El capataz (le maître
d´oeuvre) representa un papel importante, es el arquitecto que preside la
construcción de la iglesia. Pero es un término bastante genérico, que no
concierne únicamente al que levanta los planos. El arquitecto, en el sentido en
que lo entendemos habitualmente, está frecuentemente indicado en la Edad Media
bajo el nombre de maître maçon
(maestro de obras)(1).
Según Boecio la
ejecución (de la obra) tiene que estar supervisada por el arquitecto. A él le corresponde utilizar el compás. Las
herramientas de aproximación corresponden a los cinco sentidos y los
instrumentos de precisión a la razón. ¿No es el logos quien, durante le época románica, tiene la correcta
percepción de las relaciones? La llana(2), por su forma, presenta todavía un
símbolo trinitario.
Los monasterios benedictinos y los de origen benedictino son
–lo hemos dicho ya- extremadamente numerosos, si se refieren a la reforma ya de
Citeaux o aún de Cluny. En su conjunto constituyen verdaderos pueblos, totalmente
se bastan a sí mismos y comprenden artesanos, desde el panadero hasta el
iluminador (de códices). Por lo tanto, es normal ver alrededor de los
monasterios talleres de copistas de manuscritos y de escultores. Los canónigos
regulares de san Rufo tenían un
renombrado taller y el Cabildo de Notre-Dame-des-Dons de Aviñón guardará rencor
con aquéllos durante mucho tiempo por no querer prestarle algunos de sus
artistas.
En la época románica la arquitectura conocía un importante
desarrollo; alrededor de las diferentes abadías se agrupan talleres de albañiles
y de canteros. Los monjes benedictinos ejercen a este respecto una influencia
incomparable; más aún ocupan un lugar decisivo en la historia: transmiten la
tradición.
Fieles a los antiguos usos, los canteros viajan. Matila Ghyka ha hablado
precisamente de los desplazamientos de
los constructores y de los intercambios efectuados con los arquitectos árabes(3).
Toledo crea un contacto con la tradición griega y bizantina.
Es el momento en que se forman las sociedades laicas. Los
miembros de las cofradías se reúnen, circulan y poseen verdaderas
corporaciones. No hay que confundirlos
con las escuelas de arquitectura dependientes de las abadías. Franz Rziha(4), estudiando un documento
de la Deutsche Bauhütte, ha podido señalar los diferentes grupos de
arquitectos. Entre una importante lista de siglas, examina varios signos
lapidarios de la época románica, como el cuadrado cruzado de un cuadrifolio.
Sabemos, por otra parte, que la rodilla descubierta de Cristo sedente es a la
vez un signo de iniciación y la firma de una asociación. El laberinto y el
pentágono estrellado constituyen también la firma de un taller.
Obreros en plena ejecución
Con ocasión de su recepción, cada taller de piedra recibía un
“signo” que sería su firma. Este “signo” no correspondía a su nombre, sino a su
corporación. Ésta comprendía tres grados sucesivos: aprendices, oficiales y
maestros.
Si las corporaciones o gremios poseían sellos regularmente
transmitidos, el hecho es que entre los monjes el anonimato más absoluto es
generalmente observado. Los monjes firman raramente, cuando son maîtres d´oeuvre y canteros, con una
figura indicando una corporación. Sin embargo, conocemos algunos nombres como
los de Adam, monje de
Saint-Benoît-sur- Loire y maître d´oeuvre
de su propio monasterio; de Achard,
maestro de novicios y arquitecto; de Geoffroy
d´Ainai, que no solamente se ocupa de la construcción de abadías sino que
es enviado a Inglaterra para dirigir las fundaciones cistercienses. La
costumbre de los cistercienses no autorizaba a los monjes ayudar a otras
órdenes religiosas; debían velar en la construcción de sus conventos y éstos
fueron numerosos en el siglo XII. Otros monjes colaboraban con gusto en otras
fundaciones distintas. Así vemos a un Jean
de Vendôme, arquitecto y monje, ofrecer graciosamente su talento. Por sus
concepciones estéticas, Rupert, abad
de Deutz, ejerció una gran influencia sobre los artistas de su tiempo; dirigió
los trabajos de decoración de la iglesia abacial. Gracias a él, el arte de las
miniaturas gozó de un gran éxito en los monasterios. Sus obras teológicas muy
extendidas en el siglo XII, se inspiraron en motivos escultóricos. Fue quizás
el primero en representar la trinidad como un Gnadenstuhl(5). El Padre sujeta
la cruz de Cristo y el Espíritu Santo está entre los dos o a veces sobre la
cabeza del Padre.
Cantero en su taller
“Cuando la iconografía se trasforma, cuando el arte adopta
temas novedosos, es que un pensador ha colaborado con los artistas.”Esas
palabras de Émile Mâle en el “Arte
Religioso del siglo XII”(6) es de una importancia fundamental, ya que precisa
la colaboración estrecha de escritores y artistas, influencia que proviene no
solamente de innovadores, como Suger,
sino de místicos que, independientes de las formas, los engendran sin embargo
por la descripción de las imágenes de las que ilustran sus pensamientos. A este
respecto, san Bernardo jugó aquí un
papel importante, debido a la influencia ejercida por sus obras(7).
Marca lapidaria
Sería difícil escribir la historia de los constructores de la
época románica. Los documentos sobre este tema son restringidos, sobre todo
cuando se trata de chantiers
monásticos. La tradición conservada durante mucho tiempo secreta se transmitía
verbalmente en el interior de las corporaciones. La visión que podemos tener de
ello nos permite no obstante reconstituir las grandes líneas de estas escuelas
de constructores, que son escuelas también de estudios del símbolo.
Traducción: Javier
Pelaz. Santander
*”Initiation
à la symbolique romane”. M. M. Davy. Flammarion. 1977.
(1) L. Lefrancois-Pillion, “Maîtres d´oeuvre et tailleurs de pierre des cathedrales”, Paris.
1949, p. 14
(2) N.T.: Herramienta de albañilería
(3) “Le Nombre d´Or”; t. II. Les Rites, 1931, pp. 48-49
(4) Fr.
Rziha. “Studien über Steimtz Zeichen”, Wien. 1883. Ver también la obra del abad Grandidier,
“Essais historiques et topographiques sur l´église cathédrale de Strasbourg”.
1893
(5) Cf. F.
Beitz, “Rupert von Deutz, Seine Werke und die Bildende Kunst”, 1930. Digamos que es un motivo que será copiado
en el arte gótico.
(6) Paris, 1940, p. 151
(7) Anne Marie Armand se doctoró por la Escuela de Louvre con
la tesis “Saint Bernard et le renouveau de l´iconographie au XIIe siècle”,
Paris, 1944, 107 pp.
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