viernes, 19 de febrero de 2016

CONCURSO DE FOTOGRAFÍA: "LAS CUATRO COLEGIATAS ROMÁNICAS DE CANTABRIA"

      El pasado día 17 de Febrero el jurado del I Concurso de Fotografía -sobre el tema: "Las Cuatro Colegiatas Románicas de Cantabria"- organizado por el Aula de Patrimonio Cultural de la Universidad de Cantabria (UC) y Amigos del Románico de Asturias/Cantabria (AdR), eligió las 15 mejores fotografías -de un total de 44 presentadas- para ser expuestas en la sala de exposiciones de la Escuela Universitaria de Náutica, coincidiendo con las jornadas sobre Arte Románcio a celebrar en la capital santanderina.

A continuación la imágenes seleccionadas

Colegiata de San Pedro de Cervatos. Ábside. Autor: Jaime Zabalozuazola


"Textura" (Colegiata de San Martín de Elines) Autora: Paula Guillot



"Cervatos desde el tren". Autora: Ángela Nuñez



Colegiata de Santa Cruz de Castañeda. Autor: Luis Antonio Sánchez





Colegiata de Santa Juliana de Santillana del Mar. Autor: Luis Antonio Sánchez




Cabecera de la Colegiata de San Martín de Elines. Autor: Pedro Martín


"Palco de honor" (Colegiata de San Martín de Elines). Autora: Paula Guillot




Ábside de la Colegitata de San Martín de Elines. Autora: Cristina Sánchez




Detalle del claustro de Santillana. Autora: Rosa G. Nieves




"Claroscuro" (Claustro de Santillana). Autora: Nacma




"Daniel en el foso de los leones" y "El descendimiento" (Claustro de Santillana). Autor: Andaro




Claustro de Santillana. Autor: Senen Bajo




Claustro de Santillana. Autor: Senen Bajo




"Punto de encuentro" (Claustro de Santillana). Autor: Mikel Unanue




"Rincón sereno" (Claustro de Santillana). Autor. Mikel Unanue



 

jueves, 4 de febrero de 2016

BROCHE DE SANTA MARÍA DE HITO

      En 1978 se iniciaron las obras de la carretera que une las localidades de Santa María y Villaverde de Hito (Valderredible). En el transcurso de las mismas se encontró, muy cerca de la iglesia románica de Santa María de Hito, una necrópolis medieval, de los siglos VII-IX, asentada sobre los restos de una antigua villa
romana que estuvo ocupada hasta el siglo IV.

     La necrópolis fue excavada entre 1979 y 1986 y, posteriormente, se tapó para asegurar su preservación. Los datos aportados por el análisis de diferentes elementos y los obtenidos de la propia observación estratigráfica dieron a conocer que tuvo dos fases de ocupación. La más antigua arranca en la tardoantigüedad y continúa, sin interrupciones aunque con cambios en la tipología de las tumbas y en aspectos propios del ritual funerario, hasta la plena Edad Media. Este amplio arco temporal y la cantidad de objetos recuperados convierten a Santa María de Hito en un yacimiento realmente excepcional para entender el tránsito entre la Antigüedad y la Edad Media.

Broche de Hito (Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabbria-MUPAC)

      En la necrópolis se conservan más de cuatrocientas tumbas de diversa tipología (de murete, de lajas y sarcófagos), asociadas a ajuares muy variados, como cerámicas pintadas y estriadas, filacterías de tradición germánica que pudieron servir de amuletos (caninos de oso, molares de jabalí, ciervo, cabra y caballo…) y,
sobre todo, anillos, especialmente de bronce y plata, con decoración incisa. Sus características formales nos remiten a la época tardorromana, contando con numerosos paralelos en las necrópolis hispanovisigodas.

      Entre estos ajuares sobresale el llamado broche de Santa María de Hito, englobado dentro del grupo de broches de cinturón de hebilla y placa rectangular articulada. Fue encontrado por un lugareño en el corte de la carretera que dejó al descubierto el yacimiento, fuera de contexto y sin control arqueológico, si bien se piensa que formó parte de una tumba. Aunque se dice que esta tumba era de lajas, esto no se puede afirmar con rotundidad a la luz de cómo fue descubierto el broche, lo que imposibilita que se pueda asociar con ningún enterramiento en concreto. Tan sólo se puede asegurar que debió formar parte del ajuar de una de
las numerosas sepulturas de la necrópolis.

      Está realizado en hueso y se estructura en dos partes: una inmóvil y otra móvil. La primera la integra la placa, rectangular, en cuyo lado derecho se observa una ranura traspasada por dos clavos de bronce cuya función es que, una vez introducida la tela, haga de tope con un pasador de madera, que también se conserva. La hebilla es rectangular, con una ranura por la que pasa el cinturón y la impronta de la aguja del pasador.

      A la parte móvil de la pieza corresponde una especie de bisagra que sujeta la hebilla y la placa. En ella hay una varilla de bronce que engarza las extremidades de ambas zonas, aunque la correspondiente a la placa no se conserva. En esta estructura estaba la cabeza del pasador, movible y engarzada en el mecanismo
bisagra, que tampoco ha llegado hasta nosotros.



      Desde un punto de vista iconográfico hay que señalar que los motivos varían en una y otra parte del broche, si bien, todos ellos están trabajados con una talla a bisel, manteniendo una articulación horizontal en tres bandas decoradas.

      La placa muestra tres frisos de los que el central, de mayor tamaño, se ornamenta con parejas de aves afrontadas (para algunos autores se trata de faisanes, mientras que otros afirman que son pavos reales y patos) en torno a un motivo vegetal. Los dos frisos restantes se decoran con elementos vegetales a modo de
arcos, encontrándose en el último de ellos la cabeza de los citados clavos de bronce.


      La parte móvil del conjunto mantiene la estructura tripartita, con un trenzado en la parte superior e inferior. La franja central se subdivide en tres zonas a ambos lados de la hebilla. Repite el motivo de trenzado junto a una ornamentación de espiga que vuelve a utilizarse en la cabeza del pasador movible. El análisis de estos elementos ornamentales llevó a R. Gimeno-Lomas a destacar la proximidad del broche de Santa María de Hito con la decoración de determinados edificios de la llamada arquitectura mozárabe o de la Repoblación. Así, las espigas se localizan en los capiteles de San Miguel de Escalada  y San Cebrián de Mazote, mientras el trenzado aparece en un capitel en San Román de Hornija  y en los modillones de San Millán de Suso.
 
      Esta historiadora también llamó la atención sobre el hecho de que el tipo de talla a bisel, la decoración y el carácter simétrico de las composiciones del broche guardan una clara similitud con los marfiles hispanomusulmanes, destacando su semejanza con piezas como la cajita de San Isidoro de León o el bote del Museo Arqueológico Nacional, antes de la catedral de Zamora. Por todo ello, y por el hecho añadido de que el broche se encontró junto a cerámica de la época de la Repoblación, concluyó que se trata de una pieza mozárabe, del siglo X, que copiaría a otras obras realizadas en los talleres califales.

      Sin embargo, estudios recientes, encabezados por J.A. Hierro Gárate y E. Gutiérrez Cuenca, han llevado a fecharlo entre los siglos VI y VIII, es decir, en época visigoda. Por un lado afirman que la presencia de broches de cinturón en sepulturas es prueba inequívoca de la práctica de la inhumación vestida, que ya existía en época tardorromana e hispanovisigoda. Esta costumbre desapareció en la Alta Edad Media, para reaparecer, excepcionalmente, en la Baja Edad Media en personajes de alta relevancia social. En lo siglos IX y X (época del arte mozárabe o de la Repoblación) las tumbas carecían de ajuares y de cualquier otro elemento relacionado con la vestimenta, pues en ese momento se generalizó el uso de un simple sudario para vestir a los difuntos. Por tanto, presuponer que el broche de Santa María de Hito es de época mozárabe supondría afirmar que estamos ante el único testimonio de inhumación vestida existente en Cantabria y en la Península Ibérica en esa época.

      Por otra parte, estos investigadores afirman que la tipología del broche, con placa y hebilla articuladas, es típica de la Tardoantigüedad, si bien su uso se prolongó durante la época visigoda para luego desaparecer totalmente en la Alta Edad. De ello se desprende que considerar al broche de Hito como una obra mozárabe supondría aceptar que es la única que se conoce de este estilo y dentro de este marco cronológico. Por el contrario, los ejemplares que guardan una mayor similitud morfológica con el broche son de época tardoantigua y se localizan, fundamentalmente, en la Francia merovingia, especialmente en
territorios burgundios y alamanes.

      Desde el punto de vista decorativo muestra importantes semejanzas con otras piezas visigodas, como el broche de la Guardia, la pizarra de Huerta y las decoraciones arquitectónicas del palacio de Pla Nadal y de las iglesias de San Pedro de la Nave y Quintanilla de las Viñas. Asimismo, tiene paralelos con monedas merovingias, relieves bizantinos y tejidos coptos, sin olvidar el parecido que guarda con la ornamentación de algunos anillos encontrados en las tumbas de la fase inicial de la necrópolis de Santa María de Hito, datadas en el siglo VII, fecha a la que también corresponderían, por consiguiente, dichos anillos.

      De todo ello se concluye que el broche debería enmarcarse cronológicamente en el mundo hispanovisigodo y no en el mozárabe. Esta datación también ha sido defendida por otros historiadores como J. Werner, quien relacionó el broche de Santa María de Hito con otros de hueso y marfil merovingios e, incluso, con la decoración de raigambre clásica de algunos sarcófagos sudgálicos.

Texto: Isabel Cofiño Fernández. Aula de Patrimonio Cultural de la Universidad de Cantabria.

Fotos: Javi Pelaz Beci. Santander

Bibliografía:


GIMENO GARCÍA-LOMAS, R.: “Hallazgo de un broche alto medieval trabajado en hueso”. BSAA, T. 44, 1978,
pp. 430-434.
GIMENO GARCÍA-LOMAS, R.: “La villa romana de Santa María de Hito”, en IGLESIAS GIL, J.M. y MUÑIZ
CASTRO, J.A. (eds.): Regio Cantabrorum. Santander, 1999, pp. 235-239.
GUTIÉRREZ CUENCA, E. y HIERRO GÁRATE, J.A.: “Dos anillos con inscripción procedentes de la
necrópolis de Santa María de Hito (Cantabria)”. Pyrenae, 2009, 40/1, pp. 149-173.
GUTIÉRREZ CUENCA, E. y HIERRO GÁRATE, J.A.: “Necrópolis medievales del sur de Cantabria. Algunos
ejemplos sobre sus problemas de conservación e investigación”. C.A.E.A.P. Veinticinco años de
investigaciones sobre el Patrimonio Cultural de Cantabria. Santander, 2003, pp. 233-242.
GUTIÉRREZ CUENCA, E. y HIERRO GÁRATE, J.A.: “Nuevas perspectivas para la reconstrucción histórica
del tránsito entre la Antigüedad y la Alta Edad Media en Cantabria: la necrópolis de Santa María de Hito”.
Nivel Cero, 11, 2007, pp. 97-116.
 


lunes, 1 de febrero de 2016

ACERCAMIENTO HISTÓRICO-ARTÍSTICO A LA IGLESIA DE SAN JUAN BAUTISTA DE TURIENZO DE LOS CABALLEROS


      La comarca leonesa de la Maragatería ocupa una zona de importancia trascendental para las comunicaciones entre Galicia y el interior de la Península. Los arrieros se encargaban de transportar salazones de pescado al interior y de regreso traían productos de secano, un modo de transporte cuya importancia sólo descendió a mediados del XIX con la llegada del ferrocarril. Turienzo de los Caballeros, pueblo cercano al Camino a su paso por Santa Colomba de Somoza, conserva el encanto de la arquitectura tradicional maragata y una espaciosa calle principal que es un auténtico jardín y hermoso paseo que conduce desde el Torreón de los Ozores a la iglesia de San Juan Bautista, enclave atrayente tanto por la belleza hecha piedra de su construcción como por el enigma que sin duda envuelve cada paso del Camino por el que transitan tantos miles de peregrinos. 

Iglesia de San Juan Bautista

      Turienzo o Turgentius aparece vinculada al monasterio berciano de San Pedro de Montes mediante una donación en el año 923, según consta en los documentos existentes. En 1204 los hospitalarios de San Juan de Jerusalén adquirían propiedades en Turienzo y otras localidades cercanas al integrarse en la orden el monasterio de San Martín de Montes (Montealegre), hoy desaparecido.

      Un vestigio epigráfico de gran valor para aproximar la fecha de construcción, es la inscripción funeraria de la lápida contigua a la portada meridional, aunque no hace referencia explícita al monumento. Su transcripción: “Murió la sierva de Dios Orvildo en la tarde de la víspera de San Juan Bautista, era de 1234 (año 1196)”. 

Epígrafe en el muro meridional


      La iglesia que contemplamos en la actualidad presenta una curiosa disposición resultante de las obras que en ella se realizaron a través de los siglos. En el XVI el edificio amenaza ruina y fruto de la reconstrucción queda dividido en dos naves de testero plano, más ancha la meridional, separadas por pilares y divididas en tres tramos irregulares. A la nave norte se adosa una capilla tardogótica: en la clave de la bóveda de terceletes aparece una cruz de Malta y la fecha de 1596. Se añade en la misma época otra capilla de cabecera semihexagonal con función de baptisterio. 

Espadaña

      Entre 1745-1748 se construye la sacristía, el pórtico meridional, la espadaña y la escalera de acceso. Los muros originales del XII sobreviven en el primer tramo de la nave sur. Los otros dos tramos en dirección este presentan una notable desviación del eje longitudinal, se datan en época posterior a la fase románica pero previa a las reformas del XVI, siglo también de ejecución de las pinturas murales recientemente desencaladas en el primer tramo de la nave. El paramento románico luce el espléndido color ocre de la sillería de arenisca pizarrosa bien distinto de la mampostería posterior. La portada de granito actual es obra del XVIII. 

Fachada sur

      Como obra cumbre del XII podríamos describir las ventanas que lucen ya desde cierta distancia del templo a medida que uno se acerca. Constan de dos saeteras abocinadas enmarcadas por arco de arista abocelada, chambrana e impostas de ajedrezado, columnas con capiteles vegetales y leones afrontados. Los relieves del tímpano sorprenden por su exquisita labra. En la ventana más occidental san Miguel en lucha con el dragón. Impresionante el detalle de su vestimenta y el escudo con apliques metálicos. El dragón: un híbrido de felino con garras de ave rapaz y cola serpentiforme. El otro tímpano es más sencillo, aunque igualmente bellos sus motivos vegetales. La pieza del tímpano se adorna a su vez con incisiones que imitan el despiece de dovelas. 
Tímpano de San Miguel y el dragón


      La cornisa también se halla profusamente decorada con hojas acorazonadas, flores estrelladas, tetrapétalas en clípeos… de modo similar a la cornisa del tejaroz de la primitiva portada románica, que aún conserva alguno de los canecillos. 

Tímpano Este


      En el testero de la nave sur llama poderosamente la atención una peculiar pieza no integrada originalmente en el resto del conjunto: parte de lo que fue una ventana geminada con dos arquillos de herradura, un cuadrúpedo, pámpanos tallados a bisel y una cruz inscrita en clípeo. Estas características se remontan al siglo X, época anterior a la de construcción del templo aproximadamente en la última década del XII. 

Texto y fotos: Cristina Sánchez. Gijón

Bibliografía:
Enciclopedia del Románico. Fundación Santa María la Real.