viernes, 6 de junio de 2014

MONASTERIO DE GRADEFES: EL CÍSTER EN LEÓN


                             

       En el sugerente territorio  leonés, que a lo largo de su discurrir de Norte a Sur, dibuja el río Esla desde  la Cordillera Cantábrica hasta su desembocadura  en el Duero, el pueblo de Gradefes de Rueda destaca por la belleza y monumentalidad del monasterio cisterciense de Santa María, una  magnífica construcción románica, muy cercana al monasterio  altomedieval de San Miguel de Escalada y, asimismo, al cisterciense monasterio de Santa María en Villaverde de Sandoval, éste último fundado en 1171 por donación imperial de Alfonso VII, ampliado en el XVII y abandonado tras la Desamortización, a diferencia del edificio que nos ocupa, siempre habitado hasta día de hoy por una comunidad de monjas. Ambos edificios ejemplifican el ideal bernardo de sobriedad, pureza de líneas y luminosidad.

 

      El Libro Tumbo, obra del monje de Santa María de Sandoval,  fray Mateo de la Vega,  que ordenó elaborar en 1594 la abadesa  María de Quiñones Pimentel, y los centenares de documentos que alberga, aportan una valiosa información sobre el origen y posterior historia del monasterio. La noble leonesa Teresa Petri (Teresa Pérez) fue fundadora y primera abadesa en la era 1206 (1168), fundación que se inicia en territorio donado por el emperador Alfonso VII a Teresa y su esposo, el caballero García Pérez, fallecido en 1166, y ampliado por los bienes patrimoniales del matrimonio. En principio el monasterio fue uno de los siete filiales del navarro Santa María de la Caridad (Tulebras), de donde llegaron algunas de las monjas en 1168 a establecerse en esta nueva fundación; a su vez Santa María la Real fue origen de otros monasterios bernardos, y en 1199, pasa a depender del monasterio burgalés de Las Huelgas.

 

Muro septentrional


      En 1629, debido a las nuevas disposiciones del Concilio de Trento, o tal vez por la necesidad de rehabilitación que pudo sufrir el edificio, la comunidad se traslada a Medina de Rioseco, y ya en 1632 regresa de nuevo cuando la monja de Carrizo, Isabel de Quiñones Bravo y Acuña ocupa el cargo de abadesa.

 

      En 1868. tras el decreto de supresión de las órdenes religiosas, en Gradefes sólo continuaban dos religiosas, pero en 1880 se traslada a este lugar una comunidad cisterciense procedente de Avilés y dos años más tarde llegan también las monjas de Otero de las Dueñas, con lo cual el cenobio continuó en plena actividad. Las monjas bernardas del monasterio de Alcalá de Henares se incorporaron a esta comunidad en 1999.

 

Girola


      La construcción románica original fue levantada con piedra caliza posiblemente de las canteras de Boñar. En la actualidad, permanece la iglesia y parte de la estructura del claustro en tres de sus pandas y la sala capitular. Como estructura realmente singular se dotó al templo de una girola o deambulatorio, característica que también destaca en otro monasterio algunos años anteriores como es el zamorano de Moreruela (1132), aunque en el caso de Gradefes se trata del único monasterio femenino en construirse de este modo, ya que era más común en lo monasterios masculinos para facilitar las oficios del culto.

 

      Parece que las obras comenzaron en 1177, nueve años después de su fundación, pero la situación económica del monasterio, nada boyante durante el siglo XIII, paralizó en parte la continuidad de las obras, por lo que de esta época data el ábside de planta semicircular, la girola y el primer tramo de tres incipientes naves. La nave central y la de la Epístola, así como el coro a los pies de la nave central se construyen en el XVII. Según algunos autores, la idea de la girola o deambulatorio surgió en la Île-de-France en construcciones no cistercienses e influidas por la Saint Denis del abad Suger.

 

Cerramiento de la capilla mayor


      En Gradefes consta de cinco tramos trapezoidales cubiertos de bóveda ojival, que reposan sobre los pilares de la capilla mayor, cuyos dos cuerpos divide una imposta: el inferior, abarca hasta la altura de la girola y se compone de siete arcos apuntados y doblados, cinco corresponden al ábside y dos al presbiterio. En al tramo superior abren cinco vanos de medio punto con gran derrame al interior, que sumados a los vanos de los absidiolos, iluminan el templo con la intensidad característica de los edificios del Císter.

 

      Si contemplamos tan soberbio edificio desde el exterior, comprobamos cómo los absidiolos corresponden en altura a la girola, sobresaliendo por encima el cuerpo superior de la capilla. Unos contrafuertes de sección triangular, que coinciden con los arcos fajones al interior de la girola separan el ábside central de los laterales. El central consta de tres paños divididos por dos semicolumnas adosadas con capiteles escuetamente figurados y que ascienden hasta una cornisa bien enriquecida de canecillos. La austeridad cisterciense impone una minimalista decoración en los capiteles, predominando la temática fitomórfica, a pesar de que sí aparecen unas sobrias  figuras humanas, en concreto una “Huída a Egipto”, San Miguel o personajes del Bestiario que parecen contravenir el ideal bernardo, lo que podría ser indicio de que el maestro de obras era ajeno a la Orden.

 

 


      Durante el siglo XVIII, se sustituyen las dependencias monásticas adosadas al muro meridional de la iglesia, por sencillas construcciones típicas de la comarca. Así ocurre con el claustro, que pese a mantener su estructura medieval sólo conserva vestigios románicos en el ala Este, pues la Oeste se construyó en el XVIII, con arcos de medio punto sobre pilares. Se accede a la Sala Capitular a través de una monumental entrada abierta en la panda oriental y que aplica toda la tradición del císter para este tipo de dependencias: arco apuntado central y tres vanos apuntados, ligeramente a cada lado con dos o tres pares de columnas sobre zócalo. Al interior dos lucillos, de medio punto al Sur y adornado con dientes de sierra al Norte, éste último utilizado como torno para comunicar con la sacristía.

 

      La puerta más antigua de las conservadas y única abierta al público data del siglo XIII y se localiza a Occidente en el único tramo existente de la nave Norte o del Evangelio. Consta de doble arco apuntado, el interior más simple de boceles y el exterior con zig-zags, como en la Sala Capitular y tal como se han decorado los monasterios de Carracedo y Sandoval, encontrándose  pues este motivo procedente del Norte de Europa en numerosos monumentos del Románico tardío.

      La más oriental de las puertas del muro meridional que comunica con la sacristía destaca por la geometría de su friso, y la más occidental, que comunica con el claustro, presenta vano adintelado con triple arco apuntado y capiteles con motivos vegetales y volutas.

 

      Los sesenta y cinco canecillos que decoran las cornisas, incluida la capilla mayor, no presentan una temática demasiado ortodoxa y tampoco parece que sus escultores se esmeraran en el cuidado de la estética. Como colofón al ornamento del edificio monasterial,  dos sepulturas del siglo XIII con estatuas yacentes  en el segundo tramo de la girola y que posiblemente corresponden a los sepulcros de los fundadores, el conde, García Ponce y  su  esposa,  Teresa Pérez,  procedentes del monasterio de Sahagún, donde, atendiendo a su voluntad, habían sido enterrados.

 

Ala este del claustro


      Una inscripción grabada en el muro de la nave del Evangelio desvela la fecha de fundación por doña Teresa Petri, el 1 de Marzo de 1177. La inscripción se traduce del siguiente modo: “En la Era 1215 (año 1177), kalendas de Marzo, fue fundada esta iglesia de Santa María de Gradefes por la abadesa Teresa”. Otra inscripción conservada es un epitafio: “Aquí yace don Nicolás, que fue capellán de este monasterio y canónigo de la iglesia de León. Murió el 22 de marzo, domingo de la era 1365 (año 1327)”. Existió también otro epígrafe desaparecido en la actualidad sobre la entrada de la sala capitular: “Paz a quien aquí entra. Todo sea favorable a quien ora y suplica”.

 

      Santa María la Real de Gradefes custodia un importante museo de orfebrería de los siglos XVI al  XVIII, también  una granTheotokos  del siglo XIII, aunque policromada en el XVI. El término Theotocos adquiere popularidad en el siglo III, para referirse a la “Madre de Dios”, imagen que se torna modelo para la iconografía cristiana a partir del Concilio de Éfeso del 431. Su uso se extiende por  Occidente a partir del siglo X. El niño sentado sobre la rodilla izquierda de su madre porta un libro con la inscripción VERBUM CARO FACTUM EST ET HABITAVIT IN NOBIS (“El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”); la mano derecha en posición de bendecir indica que el Niño actúa como Maestro, no como Juez. Un Cristo en madera policromada, que formaba parte de un Calvario del siglo XIV, preside la biblioteca conventual.

 Texto y fotos: Cristina Sánchez. Gijón.

 Bibliografía:

-“Enciclopedia del Románico”. Fundación Santa María la Real. Aguilar de Campóo.

-“Las Rutas del Románico”- Cobreros, J. Ed. Anaya

Webgrafia:

-Ayuntamiento de Mansilla de las Mulas:


 

 

 

 

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