sábado, 29 de abril de 2017

CONFIGURACIÓN, SIMBOLOGÍA Y OTRAS FUNCIONES DE LA PORTADA



      Cuando el visitante se acerca a un templo románico lo primero que le atrae a primera vista es la portada. Los promotores de las iglesias conminaban al maestro de obras que la entrada al templo estuviera profusamente decorada. Que el programa escultórico cincelado en los distintos espacios de la puerta fuera necesariamente atractivo. El abad, Suger, decía a los visitantes de la basílica de Saint Denis de París, que convenía admirar la belleza de la obra realizada y no la materia de la que había sido hecha la puerta.

      De este modo, en este emplazamiento se esculpen relieves figurativos no sólo en el tímpano (principalmente la visión apocalíptica de Dios y escenas del Juicio Final) y otros ceñidos en las dovelas de las arquivoltas, sino también personajes  bíblicos adaptados al verticalismo de las jambas, columnas y parteluz. Además, cuanto más se abocinaba la puerta, mayor sensación de robustez  y profundidad se conseguía y al multiplicarse las arquivoltas se podía añadir más elementos decorativos a la misma. 

 
Juicio Final (Timpano de la basílica de Sainte Foy (Francia)

      Para  los artífices de la piedra la entrada resultaba ser un espacio ideal para desplegar su virtuosismo con el cincel y de esta guisa darse a conocer para ser contratados en futuros trabajos. Por eso en algunas iglesias aparece su nombre  rotulado en los sillares. 

      Desde el punto de vista arquitectónico la portada sobresalía de la fachada con el fin de dar mayor sensación de altura cubriéndose con un tejaroz sostenido por canecillos esculpidos con distintas imágenes. 

El Seno de Abraham (izquierda) y la escena del pobre Lázaro y el  rico Epulón

      No debemos olvidar que el románico se nutre de aportaciones de otras épocas. Para el historiador, René Crozet, si “la portada está flanqueada por pilastras acanaladas y rematadas con un frontón revela la persistencia del pasado romano o cuando sus dovelas modelan volutas con roleos acentúa la implantación de influencias islámicas… y del óculo prerrománico (en el eje vertical de la entrada) derivará la rosa polilobulada o ya dotada de un relleno en forma de rueda con radios.” 

      Ese interés de ser bellas las portadas tenía, además, una función simbólica. Si Jesús dijo: “Yo soy la puerta y el que entra por mí, será salvado (Juan 10:9)”, su simbolismo refleja la entrada de los fieles en un espacio celestial (la Jerusalén celeste), dejando atrás su vida terrenal (Babilonia). Siguiendo la misma línea, la investigadora, M.M.Davy, recoge las palabras del teólogo medieval, Guillermo de St.-Thierry, que dice al respecto: “Oh Vos, que habéis dicho: Yo soy la puerta…muéstranos con total evidencia de qué hogar sois la puerta, cuando y quiénes a los que Vos se la abrís. La casa de la que sois la puerta es el Cielo, donde vuestro Padre Habita.”

Portada de Santa María de Piasca (Cantabria)

      Mas la puerta no sólo aportaba una función simbólica. En sus aledaños, la vida seguía su curso normal, y ante ella se oficiaban diversas  actividades propias de la comunidad civil. Se aprovechaba el pórtico –al estar cubierto y así el mal tiempo no impidiera la celebración de las funciones preceptivas- como señala Bárbara Deimling,  para celebrar procesos judiciales, tanto seculares como eclesiásticos. Una buena parte de las resoluciones de estos últimos consistía en prohibir, como penitencia, la entrada al templo de aquellos que hubieran cometido graves pecados. Una vez cumplida la pena el sacerdote les tomaba la mano derecha y los introducía de nuevo en el interior de la iglesia. En esto consistía el rito de la redención que incluía el castigo y la reconciliación de los transgresores.

      También la argolla de la puerta servía para cualquier clase de juramento, pero para eso tenía que tomarse aquélla con la mano izquierda. Lo mismo ocurría en caso de refugio. Si la persona perseguida por la justicia tomaba la argolla –en el supuesto de que no pudiese entrar en su interior-  tenía el mismo derecho de gozar de la inmunidad que la ley confería a los templos. 

    Asímismo, toda clase de contratos se realizaba ante la puerta, entre ellos el matrimonial. Una vez firmado, los novios ya podían asistir a la misa para ratificar su unión conyugal.

Músicos de la portada de El Cuerno de Santa María de Piasca

      Uno de los momentos más concurridos  en las explanadas de las iglesias era   los días que se celebraban el mercado. Los vendedores montaban sus tenderetes. En los muros de algunos templos todavía se puede observar hoy las medidas oficiales que regían en cada localidad. Tenemos el ejemplo de la “vara jaquesa” en la catedral de Jaca.  Igualmente,   el mundo de la farándula de aquella época aprovechaba la ocasión. Me refiero a los juglares recitando toda clase de composiciones poéticas como a los saltimbanquis y danzarinas –representados  en los canecillos de muchas iglesias- en donde actuaban ante un público ya de por sí numeroso, a pesar de que las autoridades eclesiásticas les considerasen irredentos pecadores.

Texto y fotografías: Javier Pelaz Beci. Santander

Bibliografía:

"L´art Roman". René Crozet.  Quadrige/Presses Universitaires de France. 1981
"La portada medieval y su importancia para la historia del derecho". Bárbara Deimling. El Románico: Arquitectura, escultura y pintura. ULLMANN/KONEMANN. 2007.
"Initiation á la symbolique romane". La porte. M.M. Davy. 

        
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