Si
hace unas semanas, en la sesión inagural del curso, con la mañana soleada con
que amaneció aquel día la ciudad santanderina, invitaba más a pasear por el Sardinero que
a encerrarse en un aula; la del pasado sábado, empero, incitaba más a
guarecerse de la lluvia racheada y del frío invernal. Más la pasión actual por
el Románico es tan manifiesta que la concurrencia
desbordó todas las previsiones –un centenar de asistentes ocuparon todos
los asientos del aula “Fray Antonio de Guevara”, del Paraninfo de la
Universidad de Cantabria (UC). Con ello se demuestra que haga tiempo bueno o adverso no influye en absoluto para iniciarse
en el Románico.
De izquierda a derecha: Jose Luis Pérez y Esteban Sainz |
Abrió
el acto Jose Luis Pérez, coordinador
del Aula de Patrimonio Cultural de la UC. Recordó que la idea del curso había
surgido de la asociación “Amigos del Románico” y que una vez comprobado la
aceptación que ha tenido el curso adelantó una buena noticia: que el próximo
año por las mismas fechas se volverá a repetir - con la colaboración de la
misma asociación- pero profundizando en este arte con temas monográficos. Y sin más presentó al ponente, Esteban Sainz, miembro de la Fundación
“Santa María la Real” de Aguilar de Campóo y arqueólogo de profesión.
Comenzó
su lección del “Románico en Cantabria” con una sugerencia muy llamativa: la
relación de la matanza del cerdo con el románico cántabro. Algo muy natural por estos pagos (el matacío), cuando aquel mamífero
artiodáctilo servía de alimento básico de los lugareños de aquella época hasta
el punto que los artistas románicos reflejarían esa costumbre en los frescos y esculturas de capiteles y
canecillos de las iglesias. Mas había también una identificación religiosa
–de notoriedad del converso cristiano- al ser un contrapunto con las creencias
de los musulmanes y judíos que consideraban el puerco como animal despreciable
y prohibitivo.
Con
la llegada -prosiguió a modo de introducción- de los mozárabes, a partir del siglo VIII, ocupando las tierras de
la montaña ulterior de la región y la erección de monasterios por doquier
–habló, ¡cómo no!, de Beato de Liébana, autor
del “Comentario al Apocalipsis”- "llegando, por tanto, a consolidarse, a partir
del siglo X, la población rural."
Para
la expansión del Románico, en general; y del cántabro, en particular, "fue
figura clave el rey, Sancho III de
Navarra", al ser un ferviente propulsor de la construcción de edificios
religiosos según los cánones de los monjes cluniacenses.
A
continuación, temporalizó el estilo románico en tres periodos: el inicial,
hasta la primera mitad del siglo XI; el pleno, desde la segunda mitad del siglo
XI hasta la primera mitad del XII; y a
partir de aquí hasta principios del XIII, el llamado tardorrománico o evolucionado.
"Gracias
al Camino santiagués -ciñéndose ya en el tema de la conferencia- de la costa, antes de que el del interior se consolidase,
que recorría la franja costera norteña, se edificaron una profusión de iglesias
románicas como las que hoy vemos en Santoña, Laredo, Santillana del Mar, San
Vicente de la Barquera…Resultó
también notable para la penetración del Románico el valle del Besaya –aprovechando una antigua calzada romana que
unía Herrera de Pisuerga con Suances- y las vías de comunicación que discurrían
por Trasmiera, Valderredible y la
comarca lebaniega."
"Algunos
magister operi de aquellas
construcciones religiosas eran naturales de la región como lo atestiguan sus
nombres escritos en soportes de piedra o en pergamino: Covaterio, Juan de Piasca
y Quintana"; y sin dejar de recordar
el afamado taller constituido por trasmeranos que construyeron Santa María de Bareyo y San Román de Escalante, entre otras.
Y
acabó su laboriosa e interesante disertación aportando una novedad: el hallazgo
de un escudo de peregrino, de plomo, datado en el siglo XIII, en las recientes
obras llevadas a cabo en la
santanderina, Plaza Porticada.
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