‘Mañanita de niebla, tarde de paseo’, iba
yo pensando, mientras atravesaba el Páramo de Masa, donde no se veía más allá
de las propias narices, impaciente por
ir al encuentro de mis amigos románicos. La cita era en el encantador
pueblecito de San Martín de Elines, a las 11:00 a.m., el sábado 22 de febrero
del presente año; y allí estábamos, con puntualidad suiza, una treintena de
entusiastas románicos, venidos de Cantabria –la mayoría-, pero también del País
Vasco y, algunas ovejas descarriadas, de otros lejanos lugares (ya se sabe que
hay gente ‘pa tó’).
Colegiata de San Martín de Elines
El transcurrir de la mañana había
despejado la niebla, pero no así las nubes, que nos tenían oculto el sol y
encapotado el horizonte, por no hablar de la rasca que soplaba a través de las
abiertas puertas del campo. Pero como no hay dificultad que arredre a los
románicos, guiados por el inefable D. Bertín y su sobrina, nos introdujimos en
las dependencias de la hermosa iglesia valderrediblense. Una vez que todos
hubimos admirado de nuevo (estoy seguro que para ninguno de los presentes esta
iba a ser la primera vez) la estructura y la decoración escultórica y pictórica
–mínima-, fuimos tomando asiento para escuchar la vivisección que los amigos de
la tertulia ‘Arquivolta Románica’ iban a
llevar a cabo del más hermoso ejemplar del románico del sur de Cantabria.
Maite Martinez nos hizo una exhaustiva y certera exposición de la historia, no solo
de la fundación del templo, sino de la región, desde los primeros pobladores
hasta nuestros días, pasando revista a todas y cada una de las vicisitudes
históricas, políticas, sociales y económicas de la zona y del monasterio.
Granados aplausos cerraron la intervención, que sirvieron para agradecer el trabajo
realizado y, cómo no, para entrar en calor nuestras ateridas manos.
A continuación Jose Manuel García-Maestro nos abrumó
con su amplio conocimiento de los parámetros arquitectónicos del templo;
minuciosamente analizados fueron los muros, los diferentes tipos de soportes,
la nave, el presbiterio, las bóvedas, el ábside, el cimborrio, el falso
transepto, las vanos que dejan entrar la luz, materia de la que están hechos
los sueños de los creyentes y de los agnósticos, etc., etc. Cerrada ovación
para tan ilustre maestro.
Representación de la Adoración de los Reyes Magos
Para terminar, fue nuestro entrañable
Javier Pelaz quien impartió un escueto curso sobre la escultura, abundantísima,
de este afamado templo; como hombre versado en la cultura clásica, empleó, para
sus explicaciones, el socrático método de la mayéutica (conocido también como
método gallego), es decir, contestar a una pregunta con otra ; por ejemplo,
alguien le inquría:
- ¿Qué representa ese capitel?
- ¿Qué crees tú que representa?-,
respondía el muy taimado.
De esta manera se entablaba una
tormenta de opiniones, desde las más acertadas a las más disparatadas. El caso
es que, siguiendo este método inductivo, fuimos apreciando y valorando en lo
que se merece, que es mucho, la ingente cantidad de capiteles, canecillos,
columnas, relieves etc., que adornan esta bendita iglesia, sin olvidarnos, por
supuesto, de las magníficas piezas expuestas en el pequeño claustro, a las que
D. Bertín salvó, a lo largo de los años, de la desaparición o de la
destrucción.
Canecillos del muro sur
Tiempo para un ‘relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor’;
aprovechando que aún faltaba tiempo para la hora de reponer fuerzas, el que
suscribe agarró por los pelos la ocasión para visitar algunas de las muchas
iglesias rurales de la zona, motivo por el que no se enteró del cambio de planes
de las visitas previstas para la tarde; mientras uno chospeaba monte arriba, el
resto se dirigía a la localidad de Arroyuelos para visitar la ermita
troglodítica y prerrománica de S. Acisclo y Stª. Victoria, por lo que no puedo
decir nada al respecto, ya que no la vi.¡Eso me pasa por listo!
Esperando en Ruerrero a que los demás
llegaran, degusté unas rajas de chorizo casero que la patrona tuvo a bien
ofrecerme para matar la espera y el gusanillo. Poco a poco, la treintena de
participantes de esta salida románica, fueron apareciendo en el humilde
restaurante, donde dimos buena cuenta de las viandas que la ventera nos había preparado,
regadas con un recio vino riojano, que hicieron (vino y viandas) las delicias
de más de uno.
Después de algunas compras de productos
gastronómicos propios de la zona (miel, chorizo, jijas…), nos dirigimos a la
última de las visitas vespertinas: la también troglodítica capilla del burgalés
pueblo de Presillas de Bricia, a la que llegamos después de un pequeño paseo
por el sotobosque; ya la tarde despejaba y los rayos del sol de poniente
doraban la piedra arenisca en la que está excavada esta ermita de dos niveles,
con columna monolítica en el centro y tres ábside orientados.
Con pena por alejarme de tan grata compañía,
pero alegre por la jornada compartida, me despido de los forofos románicos de
Cantabria, con el firme propósito de volvernos a ver más pronto que tarde.
Texto y fotos: Ángel Bartolomé. Pamplona
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