lunes, 14 de diciembre de 2015

ERMITA PRERROMÁNICA DE SANTA CÉNTOLA Y SANTA ELENA DE SIERO



      Desde el pueblo burgalés de Valdelateja, parte un empinado camino de herradura bastante duro para los no iniciados en patear este tipo  de calzadas. A medida que se asciende, la frondosa vegetación impide contemplar la espectacular angostura del  valle del río Rudrón, antes de que éste entregue sus aguas a su hermano mayor, el Ebro, a pocos metros de la localidad referida. Aunque sólo sea kilómetro y medio de subida, el trayecto se eterniza por la dificultad de caminar, en algunos tramos, por un pedregal.

      Cuando al final de la ascensión el camino se nivela aparecen por doquier los casares de las antiguas viviendas, cubiertos por la maleza, de la ya desaparecida aldea de Siero. Los vecinos renunciaron a seguir habitando el lugar de sus ancestros a partir del año 1914, por su espinosa orografía y, sobremanera, por no sufrir más los largos y gélidos inviernos. Según el filólogo, J. Corominas, el topónimo, Siero, proviene del término latino sidereum, que significa “tierra fría y escabrosa”.  

Ermita prerrománica de Santa Céntola y Santa Elena

      Una senda de hierba hollada por los senderistas bordea los arruinados muros de la que fue su iglesia parroquial,  permaneciendo aún  en pie el hastial frontal y el ábside, que ha sido restaurado y protegido por un nuevo tejado a cuatro aguas. Adosado  al muro norte aparece el recinto perimetral del cementerio donde todavía entierran a sus familiares los vecinos de Valdelateja por carece de uno. Cuenta una lugareña que ya no se realizan enterramientos, sino que se incineran a los difuntos por la dificultad que conlleva transportar a hombros el féretro hasta el camposanto.

      Los últimos metros hasta alcanzar la cumbre de la peña “El Castro”, resultan fatigosos, tanto por su dureza como por la elevada inclinación del terreno, siendo un verdadero escarpe. Todo el esfuerzo merece la pena sólo por contemplar la espléndida panorámica que se otea desde la vertiginosa cima:  el inicio de los Cañones del Ebro y el final del impresionante congosto surcado por el Rudrón.

Ventana en el hastial este

      En el centro de la reducida cresta circular se erige la ermita bajo la advocación de las santas mártires Céntola y Elena. Cuenta la leyenda que en el siglo III Céntola, una joven cristiana, por no abjurar de su religión, sufrió amputaciones de su cuerpo, pero milagrosamente resistió a los tormentos ante el prefecto romano. Su amiga, Elena, que lo presenció intentó darle ánimos. Ante esa situación de hermandad cristiana el romano ordenó decapitar a las dos. Sus cuerpos fueron arrojados por el acantilado. Más tarde gentes del lugar recogieron los restos y construyeron en lo alto de la peña un pequeño templo para enterrarlos. Las veneradas reliquias permanecieron en el templo hasta el año 1317, al ser trasladadas a la catedral de Burgos por mandato del obispo.

Entorno de la ermita

      La ermita es de reducidas dimensiones, como suele ser este tipo de construcción. Consta de una nave rectangular y un ábside cuadrado más estrecho. La pequeña fábrica está construida en mampuesto de piedra toba y con sillares en los esquinales. Una techumbre de madera y teja curva cubre el edificio. En el hastial occidental se halla la puerta, que carece de interés, y sobre ella se eleva un campanil. Lo más interesante del exterior se encuentra en el hastial oriental. En el centro del muro se empotra una ventana enmarcada con sillares. Su cabezal es de arco de herradura del tipo de Cabeza de Griego, al igual que las que se contemplan en uno de los muros del claustro de la colegiata de San Martín de Elines y en el Conventín de Valdediós, pertenecientes al periodo visigótico tardío. En el dintel del referido vano, que hace la vez de alfil, aparecen los nombres de: FREDENANDUS ET GUTINA; y el año de: DCCC. Ornan la inscripción dos cruces patadas con los símbolos colgantes de Alfa y Omega; y un árbol de cinco ramas con sus frutos. 

Interior de la ermita

      En su interior bancos corridos de piedra recorren adosados a los muros laterales de la nave.  A cada lado de las paredes de separación de la nave con el altar se abre una cavidad, a modo de credencia. Un arco de herradura de tradición visigótica da acceso al santuario.

Comentario

    Ateniéndose –siempre en el terreno de las hipótesis- a los elementos arquitectónicos que configuran la actual fábrica: el arco de herradura y la referida ventana- no sería aventurado deducir que en época tardovisigoda se edificara en la cima de la peña un espacio litúrgico para cobijar posiblemente las reliquias de Céntola y Elena. 

      Si nos atenemos, además, a la datación que figura en la ventana: año 762 –según el calendario gregoriano-; y a las dos cruces patadas con sus correspondientes símbolos propias del arte asturiano (similares a la Cruz de los Ángeles), la ermita se reconstruiría durante la repoblación de estos lugares con norteños transmontanos del incipiente reino asturiano, figurando como promotores Fredenando y Gutina.

Texto y fotografías: Javier Pelaz

Bibliografía:

Javier Sainz Saiz. "Arte Prerrománico en Castilla y León". Ediciones LANCIA. León 2006
Joan Corominas. "Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana". 1954
Claudio Sánchez Albornoz. "Orígenes de la Nación Española. El Reino de Asturias". SARPE, 1985.Madrid  
  
                
     
          
  

jueves, 10 de diciembre de 2015

SAN SALVADOR DE PRIESCA: JOYA DEL PRERROMÁNICO ASTURIANO DE LA COMARCA DE LA SIDRA



      La iglesia altomedieval de San Salvador de Priesca parece recién construida, tal es su  estado de conservación desde la restauración acometida por la Consejería de Cultura en 1990 y gracias al buen cuidado que sobre ella prodigan sus vecinos. Consagrada en 921 con la capital de la monarquía asturiana ya establecida en León, conocemos esta fecha gracias a una inscripción desaparecida durante los trabajos de restauración que Manuel del Busto dirigió entre los años 1910 y 1922 y que estaba situada en lo alto de la pilastra del lado de la Epístola próxima a la capilla mayor según los datos aportados por Miguel Vigil en 1887. Otro epígrafe al lado del Evangelio, también desaparecido en la actualidad, completa la fecha de consagración: día VIII de las Kalendas de octubre de la Era DCCCCLVIIII (24 de septiembre del año 921).

San Salvador de Priesca

      Forma parte del grupo de edificios de lo que podría denominarse Prerrománico tardío de Villaviciosa, junto a san Salvador de Valdediós, San Andrés de Bedriñana, San Bartolomé de Puelles y Santa María de Celada. Guarda cierto parecido con San Julián de los Prados, Santullano, aunque el emplazamiento de Priesca, cercano al mar  Cantábrico y a la Sierra del Sueve, realza la belleza del aparentemente sobrio edificio, como es habitual en todo el Prerrománico asturiano, a excepción de aquella última mencionada, San Julián de los Prados,  transformado radicalmente su entorno natural en urbano por la creciente expansión de la ciudad de Oviedo.

Cabecera

      De planta basilical al modo de las iglesias asturianas y cubierta de madera a dos aguas, la nave central mide 9 metros de longitud y 4.80 de anchura; una arquería separa la nave central de las laterales norte y sur; los arcos de medio punto aparejados en ladrillo reposan sobre tres capiteles imposta que coronan pilares cuadrados de mampostería. Cabecera triabsidial de testero plano y cubierta con bóvedas de cañón.  

Capilla Mayor
  

        Se accede al vestíbulo occidental a través de una portada de arco de medio punto; tal estancia comunicaba en origen con la nave central por medio de una puerta adintelada, aunque reformas posteriores de los siglos XVII y XVIII transformaron este primer tramo abriendo un arco de medio punto y comunicando con el resto de la iglesia las dependencias laterales de este recinto de entrada, que en principio funcionaban como alojamiento para peregrinos. Existieron dos sacristías adyacentes a las fachadas  meridional y septentrional de las que aún pueden observarse vestigios en esta última. El pavimento es original, así como alguna de las celosías y la peculiar pila bautismal. Un discreto ojo de buey en lo alto de la fachada principal tal vez tuviese como función indicar los cambios de solsticio a los habitantes del lugar. En época contemporánea se añadió una sacristía al muro sur.

      En lo alto del ábside central existe como es típico de la arquitectura de la Monarquía Asturiana una cámara supraabsidial con acceso al exterior por ventana ajimezada con pilar central. La bóveda de la capilla mayor reposa sobre una serie de arcos murales ciegos que continúan en el muro oriental; tal disposición recuerda a la existente en Santullano, con la que guarda semejanzas como se comentó con anterioridad a pesar de ser ésta bastante más antigua, con fecha de edificación en la primera mitad del siglo IX durante el reinado de Alfonso II (812-842). La iglesia alfonsí de Santullano, San Salvador de Valdediós, consagrada unos 30 años antes,  y San Salvador de Priesca guardarían reliquias en el tabernáculo excavado en el muro testero. Los altares estuvieron dedicados al Salvador, san Juan Bautista y Santiago.

Capilla del Evangelio


      Las arquerías murales presentan una vistosa y sencilla decoración al estilo de Valdediós. Los capiteles, de forma  troncopiramidal invertida adosados del arco de triunfo, lucen el típico collarino sogueado asturiano, y hojas palmiformes y nervadas y el ábaco decorado con bonitas líneas onduladas. Columnas de fuste circular labrado en un único bloque de piedra y potentes basas con huellas del encaje de antiguos canceles que hoy se exhiben en el Museo Arqueológico de la capital del Principado.

Capilla del lado de la Epístola

      Los capiteles de la arquería mural destacan por la diversidad de motivos en la ornamentación del ábaco que aunque sencillos hacen las delicias del visitante: triángulos, líneas onduladas rematadas en voluta, líneas verticales… Algunos capiteles se decoran con hojas de acanto nervadas y otros de tradición corintia.

Pila bautismal

    El incendio de 1936 deterioró enormemente las pinturas murales. En 1959 Luis Menéndez Pidal emprende la restauración del edificio. Los vestigios pictóricos que han resistido hasta la actualidad se hallan cubiertos por una ligera capa de cal  y cubren ábsides, nave central y nave sur. En la nave central sobre las arquerías se distingue un palacio con un árbol en lo que podría ser un patio y en la zona superior un jarrón con otro motivo floral, restos pictóricos, que guardan gran relación con los de la iglesia de San Julián de los Prados. También al lado sur de la nave central destaca una figura humana entronizada con un brazo levantado y cabeza vuelta a su izquierda que según algunos autores coincide con representaciones de los Beatos.

Ventana ajimezada de la planta superior

      La bóveda de la capilla mayor muestra una serie de círculos y cuadrifolios que no guardan simetría; en el paramento oriental entre la bóveda y la arquería ciega óvalos y círculos con rosetones conectados por estrechos rectángulos. Restos de una Alpha y un Omega revelan la antigua existencia de una cruz pintada. Los ábsides laterales están decorados con arquerías ciegas fingidas y las bóvedas con cuadrados y hexágonos. Tanto Santullano como San Miguel de Lillo guardan gran parecido en su decoración con San Salvador de Priesca, aunque en esta caso las representaciones están más simplificadas.

Ventana original en la sacristía

      El taller de pintores de Priesca parece orientarse por la escuela de Alfonso II (791-842), menos influida por el estilo mozárabe que San Salvador de Valdediós o Santo Adriano de Tuñón.

Texto y fotos: Cristina Sánchez. Gijón


 Bibliografía:
-Prerrománico asturiano. El arte de la Monarquía Asturiana. Lorenzo Arias. Ed. Trea.
-La Nueva España:Tres decadas de Patrimonio de la Humanidad. La Nueva España.2015
 

lunes, 23 de noviembre de 2015

CRÓNICA DEL SENDERISMO ROMÁNICO POR LA "SENDA DEL OSO" DEL VALLE DE TRUBIA



               Como todos los años por estas fechas, aprovechando la época de las castañas -una magosta en el campo siempre es agradable-, iniciamos los románicos una jornada de “naturaleza y piedras”. El día nos regaló una preciosa luz que nos permitió disfrutar del agreste entorno asturiano y admirar los cambios cromáticos que siempre depara el otoño.

Claustro de la colegiata de San Pedro de Teverga


              A las once de la mañana, en la explanada de la Colegiata de Teverga,  nos juntamos los AdR de Cantabria/Asturias y socios de Madrid y Burgos; en total: 34. Algunos, como el que escribe, empezaron el día con un buen desayuno-almuerzo en el bar-tienda de la plaza. 

Recorriendo un tramo de la "Senda del Oso"


              Iniciamos la visita a la Colegiata de San Pedro de Teverga de la mano de Rosa, la guía oficial. El templo es considerado por algunos de transición entre el prerrománico y el románico pleno. Su inicio hacia 1065, nos trae unos capiteles bastante toscos, con motivos geométricos y representaciones del Bien y del Mal muy sencillas. La parte más tardía, hacia 1150, nos da ya capiteles más elaborados, aunque de talla no demasiado fina. A destacar la bóveda de cañón de la nave central, muy estrecha, pero bien construida, y el jaqueado que adorna casi todo el templo. Vimos también el claustro de madera del siglo XVII  y la sacristía cuya principal curiosidad son dos momias, que se conservan y cuya visión no es precisamente muy agradable. 

Avituallamiento



            El sitio nos hizo rememorar la importancia del lugar como parte de inicio del lado asturiano del Camino Real de la Mesa, camino de comunicación entre León y Asturias utilizado desde la época romana. Por allí intentó huir el árabe, Munuza, después de Covadonga y los generales del emir, Hisam, después de saquear el incipiente reino asturiano, sufrieron una estrepitosa derrota a manos de Alfonso II (794, batalla de Lutos). Este hecho bélico posiblemente hizo pensarse a los muslimes otras incursiones en terreno tan escarpado y preservó el reino de Asturias, hasta hacerse suficientemente fuerte para intentar el reto de recuperar España en la gran aventura histórica de la Reconquista.  

Ante la iglesia de San Romano

            Una vez visto el plato fuerte del románico del día nos dirigimos a un parking, que era el lugar de salida. Preparamos  mochilas con las viandas, nos pertrechamos para la caminata y con el ritual del “culín” de sidra, que como siempre y amablemente trajo Cristina, iniciamos la “Senda del Oso“ por el antiguo trazado de la vía de ferrocarril para transportar el carbón de las minas de Teverga a la fábrica de armas de Trubia. La antigua vía de tren ha sido reconvertida en una preciosa senda para caminantes y ciclistas que discurre entre puentes y túneles y que ofrece los rincones y las vistas más espectaculares del  valle. Da la sensación de ir caminando con una postal de fondo. El camino se hizo ameno y cada cual, al ritmo que le permitían sus piernas, fuimos completándolo entre conversaciones, bromas y demás divertimientos. 

            Llegó la hora de reponer fuerzas y en un merendero con mesas desplegamos todas las delicatessen  que llevábamos. Allí aparecieron tortillas, empanadas, caracolillos, bizcochos salados,  bonito embotado,  sándwiches, leche frita y otros dulces. Todo  ello regado con una buena sidra y rematado por la magosta  de castañas que se hizo en un artilugio moderno por no hacer fuego en el campo.

Michael ilustra a los asistentes la iglesia prerrománica de Santo Andriano de Tuñón

          Repuestas las fuerzas, retornamos a los coches para ir a nuestro siguiente destino, la iglesia de San Romano de Villanueva. Antes tomamos un café para despejar el sueño, en una taberna, al lado de un puente romano, en un rincón relajante y lleno del encanto rural asturiano. Caminando fuimos hasta la iglesia, en la cual nuestro guía, Pablo, arqueólogo y miembro de la sociedad "La Ponte-Ecomuséu",  un panegírico de la vida rural y reivindicó la recuperación del medio y su utilización para el turismo y nos interpretó en primer lugar la arquitectura de la fábrica. Se le reconocía el ábside románico, por fuera; y la correspondiente bóveda de horno, por  dentro, algo de imaginería y unas pinturas del siglo XVI, a las que nuestro guía sacó todo el jugo posible. Tuvo su valor como centro -nos contó- de peregrinación para las gentes que tenían hijos en las guerras, pues San Romano es el patrón de los soldados y la gente le pedía que regresaran sanos y salvos sus parientes de los follones en los que nos metíamos para conservar el Imperio durante los siglos XVI y XVII.

         Con la tarde ya languideciendo, nos dirigimos a nuestra última visita: a Santo Adriano de Tuñón. Iglesia prerrománica construida por Alfonso III el Magno, hacia el 890, con el fin de articular la repoblación de la zona. Antes de que no se viese ni torta nos hicimos la foto del viaje, para quedar constancia de nuestra presencia. Michael y Pablo, al alimón, nos ilustraron  sobre los conflictos de la época entre obispos con zonas de influencia y con apetitos de poder terrenal poco piadosos. El obispo de Oviedo no vino a consagrarla, pero sí estuvieron los de Santiago, Coimbra y Astorga. En fín, eran épocas en que el ímpetu conquistador de los reyes asturianos, aprovechando la debilidad del emirato, desplazaron los centros de poder de Oviedo a León y el mismo rey, Alfonso, pretendió dejar la retaguardia bien organizada con este tipo de centros  articuladores del territorio. Al obispo de Oviedo no debió gustarle perder poder.
Foto oficial



            La iglesia es por dentro  un ejemplo de prerrománico sobrio y elegante, sin muchas concesiones, con arcos sin adornos, pero de una belleza sobrecogedora. La pena fue que las tardes rápido caen y la poca luz no nos permitió apreciar algunas cosas, como  una ventana prerrománica geminada, que había en el exterior y algunas celosías que recordaban el arte mozárabe. Tienen importancia los escasos restos de pinturas que hay en la capilla mayor, pero el estado precario de conservación y la poca luz que había no nos permitió apreciarlas en exceso.

      Ya de noche cerrada, nos fuimos despidiendo y emplazándonos para otra pronta salida y aunque el día nos dejó ahítos de piedras esculpidas, ríos turbulentos, montañas, caminos con historia, el viaje de regreso siempre nos hace desear volver a experimentar la misma emoción de descubrir nuevos rincones, de conocer algo más de nuestra historia, y de perfeccionar nuestros conocimientos del arte  que a todos nosotros nos apasiona: el Románico.

Texto: Tomás Lozano. Santander 
Fotografía: Cristina Sánchez (Gijón) y Javi Pelaz (Santander)