martes, 5 de diciembre de 2017

APROXIMACION AL FENOMENO RUPESTRE DEL ALTO VALLE DEL EBRO (Cantabria, Palencia, Burgos). 1

                                                            


INTRODUCCION

      El territorio que constituye el objeto de estudio de esta ponencia comprende espacios situados en la vertiente meridional de la Cordillera Cantábrica y están agrupados y dotados de coherencia geográfica por la circunstancia de configurar las tierras del alto valle del río Ebro.

      Desde un punto de vista histórico administrativo, el conjunto del territorio ha quedado englobado casi completamente en dos demarcaciones o comarcas his
Embalse del Ebro (Reinosa)
tóricas, que han sido Campóo y la Merindad de Castilla la Vieja. La primera de ambas comarcas, Campóo, ha tenido su capital secular en la villa de Aguilar de Campóo, aún cuando en el tránsito de la España del Antiguo Régimen a la España liberal  del XIX las viejas demarcaciones se fragmentaron en diferentes provincias.


      Por lo que toca a Cantabria, el viejo corregimiento de Reinosa dio origen a los municipios de Campóo de Suso, Campóo de Enmedio, en el que est diferenciado el exiguo municipio de la villa de Reinosa, Campóo de Yuso, las Rozas de Valdearroyo, Valdeprado del Río y Valderredible (El Valle de la Ribera del Ebro=Vallis Ripa Iberi), más el municipio de Valdeolea, recorrido por el Camesa y tributario hidrológico del Pisuerga y perteneciente en consecuencia al valle del Duero. Los municipios de la provincia de Palencia que abordaremos en este estudio son mínimos: Valle de Valdelucio, Valle de Valdivia, Aguilar de Campóo y, el único propiamente palentino del Valle del Ebro, Berzosilla, formado por los tres enclaves palentinos del cántabro Valderredible y herederos del histórico Alfoz de Paredes Rubias.

El Ebro a su paso por Valderredible

      Dentro de la provincia de Burgos, la porción del valle del Ebro correspondiente a esta provincia está fragmentada en numerosos términos municipales agrupables por las cuencas de sus afluentes y el trazado del propio río Ebro. Dentro del sector burgalés que nos interesa encontramos,en primer lugar, el municipio de Sedano, al que sigue el Valle de Zamanzas, sucedido por el Valle de Manzanedo, una pequeña porción de la Merindad de Castilla la Vieja (Incinillas y los Hocinos) a los que sigue el Valle del Valdivielso y, tras concluir su recorrido por éste, el Ebro se incurva hacia el NE atravesando el anticlinal de la Tesla-Obarenes por la Hoz de la Horadada; este profundo angosto da entrada al río en la gran depresión sinclinal de Llanos de Castilla la Vieja-Tobalina; gran parte de este sinclinorio está ocupada hidrográficamente por el río Nela –al que nos referiremos más adelante- mientras el extremo centro-sudoriental de la depresión está recorrido íntegramente por el Ebro y en él encontramos los ayuntamientos de Trespaderne, Cillaperlata, Valle de Tobalina, Frías y el municipio elevado del Partido de la Sierra en Tobalina. En el fondo SE del valle de Tobalina, el angosto de Sobrón marca el límite histórico de la Merindad de Castilla la Vieja, quedando al otro lado las tierras de Santa Gadea del Cid y Miranda de Ebro y las alavesas de los ríos Omecillo, Bayas y Zadorra, más próximas a la Rioja y otros sectores que pueden considerarse más vinculados a la Depresión del Ebro que a la Montaña Cantábrica. Esto mismo  sucede también con las cuencas de los ríos Oca y Oroncillo, que se reparten la comarca histórica de La Bureba, vinculada a procesos geográficos e históricos diferenciados de la Montaña Cantábrica y vinculados preferentemente con el eje marcado por la antigua vía romana Asturica-Burdigala y el Camino de Santiago que prácticamente se superpuso en este tramo al viejo vial romano, comunicando las cuencas sedimentarias del Duero y Ebro, Castilla y León con Navarra y Aragón.

      Además del recorrido burgalés del Ebro, hemos de considerar también los valles de sus afluentes, recorriendo en primer término los de su margen izquierda, provenientes de la divisoria de agua cantábrico-mediterránea. En el Noroeste provincial encontramos los municipios de Valdebezana, Arija y Alfoz de Santa Gadea que forman la prolongación burgalesa de la depresión campurriana en Cantabria y vierten al Ebro a través del río La Virga, parcialmente inundado por el embalse del Ebro; junto con las tierras elevadas del Alfoz de Bricia. El siguiente tributario por la margen izquierda del Ebro es el río Nela, que articula buena parte de las comarca de las Montañas de Burgos, como se ha anticipado; en su cabecera encontramos el municipio de Valdeporres, al que sigue la Merindad de Castilla la Vieja (Villarcayo), sucedido hacia el SE por los municipios de Medina de Pomar y Merindad de Cuesta Urría; tributarios del Nela son los ríos Trema (municipio de la Merindad de Sotoscueva), Trueba (municipios de Espinosa de los Monteros, Merindad de Montija) y Salón (municipios de Juntas de Traslaloma y  La Cerca). El tercer gran tributario del Ebro por su margen izquierda es el río Jerea, que avena las tierras del Valle de Losa y recorre también parte del municipio de Trespaderne. Inmediatamente al este del Jerea, las tierras burgalesas de la Junta de Villalba de Losa pertenecen hidrográficamente al valle del río Húmedo, que discurre en su gran mayoría por tierras alavesas. También es tributario del Ebro por su margen izquierda en este tramo el pequeño río Purón, nacido en las tierras alavesas del Parque Natural de Valderejo y que penetra en Burgos a través del angosto de Herrán.

Orbaneja del Castillo

      El principal afluente del Ebro por su margen derecha es, en el tramo burgalés que nos ocupa, el río Rudrón, cuyo valle, de cabecera a desembocadura, se extiende por los municipios de Basconcillos del Tozo, Sargente de la Lora, Tubilla del Agua y Sedano, más las tierras elevadas de las Parameras correspondientes al municipio de Los Altos.

LA FORMACION DEL CONOCIMIENTO

      Una aproximación al fenómeno rupestre exige también un examen de cómo se ha ido produciendo la acumulación de conocimientos existentes al día de la fecha, generados a partir de una dinámica de investigación generada a partir de cada uno de los marcos provinciales en que se divide el territorio que estudiamos, hasta generar una documentación de conjuntos sobre la que en esta ocasión volvemos a reflexionar.

Cañón del Ebro (Pesquera de Ebro)

      Podemos convenir que el primer impulso del estudio de las cavidades artificiales del Alto Valle del Ebro burgalés, cántabro y palentino, en los términos que se han expuesto los párrafos precedentes, puede atribuirse a un clásico de la literatura arqueológica altomedieval hispana, como fue el trabajo de Francisco Iñiguez Almech “Algunos problemas de los viejas iglesias españolas” (Iñiguez Almech 1955) que, publicado en la serie de estudios de la Escuela Española de Arqueología de Roma, sirvió de espoleta a una pléyade de iniciativa de estudios confluyentes que se han prolongado, con distinto valor, hasta la actualidad.

      A este trabajo clásico de Iñiguez hay que sumar otro, también clásico para el área que nos ocupa, más para el ámbito cántabro pero alcanzando al burgalés inmediato, que fue el estudio de González Echegaray, Carrión Irún y Pérez de Regules dedicado a las iglesias rupestres de Arroyuelos (Cantabria, Valderredible) y Presillas de Bricia (Burgos, Bricia) (González Echegaray-Carrión Irún-Pérez de Regules 1961), publicada en la revista Altamira del Centro de Estudios Montañeses.

Desfiladero de los Hocinos

      Tras estos trabajos pioneros hay un cierto número de obras que se han ido generando desde cada uno de los ámbitos provinciales en que se fragmenta el territorio en estudio, siendo destacable cómo una parte de ellas corresponden a personas formadas inicialmente en el ámbito de la espeleología conocedores de las técnicas de topografía de cavidades y de progresión vertical- autores de aportaciones relevantes gracias a su continua labor de campo.

      En Cantabria la labor de catalogación, extendida específicamente a las iglesias rupestres, fue proseguida por Carrión Irún y García Guinea (Carrión Irún-García Guinea 1968). En la década siguiente, referida tanto a las iglesias rupestres, como a eremitorios encontramos la aportación debida a quien suscribe, junto con Irala y Menéndez (Bohigas-Irala-Menéndez 1982). En Burgos debemos señalar los trabajos de las discípulas de D. Alberto del Castillo, Dña. Josefina Andrio (†) y Dña. Esther Loyola (Andrio Gonzalo 1977; Loyola Perea-Andrio Gonzalo 1975, 1976, 1977), junto con aportaciones debidas a esta pluma (Bohigas Roldán 1977) y a la de D. Elías Rubio (Rubio Marcos 1981).

Escobio de los Tornos

      Con una orientación más general hay que reseñar la aportación hecha por el equipo, casi completo entonces en el S.A.E.C. (Sociedad de Actividades Espeleológica de Cantabria), formado por R. Bohigas, P. Sarabia, M. García, I. Bruña, L. Jorde y L. Bohigas (1986). En Palencia se cuenta con la aportación singular de Gonzalo Alcalde, con quien compartimos conocimiento y formación paralelas, a quien se debe la primera obra general sobre el fenómeno rupestre en Palencia (Alcalde Crespo 1990).

      El comienzo de los años ochenta del siglo XX se comienzan a registrar los primeros intentos de
catalogación general del fenómeno rupestre, enmarcados en la catalogación general del ámbito territorial (Bohigas-Campillo-Churruca 1984), de la etapa cultural (Bohigas 1982, 1986) y del propio fenómeno rupestre (Monreal Jimeno 1989), en una obra que, veinte años después de su aparición, continua siendo imprescindible.

       En los casi veinte años transcurridos desde aquellos catálogos se han venido produciendo aportaciones, a través de las cuales se ha profundizado en el conocimiento de algunos monumentos rupestres o regiones, en unos casos, u orientándose a la divulgación del propio fenómeno rupestre.

Al fondo: los Cuchillos de Panizares

       En el primero de los casos nos encontramos con la nutrida bibliografía aparecida en torno a Valderredible y sus monumentos (Alcalde Crespo 1994; Berzosa Guerrero 1998, 2005; Bohigas Roldán 1997; González Sevilla 2002 y Kaplan 2007), con especial énfasis en la iglesia rupestre de Santa María de Valverde o la Sotarraña.

      Merece un comentario particular la obra del norteamericano profesor, Kaplan, que ha hecho una
revisión del conjunto de las iglesias rupestres de Cantabria en una obra que, partiendo de la hipótesis de la predicación (acreditada para el ámbito general de Cantabria por la hagiografía de San Millán) –basada en la advocación a San Millán de la parroquia valluca (natural o propio de Valderredible) de Campo de Ebro- defiende la residencia, muerte y sepultura en Valderredible de este santo monje eremita. Cree poder probar su vida y muerte dentro del ayuntamiento de Valderredible con la existencia de las iglesias rupestres; enfrentándolas a las pruebas históricas y arqueológicas que acreditan la trayectoria vital de Millán en el ámbito de la Rioja Alta y su propia predicación en la Cantabria anterior a la conquista leovigildiana. Este ejemplo de análisis, desenfocado por el afecto al ámbito espacial reducido, ha encontrado -no obstante su limitado rigor científico- un notable eco entre los medios regionalistas de la autonomía cántabra, desde el mismo alcalde valluco al consejero de Cultura o el presidente de Cantabria. En el segundo de los apartados se podrían incluir el aludido artículo de este ponente en Cuadernos de Campoo (1997) y la reciente síntesis de D. Gonzalo Alcalde (Alcalde Crespo 2007).

      Para terminar este recorrido por la bibliografía relacionada con lo rupestre, no debemos dejar de señalar las más recientes investigaciones arqueológicas realizadas en la zona en yacimientos de esta zona, entre las que destacan -principalmente- las llevadas en el yacimiento semi-rupestre de la Peña de San Pantaleón, coordinados de forma más destacada por D. Carmelo Fernández y D. Carlos Lamalfa (Fernández Ibáñez 1999; Fernández Vega-Peñil Mínguez-Fernández Ibáñez-González de la Torre-Bustamante Cuesta 2002-2003).

Autor: Ramón Bohigas Roldán. Santander.

Fotografía: Javier Pelaz Beci. Santander.