jueves, 14 de mayo de 2015

IGLESIA ZAMORANA DE LA MAGDALENA



    Zamora es una ciudad que cuenta con una larga historia que se proyecta hasta la edad del bronce en que fue ocupada por el pueblo celta de los vacceos que la denominaron Ocalam. El núcleo originario de la ciudad se encuentra sobre una colina rocosa que favorecía su defensa, siendo un codiciado asentamiento. El río Duero que hizo de frontera entre los reinos cristiano y árabe durante parte de la Reconquista, bordea el enclave que fue amurallado en diversas ocasiones.

    Durante la invasión de los árabes, Zamora fue tomada y reconquistada por los cristianos al mando del Rey Alfonso II de Asturias el Casto, que ordenó levantar las murallas. Su sucesor Alfonso III el Magno la repobló con mozárabes procedentes de Toledo y reforzó las fortificaciones, convirtiéndose en una de las plazas fuertes más importantes del Reino de León, que resistió diversos ataques, y gozó de cierta época de prosperidad,  hasta que a finales del S.X  Almanzor la destruyó en un par de ocasiones.

   El desplazamiento de la frontera del Duero hacia el río Tormes trajo años de prosperidad y enriquecimiento  a la ciudad que vivió su época de máximo esplendor. Reflejo de esa época son los 22 monumentos románicos censados entre los Siglos XI al XIII, que hacen de Zamora una ciudad con una concentración de monumentos de este estilo única en el mundo.


      La Iglesia de Santa Maria de la Magdalena, se encuentra en el núcleo histórico de la ciudad, en la Rua de los Francos y es de los pocos edificios que no ha sido engullido por posteriores edificaciones, quedando en una situación que nos permite apreciarlo en su integridad.

    Existe un vacío documental sobre la mencionada Iglesia, cuyo primer documento de 1.157 es de Dª Sancha, hermana de Alfonso VII, en que cita a la Iglesia de “Sancta Maria Magdalena” como dependiente de la de San Miguel de Mercadillo. Se sabe que en el S.XIII pasa a manos de la Orden de San Juan a través de diversos documentos de esa centuria,  entre los años 1.248 a 1.293. Hoy pertenece a las Siervas de María.

    La Iglesia de Santa María Magdalena, está orientada correctamente hacia Oriente,  es de nave única. El edificio está construido a base de sillares de arenisca local, perfectamente trabajados. Al exterior, destaca el cilindro absidial, que partiendo de un zócalo, consta de cuatro semicolumnas adosadas que llegan hasta la cornisa y terminan en capiteles con decoración vegetal.
   
  Estas cuatro semicolumnas , dividen el ábside en tres lienzos con sus correspondientes ventanas de tipo saetera, siendo la central por donde penetra la luz al interior de la cabecera, mientras que las laterales se encuentran cegadas. Las tres ventanas tienen  columnas acodilladas coronadas por capiteles vegetales de hojas y nervios perlados. Dos impostas recorren el ábside, dividiéndolo en tres niveles; la inferior a nivel de la base de las ventas y la superior como prolongación de los cimacios. Los muros están reforzados por contrafuertes prismáticos. Los canecillos que sustentan la cornisa contienen prótomos  felinos, rollos y temas vegetales.


    Tres son las portadas de la iglesia: la septentrional estuvo cegada y consta de cuatro arquivoltas que apean en capiteles vegetales de grandes hojas con las puntas vueltas. La portada que ocupa parte del hastial de poniente, se encuentra descentrada debido a la torre que ocupa la mitad de dicho frente y que únicamente conserva original su parte inferior. Esta portada occidental, es la mas sencilla de las tres y consta de dos arquivoltas que apean en capiteles vegetales. Sobre esta portada se encuentra un óculo de ocho lóbulos.

     La portada con mayor ornamentación es la situada en el lado meridional y es la mas tardía de todas. Se encuentra bajo una imposta con decoración vegetal ondulante rematada por dos cabezas felinas en sus extremos. Consta de arco y cuatro arquivoltas ligeramente apuntadas.  El arco que conforma la parte mas interna, es polilobulado, con perlas en sus arquillos y decoración vegetal al frente. La siguiente arquivolta, también tiene decoración vegetal y en la clave, aparece una sonriente cabeza y próxima a ella la figura de un Obispo, en disposición longitudinal, con casulla y mitra sujetando el báculo con su mano izquierda, que lleva aparejada la tradición de que quien consiga verlo entre tanta decoración, contrae matrimonio.  Las siguientes arquivoltas contienen igualmente decoración vegetal a base de hojas con tallos entrecruzados, sujetos por bandas perladas. La última de todas, tiene un mascaron felino que vomita tallos trenzados y entrecruzados, con hojitas perladas. Rodea el conjunto una chambrana con cabecitas que asoman entre hojas.

     Esta maravillosa puerta se mantiene sobre columnas acodilladas y jambas con decoración de dragones, arpías con capirotes -al estilo de Santa Eufemia de Cozuelos-, de ambos sexos, con algunas, barbadas. Adornos vegetales de acantos y los cimacios con hojas lobuladas y palmetas entre las mismas. Sobre esta portada podemos ver un óculo tetralubulado en cruz y orlado con puntas de diamante. Hay un par de ventanas geminadas de época posterior.
   
    Al interior, lo primero que llama la atención es la altura de la nave única con techumbre de madera a dos aguas. El ábside, sigue el patrón exterior con semicolumnas  adosadas que llegan hasta el cascarón de la bóveda y de las que parten nervaduras para reforzarlo. También, encontramos dos líneas de impostas; a partir de la superior se articulan las ventanas y en la inferior, tenemos tres pares de hornacinas cóncavas que aligeran el espesor del muro.

     A ambos lados de la nave y en la embocadura de la cabecera, hay un par de baldaquinos que recuerdan a los vistos en San Juan de Duero o el Monasterio de Rodilla. Estas apoyados en cuatro columnas de las que tres de ellas son parte estructural de la Iglesia y la que queda exenta, luce decoración de zig-zag en el fuste.


   Pero si en algo hay acuerdo es en el magnífico sepulcro que alberga adosado al muro norte, considerado junto al cenotafio de San Vicente de Avila, las máximas obras de este tipo en el románico castellano leonés. Se desconoce el destinatario de tan delicada obra, pero apuntan a Urraca de Portugal, Infanta del Reino e hija de Alfonso VII.

    Sobre la lauda sepulcral a dos vertientes y con cruz perlada en el centro, adosada a la pared, hay una representación de la difunta, que yace ricamente ataviada sobre un lecho apoyando su cabeza sobre dos cojines. Flanquean la escena dos ángeles turiferarios cuyos índices señalan el ascenso del alma hacia los cielos, representada por una imagen con las palmas de las manos a la altura del pecho que es transportada en un paño por dos ángeles. 

    El conjunto funerario está cubierto por un baldaquino que apoya en cinco columnas  de las que dos están adosadas y tres son exentas, de estas últimas, las de los extremos son torsas, pero todas ellas con capiteles decorados con arpías y dragones. Dicho baldaquino, conforma elementos  arquitectónicos acastillados y bajo arcos trilobulados hay representaciones de dragones, arpías con los cuellos entrelazados y leones afrontados.
      Investigaciones recientes relacionan esta obra con el Coro Pétreo del Maestro Mateo, de Santiago de Compostela.

Texto: Mikel Unanue. Donostia 

Fotos: Rosa G. Nieves. Madrid

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