¿De estilo visigótico
o mozárabe? La debatida dicotomía fue zanjada cuando el profesor, Miguel Gómez Moreno, -titubeante en un principio- se inclinó por definirla
inequívocamente como una construcción visigoda, pero de construcción muy
tardía, poco antes de la invasión musulmana, de finales del siglo VII o
principios de la siguiente centuria.
Desde lo alto del cerro
-a corta distancia de la iglesia- se otea el vasto valle anegado por el río Esla. Desde este privilegiado
emplazamiento nos haríamos una idea de la primitiva ubicación del templo, ya
que en 1930 fue trasladado, antes de construirse el actual embalse de Rocobayo,
al pueblo de El Campillo.
Poco sabemos del origen
de la iglesia. En un principio podría haber sido quizás un oratorio
hispano-romano, para transformarse con el tiempo en iglesia de un cenobio
benedictino con escasos recursos económicos, ya que carece de reformas
estructurales de ampliación.
Foto: jdiezamal |
A falta de
documentos emerge en su lugar distintas leyendas para diferentes monasterios
altomedievales, pero la mayoría de ellos con un mismo denominador común: el
protagonista siempre es un caballero durante una jornada cinegética. El caso
que nos ocupa es el de un joven, llamado Julián,
y la de su esposa, Basilisa.
En un documento
datado en el año 907 se refiere a una donación por parte del Alfonso III al cenobio de San Pedro,
casi con seguridad se refiere al de Nave
si nos atenemos a la toponimia.
Atendiendo a su
planimetría la iglesia consta de tres naves: las laterales más bajas que la
central, con crucero de dos brazos prolongados acabados en dos pórticos; en
cuyos extremos se abre en cada uno una portada original. No así la principal –sita
en la fachada principal-, que es de construcción posterior. La cabecera se
remata con un ábside cuadrado muy saliente. En el eje central del crucero se
alza un cuerpo prismático reconstruido con ladrillo tras el traslado.
En el perímetro
del muro oriental se abren unas ventanas geminadas con arcos de herradura
sostenidos por un parteluz enteriza y con cestas ornamentadas con temas
vegetales.
En su interior destaca
la distribución ordenada de los espacios y volúmenes. Especialmente sobresale -dando
entrada al ábside- un arco de herradura apeado sobre columnas de fustes marmóreos,
provenientes sin duda de algún edificio de tradición romana.
Lo que más llama
la atención es su programa iconográfico. Una serie de frisos adornan los muros.
Sus temas son variopintos: ruedas solares, cruces, florones vides, aves y
rostros. Las escenas de los capiteles de los arcos torales son las más conocidas y apreciadas. Están
esculpidos -si bien de manera tosca sin que por ello dejen de resultar atractivos- con escenas de
aves afrontadas picoteando racimos, y las sugerentes escenas bíblicas de Daniel
en el foso de los leones y el sacrificio de Isaac.
A un lado del
imafronte se halla un sarcófago que según la tradición guardó en su día los
restos de san Julián y su esposa,
los mismos a los que hace referencia la leyenda.
Javier Pelaz. Santander
Bibliografía:
“Arte
Prerrománico en Castilla y León”. Sainz Saiz, Javier. Ediciones LANCIA.2006
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