martes, 2 de septiembre de 2014

CRÓNICA DE LA VISITA DE LEÓN Y SU ENTORNO


      Semanas  después del  regreso de León continúo recordando tantos momentos agradables que vivimos recorriendo, la que es mi ciudad del alma, en compañía de Amigos del Románico procedentes de multitud de lugares:  Cantabria, Madrid, Huesca, Zaragoza, Navarra, País Vasco, Asturias, Sevilla… y no dejo de pensar en lo afortunados que somos por contar con gente como nuestro coordinador, Javier Pelaz, y las personas que de algún modo le ayudaron a organizar este evento, en que tanto hemos aprendido sobre el arte Románico de una provincia, que si bien recorro a menudo, nunca llegué a conocer en profundidad hasta esta XIII JdRL, organizada por la sección astur-cántabra de la referida asociación.

      Proseguiré relatando como buenamente pueda, ya que la tarea de escribir no resulta fácil cuando se quiere retratar con máxima fidelidad una experiencia tan especial,  las visitas con los mejores guías a  monumentos de la ciudad y provincia de León que no tienen parangón en la Península. 

 

      A menudo disfrutamos de iglesias y monasterios románicos, pues tal es nuestra afición, pero esta vez hicimos un inciso en la búsqueda de nuestros objetivos de medio punto para adentrarnos en una catedral de vidrieras que dejan pasar la luz del sol de diferentes maneras cada hora del día y cada día del año, construcción magnífica, que ha superado el paso del tiempo, a pesar de las desafortunadas intervenciones, que a lo largo de la historia impusieron modas -y como muchas modas se siguen sin usar el cerebro-, la colocación de una cúpula barroca con que casi derrumba este edificio.  Sin duda sabrán que me refiero a la "Pulchra Leonina", émulo de la francesa de Reims, y que bien podría declararse Patrimonio de la Humanidad dadas sus singulares características sin apenas añadidos posteriores. Otros daños sufridos -debido al terremoto de Lisboa del año 1755- causaron serios daños, pero la sabia intervención de algunos arquitectos logró que este edificio continuara en pie luciendo magnífico en un entorno en que se ha sabido cuidar que el resto de edificios no resten magnificencia a la gran joya del gótico español.

      Tras unos minutos de retraso ocasionados por el cansancio del viaje y el desconocimiento de algunas calles, algunos AdRs, (léase la humilde autora de este difícil escrito y algún acompañante), el sábado 28 de Agosto, a las 10 de la mañana, nos encontrábamos en la Plaza de Regla para de inmediato escuchar  las interesantes explicaciones de la guía sobre la fascinante historia de León, en principio la instalación del campamento permanente de la "Legio VII Gemina", de cuyo nombre parece derivar el de la ciudad, sin tener que ver con ningún león, tal como nos explicó nuestra guía. Antes de comenzar las explicaciones, huelga decir que dedicamos unos minutos a saludos y abrazos entre los integrantes de la expedición, ya que vamos siendo también amigos muchos entre nosotros y siempre es motivo de alegría reencontrarnos para compartir una pasión por el Románico que si bien en solitario también sin duda cultivamos, el hecho de juntarnos tantos con la misma ilusión añade una magia increíble a la vivencia de internarse en un edificio de 800 o más años, construido con técnicas que no sé si sofisticadas o muy sencillas, pero que generan una admiración y un estado mental, que al menos yo desconozco sentir en cualquier construcción contemporánea por magnífica o hermosa que pueda resultar a la vista. Tal vez sea el simbolismo expresado en capiteles o canecillos lo que genere esa me atrevo a decir que elevación el espíritu, o el contacto con la misma piedra lejos del artificio del hormigón y acero que cumplen una función pero dejan en blanco nuestra capacidad de percepción de otras realidades.


de izquierda a derecha: Julia, Senen, Juana, Raúl, Rosa, Emilia, Mariché y Javi
 

        A la entrada. nuestra guía fijó nuestra atención en concreto a la estructura de arbotantes que separan el cuerpo central de las torres laterales de 64 y 68 metros de altura, ya que no es frecuente en otros edificios góticos esta separación. Recorrimos con tranquilidad naves y girola contemplando cada detalle y color aunque pendientes del horario ya que nuestra siguiente cita en la Colegiata de San Isidoro no admitía demora. Aún así algunos minutos disfrutamos el sosiego al que incita la Virgen Blanca, obra clásica del gótico leonés, y que en origen se hallaba en el parteluz de la Puerta del Juicio, aunque se ha trasladado a esta capilla para protegerla de la erosión ambiental y se ha sustituído por una réplica. Asimismo como único sepulcro de rey en la Catedral el de Ordoño II, rey de León desde 914 hasta 924, fecha de su muerte, y artífice del establecimiento definitivo de la sede regia en la ciudad de León, cuya estatua yacente situada tras el altar mayor y frente a la Capilla de Regla data del siglo XIII.

      El inolvidable para mi comentario del profesor, Jose Alberto Morais, que nos acompañó y explicó gran parte de los museos y templos que visitamos, respecto a la sensación que las personas  de aquella época sentirían al contemplar un edificio tan “desmaterializado” como la "Pulchra Leonina" cuando aún se construía “en Románico”, no por un especial gusto por la poca luminosidad sino porque las técnicas de construcción de la época requerían de gruesos muros y pequeños ventanales, fue realmente revelador del cambio en la estética de los edificios que trajo consigo el gótico en el siglo XII “la Catedral de León, como si hubiese aterrizado un ovni”.

 

    Las calles de León son agradables de pasear, peatonales en los lugares de mayor interés y plagadas de rincones que respiran historia, por lo que los traslados entre cada templo que contábamos visitar formaban parte a su vez de la visita. Una vez a las puertas del Panteón de San Isidoro algunos ya conocedores del impacto que produce la Capilla Sixtina del Románico y otros a la expectativa de lo que iban a descubrir, nos entretuvimos en la magnífica librería que antecede al Museo y cuyos volúmenes, de contar con tiempo suficiente en la vida, sería grato comenzar a leer y no parar.           

     Quien no haya visitado la “Capilla Sixtina” del Románico debe sin duda reservar algunos días en la ciudad. pues no es posible describir con palabras la aventura de rememorar la vida de Cristo en frescos de colores increíblemente vívidos, desde hace más de ochocientos años, recubriendo la totalidad de la enorme bóveda del Panteón.  Algunos detalles hacen las delicias del visitante, como el mastín leonés  que bebe la leche del cuenco del pastor mientras éste se distrae con el ángel en la escena de la Anunciación.

      Impresionados por la magistral interpretación de la liturgia mozárabe o hispánica que se resistía a desaparecer en pro del rito romano y que los artistas medievales plasmaron con genialidad y simpatía en lo alto del Panteón, los Adrs dirigimos la mirada hacia las magníficas piezas del Museo, que nuestra guía continuó explicándonos con todo lujo de detalle. Piezas de gran valor histórico-artístico, elaboradas algunas en el taller de eboraria de la corte real, como el Arca de los marfiles, capiteles procedentes de alguna iglesia rural, vírgenes sedentes, y, cómo no, el cáliz de doña Urraca, fruto de una ardua investigación y objeto de gran atención en los medios de comunicación recientemente. al haber salido a la luz los resultados del interesantísimo trabajo que llevó hasta el Cairo a algunos historiadores para investigar un arca con una inscripción en árabe que alberga el Museo de la Colegiata y les llevó a deducir que las piezas de ónix del Cáliz, cuyos ornamentos añadió doña Urraca para donarlo a la Colegiata bien pudiera tratarse del Cáliz considerado por los cristianos desde el siglo V como el utilizado por Jesucristo durante  la Última Cena.

Jairo
 

      Agotados tras horas de recorrer tan grandiosos monumentos e intentar seguir sin perder detalle las explicaciones de nuestra magnífica y recta “profesora”, llega el momento de despedirnos para ir a comer tras una intensa mañana de observación y aprendizaje que me gustaría repetir por si algún detalle hubiera obviado, ya que siempre resulta harto dificultoso escuchar las explicaciones con atención mientras uno se embelesa al contacto con las piedras.

      Antes de llegar a la "Hospedería Pax", centro de nuestra actividad gastronómica, visitamos la iglesia más antigua de la ciudad de León, San Salvador de Palat del Rey, pensada en principio como Panteón Real cuando la corte se traslada a León, aunque  tras la visita de Almanzor se hace recomendable el traslado de los enterramientos a otro lugar, el monasterio de San Pelayo, posteriormente San Isidoro de León.  El arqueólogo Fernando A. Muñoz Villarejo se ofreció amablemente a acompañarnos durante la visita a este templo y  nos ofreció una exhaustiva explicación del origen y entorno de este templo del siglo X, realmente curioso al contar con planta de cruz griega y ábside y “contraábside” a Occidente de arco de herradura. Muy reformado a lo largo de los siglos se distingue perfectamente el efecto de la restauración y es posible así distinguir las zonas originales del material añadido. Al finalizar la visita le fue entregado a Fernando un obsequio como agradecimiento por  explicarnos tan ampliamente la historia y características de este singular edificio leonés.

      A la tarde y tras degustar magníficas viandas y deleitarse con el "Prieto Picudo" quienes amantes del buen vino fueren, acudimos de nuevo a la Catedral  para recorrer el claustro y contemplar las magníficas piezas que custodia el Museo Catedralicio Diocesano, en especial para cualquier aficionado al Románico su imprescindible colección de "Theotocos".

      El tiempo amenazaba torcerse a la manera que sufrimos de modo habitual los residentes en la costa cantábrica y observamos con ligero temor el aguacero tras los cristales del restaurante. Pero como acostumbra el tiempo leonés, la lluvia no se prolonga en el tiempo y el plomizo gris no demora en aclararse y desenturbiar la atmósfera. De nuevo un Sol resplandeciente y un azul cielo inexistente en las regiones trasmontanas iluminan la ciudad.

Jose Alberto
 

      Cumplido el programa de visitas nos dispersamos callejeando para reencontrarnos en la deliciosa Plaza del Grano o Santa María del Camino. Puesta de Sol e intenso frío que acrecentó un viento poco amigable no consiguió que nos batiésemos en retirada y cenamos a la intemperie poco dispuestos a renunciar al encanto de este rincón leonés con firme de empedrado y presidido por la románica iglesia de Nuestra Señora del Mercado y el convento de las Carvajalas. Y a las once de la noche ya dispuestos a disfrutar del espectáculo de luz y sonido que cada sábado realza la magia ante la fachada sur de San Isidoro. Poco a poco nos fuimos retirando cada cual a su hospedería, tras un día repleto de emociones y conocimiento.

      El domingo a la mañana, ya habiendo desayunado con tiempo suficiente al tener bien localizadas las calles de León y no estando demasiado distantes entre sí los principales monumentos de la ciudad,  nos encaminamos hacia el punto de reunión para  nuestra primera cita de la jornada: el Museo de León, en la Plaza de Santo Domingo y a pocos minutos de la Catedral y la Basílica de San Isidoro. Contamos en esta ocasión de nuevo con un guía de excepción, el profesor Jose Alberto Morais Morán, actualmente en la Universidad Pontifica de Valparaíso, Chile, que ya había colaborado con anterioridad en las actividades de Amigos del Románico, y publicado en la revista de la asociación, "Románico". Recorrimos las salas con detenimiento y en un ambiente muy distendido participando los asistentes  con preguntas y entablándose un diálogo que Jose Alberto aderezaba con gran sentido del humor. Contemplamos las piezas como difícilmente tendremos ocasión de nuevo, ya que hallar inmediata respuesta a las dudas que nos puedan surgir es realmente un lujo para todos aquellos que gustamos de contemplar los edificios medievales que tantos secretos ocultan. El Cristo de Carrizo pronto atrajo la admiración de todos nosotros; el marfil utilizado en los talleres de eboraria pudo proceder del Norte de África o tal vez del Imperio Carolingio. He de decir que alguna pieza de la antigua catedral románica de León, por el hecho de serlo a pesar de su sencillez, me produjo esa especie de escalofrío de admiración que produce el vértigo del tiempo. La Cruz de Peñalba… otra joya del Museo que a pesar de no contar con metales nobles o piedras preciosas… Peñalba de Santiago… montes Aquilanos... la imaginación vuela rauda hacia tiempos de ermitaños y Repoblación.

      Jairo Fernández Estrada, guía del Museo, nos muestra y explica piezas romanas interesantísimas, así como las estelas vadinienses, pueblo cántabro que habitó hacia el Noreste de León y parte de Asturias y Cantabria, y cuyas lápidas escritas en latín muestran una curiosas hojas de hiedra que más parecen corazones, figuras de caballos, hojas de ciprés… lo cual también favoreció la especulación y el diálogo con nuestro guía quien intentaba responder con gran simpatía y mostrando un gran dominio del tema.
 
Mariché, Javi y Jose Alberto 
 

      A continuación, nos encaminamos hacia la iglesia de Niestra Señra del Mercado de nuevo en compañía Morais, que continuaría con nosotros también más tarde en el monasterio de Santa María la Real de Gradefes y San Miguel de Escalada. Magníficas rejas románicas en las ventanas y notabilísimas marcas de cantero. Muy reformada pero toda una sorpresa románica presidiendo un pintoresco enclave leonés, la Plaza del Grano. No habíamos de carecer en esta doble jornada de dedicación completa a nuestra gran pasión arquitectónica medieval, de un tiempo de estancia en la Basílica de San Isidoro, esta vez con precaución, ya que los oficios religiosos no permitían que hablásemos demasiado ni que nuestro profesor pudiese explayarse con calma, pero aún así disfrutamos de unas cuantas explicaciones sobre los sucesivos “tres San Isidoros” y eso sí, ya en el exterior sin prisa alguna estudiamos en detalle las dos portadas, del Cordero y el Perdón, y como es habitual en nuestras visitas a monumentos surgen interesantes polémicas sobre si determinada pieza es original o recolocada, o si la similitud entre varios capiteles de la zona sugiere la existencia de un “hipermercado” medieval de capiteles y canecillos a dónde un maestro constructor se acerca a encargar “dos capiteles de arpías y un Daniel en el foso”… siempre unas risas y un ambiente de camaradería como núcleo esencial para el conocimiento de lo que nuestros antepasados quisieron plasmar a través del arte de esculpir la piedra.

      De nuevo almorzamos en la Hospedería Pax. Nuestra compañera de Cantabria, Carmen García, hace entrega de un regalo a Jose Alberto en nombre de la asociación Amigos del Románico en agradecimiento a su colaboración en estas jornada. Finalizada la sobremesa y recogidos nuestros enseres de nuestros respectivos lugares de alojamiento,  nos dirigimos hacia Gradefes por la carretera de Valladolid para visitar el monasterio cisterciense de Santa María la Real. Rincón ideal como pocos para olvidar el ensordecedor ruido callejero que sin saberlo nos impide pensar y vivir con la intensidad que debiera ser posible, pero no lo es en este mundo de supuestas necesidades satisfechas que nos han creado y hemos creído imprescindibles.

      El císter no adorna en demasía sus templos, pero construye unos espacios cuya claridad y armonía bastan como ornamento. Las monjas bernardas habitan este monasterio desde su fundación por la noble leonesa, Teresa Petri, en 1168. A pesar de los diversos avatares de 800 años de historia nunca fue abandonado, como sí sucedió con gran parte de los monasterios tras el decreto de supresión de las órdenes religiosas de 1868, aunque en ese momento sólo dos religiosas vivían en el lugar. Recorrimos la iglesia y su particular girola, caso único en los monasterios femeninos,  y nos asombramos y enternecimos por igual ante la fotografía de los escarpines de la abadesa fundadora, hallados en su sarcófago en perfecto estado de conservación y hoy expuestos en el Museo del Traje, en Madrid.

      El claustro reformado en siglos posteriores a los del Románico conserva de la época de su fundación la Sala Capitular. Y un detalle inesperado e impresionante que nos recuerda lo fugaz de  nuestro paso por el mundo “polvo somos…”, tumbas en la tierra de las monjas que habitaron este lugar. Magnífica cabecera triabsidial con las siempre enigmáticas y omnipresentes  marcas de cantero y una sencilla psicostasis en un capitel. Desde la huerta del monasterio se vislumbran los nidos de cigüeña que coronan la edificación, verano en la Meseta castellano-leonesa…
 
Paseo nocturno
 

      San Miguel de Escalada, monasterio altomedieval en la ribera del Esla con su imponente pórtico de doce arcos de herradura del siglo X, los siete de Poniente y del XI, los cinco de Poniente, así como la torre, con capiteles de mármol. Aquelloscinco últimos posiblemente reaprovechados del vecino monasterio de San Pedro de Eslonza destruido por Almanzor. Paisaje pétreo sublime de luces y sombras… arcos de herradura… lápidas romanas de conmovedoras epigrafías como la que honra a la esposa Valeria, reutilizada como cimacio en uno de los capiteles de la nave. Las tres aras de piedra caliza continúan en el mismo lugar desde la construcción de la iglesia, epigrafías con los nombres de santos cuyas reliquias atesoraba la iglesia.

      Y llega el momento de la despedida, alegres pero también sin duda afectados por  una ligera melancolía  como ocurre siempre en las despedidas, iniciamos el camino de regreso, sin duda cansados pues intensiva ha sido nuestra actividad, pero a la espera de que llegue el próximo fin de semana o jornada en que podamos reunirnos de nuevo y disfrutar de este ambiente tan especial y enriquecedor, patrimonio de nuestra asociación "Amigos del Románico".
Texto y fotos: Cristina Sánchez. Gijón
  

 

1 comentario:

  1. ¡Jo, ... pero qué bien!!!! Es como revivir el fin de semana. Gracias Cristina, por tan agradable y generoso relato. Saludos para todos.

    ResponderEliminar