Román de Escalante distante unos cinco kilómetros.      

     
      Aunque el recinto interior litúrgico de la ermita es exiguo no por ello los asistentes hicieron alarde de solidaridad entre ellos ocupando cada uno un mínimo espacio.

      En primer lugar, la guía informó de que la primera cita referencial del lugar es un documento del año 1501, por causa de un pleito. Relacionó, a continuación, la de Escalante con la de Bareyo por ser los mismos maestros que ejecutaron la ornamentación de ambas. Posiblemente fuera un taller de trasmeranos que trabajaron por la costa cántabra oriental y la zona norteña burgalesa.

     Aunque algo apretujados los cursillistas siguieron con atención las explicaciones de los capiteles del arco triunfal, en especial el Descendimieto con figuras también muy hacinadas. Igualmente el de la Matanza de los Inocentes sito en el capitel derecho del ábside. Su fuste se orna con una cariátide que bien podría ser un apóstol o el mismísimo San Román, portando un libro abierto. El fuste de la izquierda, formando pandant con aquél, se embellece con una Virgen sedente, que lleva sobre sus rodillas al Niño. La columna se remata con un inusitado capitel formado por tres filas de colgantes a modo de mocárabes y en el cimacio una figura en posición horizontal que pudiera bien ser un peregrino porque se sujeta con una especie de bordón.


      Y tras recorrer la zona perimetral exterior del edificio formada por muros de mampuesto y dieciséis canecillos bastante deteriorados Isabel dio por terminada la visita y la finalización del curso. Adelantó que el próximo año el Aula Patrimonial Cultural de la UC con la colaboración de "Amigos del Románico" volvería a repetir  otro curso sobre el Románico bajo un formato distinto haciendo hincapié en temas monográficos.
      Como dato estadístico la media de asistentes por cada sesión (cuatro sábados) rondó el centenar.