lunes, 23 de noviembre de 2015

CRÓNICA DEL SENDERISMO ROMÁNICO POR LA "SENDA DEL OSO" DEL VALLE DE TRUBIA



               Como todos los años por estas fechas, aprovechando la época de las castañas -una magosta en el campo siempre es agradable-, iniciamos los románicos una jornada de “naturaleza y piedras”. El día nos regaló una preciosa luz que nos permitió disfrutar del agreste entorno asturiano y admirar los cambios cromáticos que siempre depara el otoño.

Claustro de la colegiata de San Pedro de Teverga


              A las once de la mañana, en la explanada de la Colegiata de Teverga,  nos juntamos los AdR de Cantabria/Asturias y socios de Madrid y Burgos; en total: 34. Algunos, como el que escribe, empezaron el día con un buen desayuno-almuerzo en el bar-tienda de la plaza. 

Recorriendo un tramo de la "Senda del Oso"


              Iniciamos la visita a la Colegiata de San Pedro de Teverga de la mano de Rosa, la guía oficial. El templo es considerado por algunos de transición entre el prerrománico y el románico pleno. Su inicio hacia 1065, nos trae unos capiteles bastante toscos, con motivos geométricos y representaciones del Bien y del Mal muy sencillas. La parte más tardía, hacia 1150, nos da ya capiteles más elaborados, aunque de talla no demasiado fina. A destacar la bóveda de cañón de la nave central, muy estrecha, pero bien construida, y el jaqueado que adorna casi todo el templo. Vimos también el claustro de madera del siglo XVII  y la sacristía cuya principal curiosidad son dos momias, que se conservan y cuya visión no es precisamente muy agradable. 

Avituallamiento



            El sitio nos hizo rememorar la importancia del lugar como parte de inicio del lado asturiano del Camino Real de la Mesa, camino de comunicación entre León y Asturias utilizado desde la época romana. Por allí intentó huir el árabe, Munuza, después de Covadonga y los generales del emir, Hisam, después de saquear el incipiente reino asturiano, sufrieron una estrepitosa derrota a manos de Alfonso II (794, batalla de Lutos). Este hecho bélico posiblemente hizo pensarse a los muslimes otras incursiones en terreno tan escarpado y preservó el reino de Asturias, hasta hacerse suficientemente fuerte para intentar el reto de recuperar España en la gran aventura histórica de la Reconquista.  

Ante la iglesia de San Romano

            Una vez visto el plato fuerte del románico del día nos dirigimos a un parking, que era el lugar de salida. Preparamos  mochilas con las viandas, nos pertrechamos para la caminata y con el ritual del “culín” de sidra, que como siempre y amablemente trajo Cristina, iniciamos la “Senda del Oso“ por el antiguo trazado de la vía de ferrocarril para transportar el carbón de las minas de Teverga a la fábrica de armas de Trubia. La antigua vía de tren ha sido reconvertida en una preciosa senda para caminantes y ciclistas que discurre entre puentes y túneles y que ofrece los rincones y las vistas más espectaculares del  valle. Da la sensación de ir caminando con una postal de fondo. El camino se hizo ameno y cada cual, al ritmo que le permitían sus piernas, fuimos completándolo entre conversaciones, bromas y demás divertimientos. 

            Llegó la hora de reponer fuerzas y en un merendero con mesas desplegamos todas las delicatessen  que llevábamos. Allí aparecieron tortillas, empanadas, caracolillos, bizcochos salados,  bonito embotado,  sándwiches, leche frita y otros dulces. Todo  ello regado con una buena sidra y rematado por la magosta  de castañas que se hizo en un artilugio moderno por no hacer fuego en el campo.

Michael ilustra a los asistentes la iglesia prerrománica de Santo Andriano de Tuñón

          Repuestas las fuerzas, retornamos a los coches para ir a nuestro siguiente destino, la iglesia de San Romano de Villanueva. Antes tomamos un café para despejar el sueño, en una taberna, al lado de un puente romano, en un rincón relajante y lleno del encanto rural asturiano. Caminando fuimos hasta la iglesia, en la cual nuestro guía, Pablo, arqueólogo y miembro de la sociedad "La Ponte-Ecomuséu",  un panegírico de la vida rural y reivindicó la recuperación del medio y su utilización para el turismo y nos interpretó en primer lugar la arquitectura de la fábrica. Se le reconocía el ábside románico, por fuera; y la correspondiente bóveda de horno, por  dentro, algo de imaginería y unas pinturas del siglo XVI, a las que nuestro guía sacó todo el jugo posible. Tuvo su valor como centro -nos contó- de peregrinación para las gentes que tenían hijos en las guerras, pues San Romano es el patrón de los soldados y la gente le pedía que regresaran sanos y salvos sus parientes de los follones en los que nos metíamos para conservar el Imperio durante los siglos XVI y XVII.

         Con la tarde ya languideciendo, nos dirigimos a nuestra última visita: a Santo Adriano de Tuñón. Iglesia prerrománica construida por Alfonso III el Magno, hacia el 890, con el fin de articular la repoblación de la zona. Antes de que no se viese ni torta nos hicimos la foto del viaje, para quedar constancia de nuestra presencia. Michael y Pablo, al alimón, nos ilustraron  sobre los conflictos de la época entre obispos con zonas de influencia y con apetitos de poder terrenal poco piadosos. El obispo de Oviedo no vino a consagrarla, pero sí estuvieron los de Santiago, Coimbra y Astorga. En fín, eran épocas en que el ímpetu conquistador de los reyes asturianos, aprovechando la debilidad del emirato, desplazaron los centros de poder de Oviedo a León y el mismo rey, Alfonso, pretendió dejar la retaguardia bien organizada con este tipo de centros  articuladores del territorio. Al obispo de Oviedo no debió gustarle perder poder.
Foto oficial



            La iglesia es por dentro  un ejemplo de prerrománico sobrio y elegante, sin muchas concesiones, con arcos sin adornos, pero de una belleza sobrecogedora. La pena fue que las tardes rápido caen y la poca luz no nos permitió apreciar algunas cosas, como  una ventana prerrománica geminada, que había en el exterior y algunas celosías que recordaban el arte mozárabe. Tienen importancia los escasos restos de pinturas que hay en la capilla mayor, pero el estado precario de conservación y la poca luz que había no nos permitió apreciarlas en exceso.

      Ya de noche cerrada, nos fuimos despidiendo y emplazándonos para otra pronta salida y aunque el día nos dejó ahítos de piedras esculpidas, ríos turbulentos, montañas, caminos con historia, el viaje de regreso siempre nos hace desear volver a experimentar la misma emoción de descubrir nuevos rincones, de conocer algo más de nuestra historia, y de perfeccionar nuestros conocimientos del arte  que a todos nosotros nos apasiona: el Románico.

Texto: Tomás Lozano. Santander 
Fotografía: Cristina Sánchez (Gijón) y Javi Pelaz (Santander)


jueves, 19 de noviembre de 2015

UN NUEVO ENFOQUE HISTÓRICO-ARTÍSTICO DE SANTO ADRIANO DE TUÑÓN



      En un diploma de enero de 891 Alfonso III y la reina, Jimena (de Pamplona) concedieron bienes y privilegios al monasterio de Tuñon, en lo que parece ser un acto fundacional. Sin embargo, un pasaje del diploma (que consiste de una copia posterior) parece presentarles como benefactores de un monasterio ya existente, para subvenir a sus eventuales necesidades materiales y espirituales. Esta circunstancia podría explicar la ruda construcción de la iglesia, comparada con iglesias reales como San Salvador de Valdediós, o alternativamente que aquélla fue debida a la rapidez de la obra para que fuera consagrada el año siguiente. En 894, parece que los reyes hicieron una segunda donación. Entre sus numerosas donaciones a la Iglesia solamente fueron destinados dos para fundar otros monasterios: el de Sahagún y uno cerca de Zamora.

Santo Adriano desde su cara sur


      Las donaciónes (excluyendo las interpolaciones posteriores) consistieron de dotaciones de villas y iglesias, y de 23 siervos, del territorio de Tuñón (equivalente al concejo actual). Aunque situado muy cerca de la calzada romana de La Mesa, de un yacimiento paleolítico y de dos castros, los terrenos estaban enfangados por las crecidas fluviales, que requerían estrategias complejas y jerárquicas para su adecuación humana.  Asentado en un espacio improductivo y relativamente despoblado, el monasterio de Tuñón, fue una punta de lanza de penetración estratégica. En un intento de preservar la zapata de la iglesia de la circulación de agua y evitar excesiva humedad de la zona, los constructores pegaron al lienzo del muro de la iglesia, con una base compacta de argamasa, una serie de piedras de gran tamaño, encontradas en las excavaciones de 1989 (una técnica empleada también en Valdedíos)

      Tuñón controlaba el punto de llegada al valle de Trubia del camino que partía a Oviedo y la dotación de propiedades reales aglutinaba las nuevas unidades de población y los poderes locales. La iglesia actuaba como emblema de la autoridad real sobre el territorio y tenía un papel pastoral y de necrópolis. Aunque fue denominada como monasterio, la diferencia entre monjes propiamente dichos y clero regular era prácticamente inexistente en este periodo y la vida monástica tenía todavía contornos poco definidos, reduciéndose en la práctica a cenobios de clérigos y laicos.

Hastial este


      Aún siendo una iglesia relativamente modesta -en comparación con las iglesias palaciegas- Tuñón hubiera dado una gran impresión, en comparación con las pequeñas iglesias de las villas mencionadas en el diploma (Sta. María de Arbazal de Villaviciosa, la única capilla aldeana conservada
Ventana ajimezada
de la época, es bastante más pobre). Tenemos que imaginar el impacto de la decoración por completo de pinturas, los velos colgados desde una viga apoyada por las impostas del arco triunfal, ocultando el Santuario en determinados momentos, los candelabros, cálices, lucernas, cruces, coronas, el olor de los perfumes, los preciosos libros litúrgicos, todos donados por Alfonso (aunque no hay certeza total que estos figuren en el diploma original), y los clérigos enfundados en su rica vestimenta celebrando continuamente el rito hispanovisigodo, detrás del cancel, todo gracias a las rentas de las propiedades donadas.

      Tuñon fue consagrada (según una nota incorporada en una copia más tarde del diploma) en 892 a los santos Adriano y Natalia por Nausto, obispo mozárabe de Coimbra durante 45 años; Sisnando, obispo de Iria Flavia-Compostela, y Ranulfo, obispo de Astorga, y también muy cercano al rey. Posiblemente Nausto pasaba estos años en la corte de Oviedo, porque Coimbra estuvo en manos de Bermudo, hermano rebelde de Alfonso. Hermenegildo, obispo de Oviedo, no figura en el acta, aunque es confirmante de la donación, como tampoco asistió a la consagración de Valdediós en 893, de la nueva catedral de Compostela en 899, o de la iglesia real de Gozón. Esto podría indicar su resentimiento por las influencias mozárabes en la corte de Alfonso, o del gran apoyo de éste a Sisnando (que antes fue abad de Liébana y luego su capellán) en promocionar Compostela. Samuel, el primer abad de Tuñón, era mozárabe también, y es muy verosímil que en 883 actuó de mediador en la embajada de Dulcidio de Toledo a Córdoba, que consiguió del emir, Mohamed II , el traslado de los cuerpos de los santos Eulogio y Leocardia a Oviedo, y por lo cual Alfonso III le puediera haber premiado con el abadengo. 

Templo de tres naves



      Los mozárabes vivían en un ambiente apocalíptico y de exaltación, reflejado en una crónica de 883, que algunos atribuyen a Dulcidio, que anunció, basándose en la profecía de Ezequial, la pronta aniquilación de los musulmanes por parte de Alfonso, y textos como los de Roda (876), que anunció el cierre de la Sexta Edad del Mundo, y por lo tanto el Apocalípis, en al año 900.  Según la historia del obispo Guillen de Verdemonte “en el año de fundación de Tuñón, 891, hubo un terremoto en España y los truenos y la tempestad fueron tantos que cristianos y moros entendieron que perecerían”.

      En un momento de consolidación del Reino (que por entonces se extendía a las orillas del Duero, del Pisuerga y más abajo del Mondego), el monasterio de Tuñón fue concebido por Alfonso como monumento conmemorativo de la derrota definitiva de Munuza en Olalies, Proaza, cuando huyó de las tropas cristianos hacia La Mesa. Sin embargo, con su acostumbrada humildad espiritual, Alfonso se tituló en el diploma “siervo de Dios” (en lugar de gracia Dei rex). Esta ideología apocalíptica y triunfal queda reflejada en las pinturas de Tuñón, como veremos a continuación.

      Luego, con la marginación política de Asturias Tuñón decaía y en 1094 el obispado de Oviedo lo absorbió a su señorío, seguido por una restauración y segunda consagración en 1108 (según la lápida en la arquería meridional de la nave central), convirtiéndolo en canonía rural. Fue necesario que recibiera nuevas dotaciones de Alfonso VI, extendiendo sus propiedades hasta dos iglesias de Villaviciosa (Morvis y Camoca).  En 1398 el obispo, Guillen, viéndolo desamparado otra vez, efectuó otra restauración y entregó su gobierno a la familia Quirós.

      El largo tramo occidental fue añadido en 1108 y 1407 (y el nuevo cuerpo de la nave a los pies, el imafronte; y el remate de la espadaña en los S XVII y VIII). Por lo tanto el edificio original ocupaba algo más que la mitad de la superficie actual, contando con un pórtico con dependencia encima y dos dependencias laterales. Como en otras iglesias asturianas, existe una cámara alta supraabsidal con ventana ajimezada, inaccesible y oculta, aunque en la actualidad visible desde el interior, debido a las reformas. También tenía dos cmaras laterales, de las cuales se conserva una. Salvo las capillas abovedadas de la cabecera (la parte maás original del edificio actual), los cubiertos eran de madera (de los cuales se conserva un trozo decorado con una incisión circular), y el aparejo era de simple mampostería de piedra toba, un material inadecuado, pero reforzado por una armazón de madera en su interior, siguiendo una técnica cordobesa. La iluminación también era inadecuada. Tuñón representa una simplificación máxima del esquema arquitectónico de la época de Alfonso II, indicando tal vez que en las comunidades rurales se mantuvieran una sencillez y un conservadurismo de construcción a lo largo del siglo IX.

      Los pilares de la nave carecen de capitel, imposta o de basas. Los capiteles del arco de triunfo, de hojas de acanto y estilizados nervios son de alrededor del siglos IV a V, posiblemente con pintura original; y, probablemente, los fustes fueran reaprovechados por ser de granito.        Durante la restauración de 1950, efectuada por Menéndez Pidal, fueron descubiertos dos fragmentos de las placas marmóreas del cancel que originalmente separaba el coro de los clérigos de los laicos. Uno (ver foto a la izquierda), que falta la parte superior y que se perdió por completo durante las obras, representa de forma estilizada el Árbol de la Vida y a los dos lados palmetas con folículos corazonadas y tallos con hojas serpeantes, motivos que se encuentran en las placas de cancel de la restauración alfonsina de San Miguel de Lillo y en las de San Miguel de Escalada (913), y en los capiteles del pórtico sur de Valdedíós. El otro fragmento pequeño de estos motivos, que son de origen bizantino y que quizás proceden de la Mérida visigoda, se encuentra en la cámara sur de Tuñón.

Las Pinturas

      Los escasos fragmentos conservados en la capilla mayor, encontrados en la restauración de Menéndez Pidal después de levantar cinco capas de revocas posteriores, son ricos en comparación con la escultura, a pesar de sus defectos formales y técnicos y de su estado actual de deterioro.  En las tres paredes, y a modo de línea de imposta fingida, un friso se compone de un motivo de tallos y ramas entrelazadas, alternando con capullos de rosa de color rojo púrpura y amarillo oro. Es un motivo del arte islámico (encontrado en la gran mezquita de Kairuán S IX y en Medinat al-Zahra, 936-76), de prototipo probablemente sasánida, aunque también se encuentra en el mundo mediterráneo en general (por ejemplo el sarcófago de Itaco en la catedral de Oviedo), y aparecerá de nuevo en el románico (por ejemplo, la cruz de Mansilla de la Sierra,1109). 


      Encima del friso figura una simulación de almenas escalonadas, de color rojo y amarillo alternativamente, que no encuentra analogías en España (aunque una simulación en orfebrería figura en la arqueta de San Genadio donada por Alfonso a la catedral de Astorga). Las almenas remiten en su forma básica a las de la Puerta de San Esteban de la Mezquita de Córdoba (855-6); las dos que figuran sobre la espadaña y línea de cubierta de Valdediós son copias mas exactas. Las almenas de Tuñón, en cambio, son más anchas que largas, carecen de entrante bífido y llevan decoración, aspectos que siguen los modelos de los palacios omeyos de Jirbat-al-Mafyar (Palestina 743) y Samarra (Irak 838), modelos que podrían haber figurado también en la arquitectura cordobesa de los S VIII y IX y que aparecen en las almenas de Medinat al-Zahra. Según Bango Torviso las almenas importadas en el ábside, que en las mezquitas representan la fortaleza simbolica del Islam, tienen el propósito de representar, y de oponer a ésta, la fortaleza de la ciudad santa del Jerusalén Celeste del Apocalípsis (tal como en Valdediós), coronadas por las tres cruces que figuran encima. La decoración del interior de las almenas, consistente de un arco poliolobulado que recoge un arco de herradura y de diminutos semicírculos, podría reforzar esta imagen de ciudad.


      Probablemente entre las dos estrellas pintadas en el testero figuraba una cruz para completar las dos cruces con astil procesional que figuran en los otros muros, una combinación inusual que puede ser una reminiscencia de su función apotropaica en los santuarios de iglesias coptas y capadocias de evitar las malas influencias. Se parecen a la Cruz de la Victoria por estar resaltados por espolones semicirculares y por la larguera mayor del brazo inferior. De los espolones de la cruz del muro meridional brotan dos antenas curvadas en espiral hacia el interior, otro motivo de origen andalusí. En cambio, en la franja que enmarca la ventana y en los ribetes de las hornacinas (puestas para guardar las credencias) figura un motivo más tradicional, compuesto de círculos concéntricos separados por haces de finas y alargadas hojas, que aparece también en las arquerías de las capillas mayores de San Julián de los Prados y de Valdediós, y en la nave sur de Lillo. (Una representación estilizada de lo que podría ser finos y sinuosos tallos también figura en la nave de Tuñón). Las estrellas que figuran a cada lado de la ventana representan el So,l a la izquierda, y la Luna, a la derecha. En la teología visigoda y de los Padres de la Iglesia Cristo representa el Oriente, el Sol que ilumina a la Luna, que es su Iglesia. Son testimonios de la dimensión cósmica que alcanzó la Pasión y Resurrección, estrechamente vinculados al sacrificio eucarístico y a la apocalíptica, evocando el Sol la ultima venida de Cristo en majestad. Se encuentran representadas de forma idéntica en iglesias paleocristianas del S IV, pero luego no aparecen hasta Tuñón y el Beato de Girona (S X). 



      En las pinturas del ábside de Tuñón predominan los repertorios andalusíes, que se combinan con otras tradicionales del Norte, heredados de la Antigüedad Tardía. Pudieron acudir al entorno de Alfonso un taller conocedor de estos repertorios, que utilizaba una unidad de medida distinta a la de la fábrica de la iglesia (según una línea grabada encontrada). El taller podría haber incluido gente arabizada, que no observaba ninguna religión, quizá traídos por Samuel, o de árabes-bereberes, algunos cristianizados, asentados en la cuenca del Duero, o de tránsfugos del emirato. Las fronteras eran permiables y incluso operarios del Norte se fueron a trabajar en Medinat al-Zahra. De conseguir su presencia en Tuñón, y de permitir que se utilizaran repertorios andalusíes por fines ideológicos cristianos, seguramente fue debido al patronazgo real.

Texto: Michael Wilkinson. Canterbury (Inglaterra)
Fotografía: Javi Pelaz y Michael Wilkinson

Bibliografía:

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Isidro G Bango Torviso: El verdadero significado del aspecto de los edificios. De lo simbólico a la realidad funcional. La iglesia encastillada. Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte (UAM), IX-X, 1997-8
Luis Caballero Zoreda y Eduardo Rodriguez Trobajo: Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñon. Arqueologia de la Arquitectura. Anejos de AEspA LIV, 2010
Martin Carrillo y Alderete, obispo de Oviedo: Teatro Eclesiástico de la Santa Iglesia de Oviedo (1735)
FJ Fernandez Conde, Enciclopedia del Prerromanico, Asturias, Tomo I
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Cesar Garcia de Castro Valdes: Arte Prerrománico en Asturias
Ivan Muñiz Lopez: Principios de formación y transformación del poder; el señorío monástico de Santo Adriano de Tuñon, (S IX a XVIII), en Territorio, Sociedad y Poder, Nº 7
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Prerrománica Asturiana. El arte de la Monarquia Asturiana.
Enciclopedia del Prerrománico  Tomo II
La pintura mural en el Reino de Asturias en los siglos IX y X, 1999
Basilio Pavon Maldonado:
Sobre el origen sirio de las almenas decorativas hispanomusulmanes, en AL-Andalus No1 1969;
Las almenas decorativos hispanomusulmanes: Cuadernos de Arte y Arqueologia, 1986
Mireille Mentré El estilo mozarabe (La Peinture Mozarabe).
Manuel Risco, España sagrada. Tomo 37 (1789)
   

Otras fuentes:
Pablo López Gómez, arqueólogo y guía-intérprete de La Ponte-Ecomuséu