martes, 16 de septiembre de 2014

MONASTERIO DE SANTA MARÍA LA REAL DE VILLAMAYOR DE LOS MONTES



 

UN POCO DE HISTORIA

      Villamayor de los Montes es un pequeño pueblo situado en el centro–oeste de la provincia de Burgos. En época altomedieval fue una comarca repoblada por comunidades mozárabes.

      En este lugar encontramos un interesante monasterio, bastante poco conocido, habitado por un grupo de monjas cistercienses y que sigue vivo tras diez siglos de historia, de los cuales sólo ha conocido una breve interrupción de diez años (1617-1627), ya que el Duque de Lerma, empeñado en  convertir su villa en capital política, religiosa y artística, las concentró allí junto a otras comunidades femeninas, pero,  en cuanto les fue posible, abandonaron al duque volviendo de nuevo a su monasterio. Con parte de la indemnización que la Casa Ducal se vio obligada a pagarlas, adquirieron la sillería de cuarenta asientos, labrada en madera de nogal que actualmente conservan.

       P. Serrano, abad de Silos, en su obra, “El mayordomo mayor de Doña Berenguela”, prueba que el monasterio de Villamayor de los Montes, se fundó a mitad del siglo XI lo más tarde y le dotaron con bienes en Burgos, Lerma y Asturias de Santillana, pertenecientes  a la Casa de Lara, Condes de Castilla.


 

      En esa época, en tierras reconquistadas, señores religiosos levantaron monasterios, llamados “familiares”, porque estaban sometidos al patronato de sus fundadores. Uno de éstos debió de ser el de Villamayor de los Montes, dedicado a san Vicente, diácono y mártir, del que los españoles del  Medievo eran muy devotos, y que pudo acoger una comunidad de clérigos seculares.

      De ese tiempo es la pila bautismal -otros la datan de últimos del siglo XII o principios del XIII-, que se conserva en uso en la iglesia parroquial, anexa al monasterio, dos grandes capiteles que se ven bajo el arco triunfal de la iglesia conventual y un muro de ladrillo del convento a la parte oeste, próximo a la puerta del templo.

      Este cenobio, en 1139, tuvo donaciones del noble Pedro Fernández y, en 1203,  su abad, Rodrigo González, recibía bienes adquiridos por Garci Fernández y su esposa, Teresa Muñoz. Dicho señor fue  mayordomo mayor de la reina doña Berenguela y ejerció igual cargo con doña Leonor Plantagenet y de Aquitania, para entonces viuda de Alfonso VIII, y con Fernando III y ayo  del infante Alfonso, futuro Alfonso X. Con su segunda esposa, doña Mayor Arias, se hizo con la propiedad del cenobio, ya que compartían el deseo común de perpetuarse espiritualmente en una obra religiosa, donde fueran acogidos sus cuerpos tras la muerte y les tuvieran presentes en sus plegarias.

      Don Garci Fernández acudió a la comunidad de las Huelgas Reales de Burgos y con el debido permiso eclesial implantó el Cister. Se consagró a la Virgen María, como todo monasterio cisterciense, con el nombre de Santa María la Real.

 

EL CLAUSTRO

      Dedicado a san Roberto de Molesmesa -una talla de piedra en el centro del mismo lo ratifica-, de un románico tardío, tiene bastante que ver con el de San Andrés de Arroyo o Las Claustrillas del monasterio de las Huelgas.   

     


      Situado en el costado meridional de la iglesia, es un espacio cuadrado, con sus cuatro pandas interrumpidas por un sepulcro en el ángulo nor-oriental y un modesto pozo, en el lado del mediodía. Sus arcadas son de medio punto aboceladas y flanqueadas por escocias que apoyan sobre columnas pareadas, salvo en los ángulos, que lo hacen sobre cinco,  siendo la central bastante más gruesa. Están coronadas por capiteles ornados con motivos exclusivamente vegetales (crochets, acantos y hojas lobuladas) y rematan en cimacios lisos. Las basas, que arrancan de un zócalo a modo de bancal, apoyan sobre plintos rectangulares, son de modelo ático, provistas de doble toro superior, incisa escocia y grueso toro inferior.

      En el muro del claustro que da al templo, hay tres pequeñas inscripciones funerarias medievales.

      En la claustra podremos contemplar la tapa de un sepulcro con un báculo abacial.

      En el extremo de la banda norte del claustro se abre la portada que conduce al templo. Destacan los roleos de las basas de columnas áticas y sus capiteles trifoliados, delicadamente esculpidos.

      El pavimento del claustro, realizado en el siglo XVI con guijarros blancos, negros y rojizos, representa, aparte de diversos motivos geométricos, una escena de caza en el ala sur, y animales, un abanderado y el escudo del monasterio en el ala oeste.

 

EL TEMPLO

      El templo, aunque de tamaño muy inferior, se asemeja al modelo de Las Huelgas. Consta de una sola nave, crucero acusado y cabecera escalonada de tres ádsides, siendo el central más alto y profundo con planta poligonal. Los  laterales son cuadrados y de muro de cerramiento plano. Sus bóvedas son de crucería, con nervios delgados baquetonados que reposan sobre finas columnas cilíndricas. Los capiteles, en su mayoría, presentan motivos vegetales. Aunque  no es habitual en las casas cistercienses, encontramos un animalito en los capiteles de entrada al ádside meridional, así como, en la clave de tramo recto del presbiterio, podemos contemplar un ángel turiferario en pie. La clave de la capilla lateral del costado septentrional contiene un Agnus Dei con una de las patas levantada, que sostiene una cruz en la que ondea un estandarte.




      En el presbiterio, a mano izquierda, hay un sepulcro de piedra sin adornos, desconocido, y dentro de un arcosolio; en el transepto, se encuentra otro sepulcro  con dos escudos, uno con trece roeles y el otro con cuatro bandas sembradas de armiños (Sarmiento y Varona) y una leyenda adjunta:” Año de un mil DL/X mandó hacer/ esta sepultura/ la señora Doña Mencía Sarmiento abba/desa deste monasterio/ y mandó sacar los/huesos de IIII caballe/ros que estaban/ en III túmulos de ma/dera y eran parientes del muy magnífico señor/ Don García Sarmiento/ fundador de esta casa”. Como dato curioso decir que la referida dama se dejó llevar por el afecto a su apellido y suprimió el patronímico Fernández de dicho fundador.

      En un lateral  del retablo  que aparece a los pies del coro, se encuentra una imagen  de la Virgen con el Niño, sedente, que unos datan del  siglo XII y otros del segundo cuarto del siglo XIII. El Niño está en la rodilla izquierda de su Madre, bendice con una mano y en la otra lleva un globo pequeño. La Virgen  está sentada sobre un banco y en la mano derecha sostiene un fruto -pudiera ser una manzana-. Destaca la actitud de su mano izquierda, con la que cuida y presenta al Niño, al que no toca directamente sino a través de su manto.

      Enfrente de la Virgen, hay una imagen de Dios Padre, fechada en el siglo XIII, el cual está sentado sobre banco pequeño, frontalmente, y abre las manos. Podría haber pertenecido a un grupo de la Trinidad.




 

PILA BAUTISMAL

      Dentro del conjunto arquitectónico del monasterio, se encuentra la iglesia parroquial, -dedicada a los santos Vicente, Sabina y Cristeta-, en donde se encuentra una notable pila bautismal aún en uso. Como se dijo anteriormente, unos la datan del siglo XI y otros del XII o principios del XIII. Sus dimensiones son: 124 cm de diámetro por 125 de altura. La copa está adornada con veinte arcos de medio punto, en cuyas enjutas encontramos, aunque apenas se aprecian, algunos detalles como cabecitas, aves y estelas de recuerdo visigóticos. Los arcos descansan sobre columnas y, en uno de los intercolumnios, hay una cruz dentro de un disco. Está apoyada sobre una base cilíndrica. La copa, en su interior, está trabajada en forma gallonada.

      Pertenece a la  iglesia, pero está guardada en el monasterio, la Cruz parroquial, de plata en su color, de la segunda mitad del siglo XVI, con marcas de población y del platero autor de la pieza.

Texto: Emilia Higuera. Santander

Fotos: Javi Pelaz. La de la pila bautismal de Wikipedia

Bibliografía:

Luciano Huidobro Serna . (Boletín de la Institución Fernán González. Publicación trimestral. Año XXXVI. Primer trimestre de 1957. Núm. 138. –VILLAMAYOR DE LOS MONTES Y SU MONASTERIO CISTERCIENSE Y HOSPITAL).

Enlaces externos:

Románico Digital: ( VILLAMAYOR DE LOS MONTES-Monasterio de Santa María la Real)

Arteguías.com: (MONASTERIOS DE ESPAÑA – Monasterio de Villamayor de los Montes (Burgos).

Página oficial del monasterio: (http://www.monasteriovillamayor.com )

 

 

 

 

viernes, 12 de septiembre de 2014

FORTALEZA CALIFAL DE GORMAZ


 
      Alcazaba del siglo X encaramada en lo alto de un cerro que domina el infinito paisaje de cuadrículas castellanas, que recorre el mítico Duero. Imponente destaca ya su silueta a lo lejos es inevitable sentir un súbito estremecimiento de emoción, ante la historia que atesora entre sus muros y almenas la fortaleza árabe de mayor envergadura de Europa.
 

         El cerro sobre el que se alza estuvo habitado desde la antigüedad  por los pueblos celtíberos, como es natural, pues la esbeltez del montículo  que ocupa casi en su totalidad, y las escarpadas laderas convierten la fortaleza de Gormaz en magnífico recinto para la defensa. Hacia el noroeste existió ya un pequeño castillo en el siglo IX, pero es Galib, general de Abderramán III, quien posteriormente construye la fortificación con el propósito de  consolidar la frontera con los reinos cristianos o "Marca Media". En este lugar organiza la base del poder militar musulmán y en Medinacelli los asuntos políticos. En el 975 Galib pelea con éxito contra leoneses, castellanos y navarros. Tres años después pasa a manos castellanas, durante seis años. Almanzor, alcaide de la fortaleza, se la arrebata a los cristianos en 983 y emprende desde aquí alguna de sus campañas. Fernando I la recupera definitivamente pasando a manos cristianas desde el 1060. En 1087 el Cid Campeador ocupa el cargo de alcaide. A medida que avanzan los reinos cristianos hacia el Sur el castillo de Gormaz pierde parte de su importancia estratégica y poco a poco es abandonada. Se utiliza como cárcel en la época de los Reyes Católicos.

 

       La fortaleza mide 450 metros de largo por 60 de ancho, sus murallas alcanzan una altura de 10 metros. Construcción árabe en su origen, también fue reparada y reconstruida a lo largo de los siglos por los sucesivos habitantes cristianos que la ocuparon. Sillares a soga y tizón en l,a base y mampostería a altura superior.

 

       La torre de Almanzor y la del Homenaje, modificada  ésta en el siglo XIV en estilo mudéjar, custodian el alcázar, lugar de residencia del alcaide y los señores del castillo. En el patio interior cisternas y aljibes aseguran el suministro de agua en caso de sufrir prolongados asedios. Una puerta en codo en la torre del homenaje dificulta el paso al alcázar en caso de ataque y un portillo cercano asegura una vía de escape si fuere necesario huir con celeridad. Desde el camino de ronda se vigilaba el recinto y, a día de hoy, siguen existiendo las escaleras y es posible recorrerlo y admirar el extraordinario flanco Sur de la fortaleza con sus 28 torres. En la explanada central, lugar que albergaría a las tropas, así como las cuadras, cocinas, almacenes, etc. se alza la entrada principal al castillo, una soberbia puerta de doble arco califal.

 

       Dispuestas entre las grandes fortalezas existen también en Soria una treintena de las denominadas atalayas, torres de vigilancia de planta cilíndrica ,construidas por el Califato, y situadas en puntos de gran alcance visual para controlar las rutas de comunicación. El material empleado es sillarejo de caliza, altura de unos 10 metros. La terraza superior permitía enviar y recibir señales luminosas mediante espejos o fogatas, o también acústicas al resto de atalayas y castillos durante las veinticuatro horas del día con gran eficacia.

      En la ladera Sur del cerro la ermita de San Miguel, de origen prerrománico, conserva unos excelentes frescos románicos, así como una pila bautismal cruciforme, que bien pudiera remontarse a época visigoda. Curiosos graffitis decoran los muros del templo. Por todo ello visita inexcusable para quien guste del arte y la historia de la Alta Edad Media, que a buen seguro se tornará inolvidable.
Texto: Cristina Sánchez. Gijón

Fotos: Javi Pelaz. Santander

 Bibliografía:

   Guía de lugares arqueológicos de Castilla y León.  Jesús del Val Recio, Consuelo Escribano Velasco. Junta de Castilla y Leó

Otras fuentes:
   Arteguías. http://www.arteguias.com/castillo/gormaz.htm

  

 

martes, 9 de septiembre de 2014

AGRESIÓN URBANÍSTICA A LA IGLESIA DE SAN MARTÍN DE FRÓMISTA



      Lo de este país y su sentido de conservación de lo que realmente lo identifica, que es su patrimonio histórico, lo de este país, repito, no tiene arreglo.

      La última agresión la acabo de contemplar en el mágico enclave de la iglesia románica de San Martín, en Frómista. Tras tres días haciendo el Camino, la culminación la teníamos en este pueblo y su emblemática iglesia. Durante el trayecto, muchos compañeros de peregrinación, casi todos extranjeros, comentaban continuamente las ganas de llegar para contemplar esta maravilla arquitectónica.
 

      La visión a nuestra llegada no pudo ser más traumática. La espléndida plaza que circunvalaba el templo para su perfecta contemplación, le ha crecido un adefesio en su entrada Oeste en forma de estructura de viviendas unifamiliares, a escasos metros de su fachada. La horrible estructura, de la que acompaño fotos, tiene colgado de manera ostentosa un cartel donde reza que posee todos los permisos de obra y de ¡¡Patrimonio!!! De la Junta de Castilla y León. Este cartel parece demostrar la culpabilidad de alguien (¿pelotazo urbanístico otra vez?), pues como reza el proverbio latino EXCUSATIO NON PETITA, ACUSATIO MANIFESTA.
 

      En el enlace adjunto podréis observar que la polémica está servida y que, si no lo evitamos, un nuevo atropello cultural, y de gran calibre, se cometerá en nuestro país. ¡¡¡Qué vergüenza!!!
Texto y fotos: Juan Carlos Dueñas. Santander
http://vozpopuli.com/actualidad/47945-espantajo-frente-a-la-iglesia-de-fromista-los-vecinos-ex

domingo, 7 de septiembre de 2014

GALERÍA FOTOGRÁFICA DE LA JORNADA ROMÁNICA DE LEÓN

La clase ante la basílica de San Isidoro
Tomás, experto en conducir furgonetas
Jairo, guía del Museo de León
Jairo ilustrando a los presentes el arte romano
Jose Alberto, nuestro guia experto en románico leonés
En la explanada de San Isidoro el grupo atento a las explicaciones
de nuestro guía
A pesar del calor los asistentes continúan atentos
Entrega de un obsequio a nuestro incansable guía
Emilia y Javi, parte de los organizadores del evento
A la sombra Tomás interviene en el debate abierto tras la charla de Jose Alberto
Patricia se dispone a subir a la furgoneta alquilada por los cántabros
Por la noche luz y sonido sobre la fachada de San Isidoro
Inicio de la jornada ante la catedral con la guía del grupo
En el interior del monasterio de Gradefes
San Miguel de Escalada
Los asistentes en la prensa cántabra
Fotos: Emilia, Cristina, Juan Carlos y Javi

miércoles, 3 de septiembre de 2014

EREMITORIOS RUPESTRES: CUEVAS DE LOS PORTUGUESES DE ARROYO DE LAS TORCAS (BURGOS)



      Los reinos cristianos del Norte de la Península Ibérica se van consolidando hacia el siglo X y en los territorios de León, Palencia, Burgos, Cantabria y La Rioja han ido surgiendo los eremitorios rupestres, oquedades excavadas a mano en la roca, siempre localizados en lugares protegidos por los escarpes del terreno y dotados de importantes recursos naturales, que permitieran subsistir a sus moradores, principalmente un buen aporte de agua. Desde el siglo VII existen ya estas cuevas excavadas en roca arenisca, roca fácil de manejar por su escasa dureza. La dificultad en su datación exacta se une a la incertidumbre sobre su cometido original, pues se ignora si existió alguna corriente religiosa que promulgara el ascetismo o más bien fueron los mozárabes procedentes del sur de la Península quienes las construyeran como cobijo.

 

      Generalmente, constan de una nave principal con entrada al Sureste, así como algún espacio adicional a los pies o en los laterales con función de sacristía o baptisterio. En los alrededores del habitáculo existen con frecuencia necrópolis de tumbas antropomorfas y diversas estancias excavadas a su vez en la roca.

 

      Los constructores de estas ermitas rupestres toman como modelo los edificios de la época, utilizando el arco de herradura y el de medio punto, bóvedas de cañón y ábsides planos o en semicírculo. Gracias a alguna inscripción fundacional o los restos de cerámica hallados en el lugar resulta posible en ocasiones averiguar la época en que se excavaron y utilizaron como morada o iglesia.

 

      Según san Isidoro de Sevilla (556-636): "Anacoretas son quienes después de la vida cenobítica (en la que imitan a los Apóstoles), se dirigen a los desiertos y habitan solos en los parajes despoblados, apartados de los hombres, imitando a  Elías y a Juan."

      Uno de los primeros eremitas allá por el siglo VI fue san Millán (473-574), un joven pastor de ovejas, quien tuvo por maestro a san Felices, anacoreta a su vez. Aquél vivió durante 40 años en la Sierra de la Demanda, excavó su propia morada, que se amplió años después al comenzar a organizarse la vida cenobítica, construyendo alguna estancia cuyos muros y arcos perduran en la actualidad. En el 954 el rey, García Sánchez I,  amplía el edificio visigodo, data de esta época la galería de entrada y los arcos de herradura. Sancho el Mayor, en el siglo XI, construye a su vez, y se realizan nuevas modificaciones en "Románico”, en pleno siglo XII. Se elevan muros y arcos de medio punto ante las cuevas originales del eremitorio de San Millán. Actualmente el Monasterio de Suso alberga la lauda sepulcral del fundador, en alabastro negro y con estatua yacente de la segunda mitad del siglo XII. Constituye este edificio un magnífico ejemplo de la evolución en las construcciones y modos de vida de los monjes durante la Alta Edad Media.


 

      El completo eremítico rupestre de Arroyo de las Torcas (La Horadada), en las Merindades (Burgos), consta de 14 habitaciones excavadas en una pared de arenisca, en  un pequeño desfiladero cubierto de una exuberante arboleda, por donde fluye un caudaloso arroyo conformando un curioso hábitat oculto desde el exterior.

 

      La denominación actual de Cuevas de los Portugueses se debe a su reutilización como viviendas a principios del siglo XX por los trabajadores del ferrocarril Santander-Mediterráneo. Estos trabajadores modificaron la obra medieval, comunicando entre sí los diferentes habitáculos. Las cuevas originales tenían planta rectangular y se accedían a su interior a través de una puerta tallada junto a otro vano como una ventana. Los bancos corridos y mechinales u hornacinas datan de aquellos primeros tiempos.

 

      Continúa debatiéndose en la actualidad si estos habitáculos constituían meros alojamientos de ganaderos seminómadas de época altomedieval, o lo que resulta más probable, tienen su origen en las comunidades religiosas que avanzan del eremitismo a la vida en comunidad: el incipiente monacato.
 
Texto y fotos: Cristina Sánchez. Gijón 

Bibliografía:

"Guía de lugares arqueológicos de Castilla y León" 
Consuelo Escribano Velasco y Jesús del Val Recio. Junta de Castilla y León, Consejería de Cultura y Turismo. 2004.

La Rioja Turismo: http://lariojaturismo.com/comunidad/larioja/recurso/monasterio-de-suso/88b7b4c7-fa0a-49cd-824d-86e6e049ad67

Paneles explicativos del lugar.

ACERCAMIENTO HISTÓRICO-ARTÍSTICO DEL CLAUSTRO INFERIOR DEL MONASTERIO DE SANTO DOMINGO DE SILOS


      El claustro del cenobio de Silos se le ha relacionado –por la historiagrafia románica- con el homónimo francés de San Pedro de Moissac. La dicotomía de si el recinto claustral de Moissac fue primero cronológicamente que el de Silos o viceversa dio lugar a un debate entre los estudiosos del tema, inclinándose a favor de la primacía según el  chovinismo nacionalista de cada historiador.

 

      A pesar de esa disputa cronológica, existe un hecho evidente que los hermana a ambos: los dos recintos se salvaron de la piqueta gracias a la intervención “divina”.  Por medio del cuadrilátero francés se tenía previsto que pasara la nueva línea férrea. Tal proyecto naufragó gracias a la invención rauda de los académicos e intelectuales de la época. En cambio, el de Silos se libró de su destrucción, quizás, “por falta de dinero” (Senra) para continuar la construcción de los nuevos recintos de la nueva iglesia de estilo neoclásico comenzada en 1751.

 

      Sobre la datación del claustro benedictino de Silos no existe ningún documento que avale una fecha concreta -todo lo contrario ocurre con su epónimo de Moissac, que se da por válido el año 1100 de su construcción-, motivo por el cual el batiburrillo de fechas, sin base histórica alguna, es profusa. Sólo son conjeturas personales de cada estudioso. De todas las formas lo que expone al respecto el profesor Senra me parece lo más acertado: “(…) el monasterio pertenece al siglo XII. La ampliación oriental de la iglesia (románica) y las primeras galerías del claustro  a su primera mitad; y la ampliación occidental y el remate del claustro al último tercio del siglo XII.”

       A raíz del engrandecimiento del recinto litúrgico ejecutaron sus labores en el claustro de la planta baja, en distintas épocas, dos talleres, cuyas disimilitudes son bien notorias. si nos fijamos con atención en sus ejecuciones, tanto en la arquitectura como en la ornamentación iconográfica.

      El magister del primer taller dejó su impronta en las pandas Norte y Este, en las primeros años del siglo XII. Las características de sus trabajos son las siguientes:

-          Las columnas pareadas de los arcos de las correspondientes galerías están separadas, con mayor éntasis de los fustes.

-          Las placas relievarias que adornan los machones son de poco relieve y escaso movimiento de sus figuras.

En cambio, las columnas del segundo magister están unidas y su iconografía es más realista y con mayor volumen (postrimerías del siglo XII).

      Otra de las diferencias, entre ambos talleres, consiste en que el segmento de arquería del primero se compone de catorce columnas y dieciséis las del segundo, debido a la ampliación de la iglesia llamada “alta”, cuando el reducido espacio litúrgico de la “baja” no era suficiente para acoger la afluencia masiva de peregrinos que, a la sazón, se acercaban a venerar la tumba del fundador del monasterio: santo Domingo.

 
En todo el recinto claustral de la planta inferior el número de capitales de las columnas es de sesenta y cuatro, con ocho relieves en todas las esquinas del cuadrilátero irregular. De estos últimos se asignan a la primera fase, cuyos artífices fueron los del primer taller, los correspondientes a las siguientes escenas:

La Ascensión y Pentecostés ( Sur y Este)

El Sepulcro y El Descendimiento (Norte y Este)

Los discípulos de Emaús  y La duda de Santo Tomás (Norte y Oeste)

      Los del segundo taller son:

La Anunciación y El árbol de Jessé (Sur y Oeste)

      En cuanto al programa escultórico de las cestas troncopiramidales de los capiteles sólo señalar que la inspiración de sus temas se hallan en las producciones de miniaturas de los scriptoria, como también de los talleres de orfebrería y eboraria, con un marcado influjo islámico.  

    

      En las caras de las cestas observamos una colección de animales fantásticos sacados del bestiario medieval: grifos, arpías, centauros, sirenas, leones, dragones y aves fabulosas, alternándose con flores de acanto y zarcillos (todo ello del primer taller). Son interesantes los capiteles historiados en donde se plasman escenas del Nuevo Testamento: La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, la huida de la Sagrada Familia a Egipto… pertenecientes estos últimos al segundo taller.

Los discípulos de Emaús (primer taller)
 
 
       La iconografía encestada no sólo la encontramos en las roscas de la arquería claustral, sino también en otros lugares bien visibles como en los capiteles esculpidos en el umbral de la sala capitular con acceso por el muro occidental de una de las galerías: dos de ellos representan a parejas de monos con sus cuellos y patas atados con cuerdas. Así mismo, en la llamada Puerta de las Vírgenes, que servía a los monjes de tránsito del coro al claustro. Es una portada abocinada con el arco de entrada de herradura de tradición mozárabe. Mas lo que atrae la atención son los capiteles de los sus cuatro fustes, bien trabajados, pero sin relación alguna con los del claustro, ya que la puerta pertenece a la primigenia iglesia románica –edificada en tiempos del abad Fortunio, sucesor de santo Domingo, tras la muerte de éste ocurrida en el año 1073-, al igual que el brazo sur del transepto del interior de la actual iglesia monacal. La temática es inexplicable por su trasfondo escatológico:

La Anunciación (segundo taller)

-Dos hombres con cabeza común, en genuflexión, se mesan las barbas.

-Un ángel en posición frontal.

-Dos personajes y otro en el centro de ambos con las piernas cruzadas.

-Dos leones rampantes sujetos con cuerdas por dos personajes.   

      Una enorme estatua de piedra de la Virgen sedente –conocida como la Virgen de Marzo- con el Niño sobre su rodilla izquierda (de claro influjo gótico) preside una de las galerías.

Capitel de la Puerta de las Vírgenes

 Y en otra panda nos encontraremos con el lauda sepulcral (siglo XIII)  del santo fundador del monasterio, sostenido por tres leones de bella factura. Domingo, en posición yacente, porta su báculo abacial y un libro en sus manos. En la cabecera un ángel le corona y  a sus pies aparecen suplicantes dos personajes con dos dragones en el borde de la tapa.   

      Y antes de hacer la visita –para abrir boca como dice los gourmets, no estaría de más leerse el poema de santanderino, Gerardo Diego, loando el ciprés que se erige en el centro del patio y cuya primera estrofa dice así:

                      Enhiesto surtidor de sombra y sueño

                      Que acongojas el cielo con tu lanza.

                       Chorro que a las estrellas casi alcanza

                       Devanado a sí mismo en loco empeño.

Texto y fotos: Javier Pelaz. Santander

Bibliografia:

“Siete maravillas del románico español”: El monasterio de Santo Domingo de Silos y la secuencia temporal de una singular arquitectura ornamentada. Senra y Gabriel y Galán J.L. Fundación Santa María la Real. Aguilar de Campóo. 2009

Cuaderno de notas del autor. Agosto, 2014


 

martes, 2 de septiembre de 2014

CRÓNICA DE LA VISITA DE LEÓN Y SU ENTORNO


      Semanas  después del  regreso de León continúo recordando tantos momentos agradables que vivimos recorriendo, la que es mi ciudad del alma, en compañía de Amigos del Románico procedentes de multitud de lugares:  Cantabria, Madrid, Huesca, Zaragoza, Navarra, País Vasco, Asturias, Sevilla… y no dejo de pensar en lo afortunados que somos por contar con gente como nuestro coordinador, Javier Pelaz, y las personas que de algún modo le ayudaron a organizar este evento, en que tanto hemos aprendido sobre el arte Románico de una provincia, que si bien recorro a menudo, nunca llegué a conocer en profundidad hasta esta XIII JdRL, organizada por la sección astur-cántabra de la referida asociación.

      Proseguiré relatando como buenamente pueda, ya que la tarea de escribir no resulta fácil cuando se quiere retratar con máxima fidelidad una experiencia tan especial,  las visitas con los mejores guías a  monumentos de la ciudad y provincia de León que no tienen parangón en la Península. 

 

      A menudo disfrutamos de iglesias y monasterios románicos, pues tal es nuestra afición, pero esta vez hicimos un inciso en la búsqueda de nuestros objetivos de medio punto para adentrarnos en una catedral de vidrieras que dejan pasar la luz del sol de diferentes maneras cada hora del día y cada día del año, construcción magnífica, que ha superado el paso del tiempo, a pesar de las desafortunadas intervenciones, que a lo largo de la historia impusieron modas -y como muchas modas se siguen sin usar el cerebro-, la colocación de una cúpula barroca con que casi derrumba este edificio.  Sin duda sabrán que me refiero a la "Pulchra Leonina", émulo de la francesa de Reims, y que bien podría declararse Patrimonio de la Humanidad dadas sus singulares características sin apenas añadidos posteriores. Otros daños sufridos -debido al terremoto de Lisboa del año 1755- causaron serios daños, pero la sabia intervención de algunos arquitectos logró que este edificio continuara en pie luciendo magnífico en un entorno en que se ha sabido cuidar que el resto de edificios no resten magnificencia a la gran joya del gótico español.

      Tras unos minutos de retraso ocasionados por el cansancio del viaje y el desconocimiento de algunas calles, algunos AdRs, (léase la humilde autora de este difícil escrito y algún acompañante), el sábado 28 de Agosto, a las 10 de la mañana, nos encontrábamos en la Plaza de Regla para de inmediato escuchar  las interesantes explicaciones de la guía sobre la fascinante historia de León, en principio la instalación del campamento permanente de la "Legio VII Gemina", de cuyo nombre parece derivar el de la ciudad, sin tener que ver con ningún león, tal como nos explicó nuestra guía. Antes de comenzar las explicaciones, huelga decir que dedicamos unos minutos a saludos y abrazos entre los integrantes de la expedición, ya que vamos siendo también amigos muchos entre nosotros y siempre es motivo de alegría reencontrarnos para compartir una pasión por el Románico que si bien en solitario también sin duda cultivamos, el hecho de juntarnos tantos con la misma ilusión añade una magia increíble a la vivencia de internarse en un edificio de 800 o más años, construido con técnicas que no sé si sofisticadas o muy sencillas, pero que generan una admiración y un estado mental, que al menos yo desconozco sentir en cualquier construcción contemporánea por magnífica o hermosa que pueda resultar a la vista. Tal vez sea el simbolismo expresado en capiteles o canecillos lo que genere esa me atrevo a decir que elevación el espíritu, o el contacto con la misma piedra lejos del artificio del hormigón y acero que cumplen una función pero dejan en blanco nuestra capacidad de percepción de otras realidades.


de izquierda a derecha: Julia, Senen, Juana, Raúl, Rosa, Emilia, Mariché y Javi
 

        A la entrada. nuestra guía fijó nuestra atención en concreto a la estructura de arbotantes que separan el cuerpo central de las torres laterales de 64 y 68 metros de altura, ya que no es frecuente en otros edificios góticos esta separación. Recorrimos con tranquilidad naves y girola contemplando cada detalle y color aunque pendientes del horario ya que nuestra siguiente cita en la Colegiata de San Isidoro no admitía demora. Aún así algunos minutos disfrutamos el sosiego al que incita la Virgen Blanca, obra clásica del gótico leonés, y que en origen se hallaba en el parteluz de la Puerta del Juicio, aunque se ha trasladado a esta capilla para protegerla de la erosión ambiental y se ha sustituído por una réplica. Asimismo como único sepulcro de rey en la Catedral el de Ordoño II, rey de León desde 914 hasta 924, fecha de su muerte, y artífice del establecimiento definitivo de la sede regia en la ciudad de León, cuya estatua yacente situada tras el altar mayor y frente a la Capilla de Regla data del siglo XIII.

      El inolvidable para mi comentario del profesor, Jose Alberto Morais, que nos acompañó y explicó gran parte de los museos y templos que visitamos, respecto a la sensación que las personas  de aquella época sentirían al contemplar un edificio tan “desmaterializado” como la "Pulchra Leonina" cuando aún se construía “en Románico”, no por un especial gusto por la poca luminosidad sino porque las técnicas de construcción de la época requerían de gruesos muros y pequeños ventanales, fue realmente revelador del cambio en la estética de los edificios que trajo consigo el gótico en el siglo XII “la Catedral de León, como si hubiese aterrizado un ovni”.

 

    Las calles de León son agradables de pasear, peatonales en los lugares de mayor interés y plagadas de rincones que respiran historia, por lo que los traslados entre cada templo que contábamos visitar formaban parte a su vez de la visita. Una vez a las puertas del Panteón de San Isidoro algunos ya conocedores del impacto que produce la Capilla Sixtina del Románico y otros a la expectativa de lo que iban a descubrir, nos entretuvimos en la magnífica librería que antecede al Museo y cuyos volúmenes, de contar con tiempo suficiente en la vida, sería grato comenzar a leer y no parar.           

     Quien no haya visitado la “Capilla Sixtina” del Románico debe sin duda reservar algunos días en la ciudad. pues no es posible describir con palabras la aventura de rememorar la vida de Cristo en frescos de colores increíblemente vívidos, desde hace más de ochocientos años, recubriendo la totalidad de la enorme bóveda del Panteón.  Algunos detalles hacen las delicias del visitante, como el mastín leonés  que bebe la leche del cuenco del pastor mientras éste se distrae con el ángel en la escena de la Anunciación.

      Impresionados por la magistral interpretación de la liturgia mozárabe o hispánica que se resistía a desaparecer en pro del rito romano y que los artistas medievales plasmaron con genialidad y simpatía en lo alto del Panteón, los Adrs dirigimos la mirada hacia las magníficas piezas del Museo, que nuestra guía continuó explicándonos con todo lujo de detalle. Piezas de gran valor histórico-artístico, elaboradas algunas en el taller de eboraria de la corte real, como el Arca de los marfiles, capiteles procedentes de alguna iglesia rural, vírgenes sedentes, y, cómo no, el cáliz de doña Urraca, fruto de una ardua investigación y objeto de gran atención en los medios de comunicación recientemente. al haber salido a la luz los resultados del interesantísimo trabajo que llevó hasta el Cairo a algunos historiadores para investigar un arca con una inscripción en árabe que alberga el Museo de la Colegiata y les llevó a deducir que las piezas de ónix del Cáliz, cuyos ornamentos añadió doña Urraca para donarlo a la Colegiata bien pudiera tratarse del Cáliz considerado por los cristianos desde el siglo V como el utilizado por Jesucristo durante  la Última Cena.

Jairo
 

      Agotados tras horas de recorrer tan grandiosos monumentos e intentar seguir sin perder detalle las explicaciones de nuestra magnífica y recta “profesora”, llega el momento de despedirnos para ir a comer tras una intensa mañana de observación y aprendizaje que me gustaría repetir por si algún detalle hubiera obviado, ya que siempre resulta harto dificultoso escuchar las explicaciones con atención mientras uno se embelesa al contacto con las piedras.

      Antes de llegar a la "Hospedería Pax", centro de nuestra actividad gastronómica, visitamos la iglesia más antigua de la ciudad de León, San Salvador de Palat del Rey, pensada en principio como Panteón Real cuando la corte se traslada a León, aunque  tras la visita de Almanzor se hace recomendable el traslado de los enterramientos a otro lugar, el monasterio de San Pelayo, posteriormente San Isidoro de León.  El arqueólogo Fernando A. Muñoz Villarejo se ofreció amablemente a acompañarnos durante la visita a este templo y  nos ofreció una exhaustiva explicación del origen y entorno de este templo del siglo X, realmente curioso al contar con planta de cruz griega y ábside y “contraábside” a Occidente de arco de herradura. Muy reformado a lo largo de los siglos se distingue perfectamente el efecto de la restauración y es posible así distinguir las zonas originales del material añadido. Al finalizar la visita le fue entregado a Fernando un obsequio como agradecimiento por  explicarnos tan ampliamente la historia y características de este singular edificio leonés.

      A la tarde y tras degustar magníficas viandas y deleitarse con el "Prieto Picudo" quienes amantes del buen vino fueren, acudimos de nuevo a la Catedral  para recorrer el claustro y contemplar las magníficas piezas que custodia el Museo Catedralicio Diocesano, en especial para cualquier aficionado al Románico su imprescindible colección de "Theotocos".

      El tiempo amenazaba torcerse a la manera que sufrimos de modo habitual los residentes en la costa cantábrica y observamos con ligero temor el aguacero tras los cristales del restaurante. Pero como acostumbra el tiempo leonés, la lluvia no se prolonga en el tiempo y el plomizo gris no demora en aclararse y desenturbiar la atmósfera. De nuevo un Sol resplandeciente y un azul cielo inexistente en las regiones trasmontanas iluminan la ciudad.

Jose Alberto
 

      Cumplido el programa de visitas nos dispersamos callejeando para reencontrarnos en la deliciosa Plaza del Grano o Santa María del Camino. Puesta de Sol e intenso frío que acrecentó un viento poco amigable no consiguió que nos batiésemos en retirada y cenamos a la intemperie poco dispuestos a renunciar al encanto de este rincón leonés con firme de empedrado y presidido por la románica iglesia de Nuestra Señora del Mercado y el convento de las Carvajalas. Y a las once de la noche ya dispuestos a disfrutar del espectáculo de luz y sonido que cada sábado realza la magia ante la fachada sur de San Isidoro. Poco a poco nos fuimos retirando cada cual a su hospedería, tras un día repleto de emociones y conocimiento.

      El domingo a la mañana, ya habiendo desayunado con tiempo suficiente al tener bien localizadas las calles de León y no estando demasiado distantes entre sí los principales monumentos de la ciudad,  nos encaminamos hacia el punto de reunión para  nuestra primera cita de la jornada: el Museo de León, en la Plaza de Santo Domingo y a pocos minutos de la Catedral y la Basílica de San Isidoro. Contamos en esta ocasión de nuevo con un guía de excepción, el profesor Jose Alberto Morais Morán, actualmente en la Universidad Pontifica de Valparaíso, Chile, que ya había colaborado con anterioridad en las actividades de Amigos del Románico, y publicado en la revista de la asociación, "Románico". Recorrimos las salas con detenimiento y en un ambiente muy distendido participando los asistentes  con preguntas y entablándose un diálogo que Jose Alberto aderezaba con gran sentido del humor. Contemplamos las piezas como difícilmente tendremos ocasión de nuevo, ya que hallar inmediata respuesta a las dudas que nos puedan surgir es realmente un lujo para todos aquellos que gustamos de contemplar los edificios medievales que tantos secretos ocultan. El Cristo de Carrizo pronto atrajo la admiración de todos nosotros; el marfil utilizado en los talleres de eboraria pudo proceder del Norte de África o tal vez del Imperio Carolingio. He de decir que alguna pieza de la antigua catedral románica de León, por el hecho de serlo a pesar de su sencillez, me produjo esa especie de escalofrío de admiración que produce el vértigo del tiempo. La Cruz de Peñalba… otra joya del Museo que a pesar de no contar con metales nobles o piedras preciosas… Peñalba de Santiago… montes Aquilanos... la imaginación vuela rauda hacia tiempos de ermitaños y Repoblación.

      Jairo Fernández Estrada, guía del Museo, nos muestra y explica piezas romanas interesantísimas, así como las estelas vadinienses, pueblo cántabro que habitó hacia el Noreste de León y parte de Asturias y Cantabria, y cuyas lápidas escritas en latín muestran una curiosas hojas de hiedra que más parecen corazones, figuras de caballos, hojas de ciprés… lo cual también favoreció la especulación y el diálogo con nuestro guía quien intentaba responder con gran simpatía y mostrando un gran dominio del tema.
 
Mariché, Javi y Jose Alberto 
 

      A continuación, nos encaminamos hacia la iglesia de Niestra Señra del Mercado de nuevo en compañía Morais, que continuaría con nosotros también más tarde en el monasterio de Santa María la Real de Gradefes y San Miguel de Escalada. Magníficas rejas románicas en las ventanas y notabilísimas marcas de cantero. Muy reformada pero toda una sorpresa románica presidiendo un pintoresco enclave leonés, la Plaza del Grano. No habíamos de carecer en esta doble jornada de dedicación completa a nuestra gran pasión arquitectónica medieval, de un tiempo de estancia en la Basílica de San Isidoro, esta vez con precaución, ya que los oficios religiosos no permitían que hablásemos demasiado ni que nuestro profesor pudiese explayarse con calma, pero aún así disfrutamos de unas cuantas explicaciones sobre los sucesivos “tres San Isidoros” y eso sí, ya en el exterior sin prisa alguna estudiamos en detalle las dos portadas, del Cordero y el Perdón, y como es habitual en nuestras visitas a monumentos surgen interesantes polémicas sobre si determinada pieza es original o recolocada, o si la similitud entre varios capiteles de la zona sugiere la existencia de un “hipermercado” medieval de capiteles y canecillos a dónde un maestro constructor se acerca a encargar “dos capiteles de arpías y un Daniel en el foso”… siempre unas risas y un ambiente de camaradería como núcleo esencial para el conocimiento de lo que nuestros antepasados quisieron plasmar a través del arte de esculpir la piedra.

      De nuevo almorzamos en la Hospedería Pax. Nuestra compañera de Cantabria, Carmen García, hace entrega de un regalo a Jose Alberto en nombre de la asociación Amigos del Románico en agradecimiento a su colaboración en estas jornada. Finalizada la sobremesa y recogidos nuestros enseres de nuestros respectivos lugares de alojamiento,  nos dirigimos hacia Gradefes por la carretera de Valladolid para visitar el monasterio cisterciense de Santa María la Real. Rincón ideal como pocos para olvidar el ensordecedor ruido callejero que sin saberlo nos impide pensar y vivir con la intensidad que debiera ser posible, pero no lo es en este mundo de supuestas necesidades satisfechas que nos han creado y hemos creído imprescindibles.

      El císter no adorna en demasía sus templos, pero construye unos espacios cuya claridad y armonía bastan como ornamento. Las monjas bernardas habitan este monasterio desde su fundación por la noble leonesa, Teresa Petri, en 1168. A pesar de los diversos avatares de 800 años de historia nunca fue abandonado, como sí sucedió con gran parte de los monasterios tras el decreto de supresión de las órdenes religiosas de 1868, aunque en ese momento sólo dos religiosas vivían en el lugar. Recorrimos la iglesia y su particular girola, caso único en los monasterios femeninos,  y nos asombramos y enternecimos por igual ante la fotografía de los escarpines de la abadesa fundadora, hallados en su sarcófago en perfecto estado de conservación y hoy expuestos en el Museo del Traje, en Madrid.

      El claustro reformado en siglos posteriores a los del Románico conserva de la época de su fundación la Sala Capitular. Y un detalle inesperado e impresionante que nos recuerda lo fugaz de  nuestro paso por el mundo “polvo somos…”, tumbas en la tierra de las monjas que habitaron este lugar. Magnífica cabecera triabsidial con las siempre enigmáticas y omnipresentes  marcas de cantero y una sencilla psicostasis en un capitel. Desde la huerta del monasterio se vislumbran los nidos de cigüeña que coronan la edificación, verano en la Meseta castellano-leonesa…
 
Paseo nocturno
 

      San Miguel de Escalada, monasterio altomedieval en la ribera del Esla con su imponente pórtico de doce arcos de herradura del siglo X, los siete de Poniente y del XI, los cinco de Poniente, así como la torre, con capiteles de mármol. Aquelloscinco últimos posiblemente reaprovechados del vecino monasterio de San Pedro de Eslonza destruido por Almanzor. Paisaje pétreo sublime de luces y sombras… arcos de herradura… lápidas romanas de conmovedoras epigrafías como la que honra a la esposa Valeria, reutilizada como cimacio en uno de los capiteles de la nave. Las tres aras de piedra caliza continúan en el mismo lugar desde la construcción de la iglesia, epigrafías con los nombres de santos cuyas reliquias atesoraba la iglesia.

      Y llega el momento de la despedida, alegres pero también sin duda afectados por  una ligera melancolía  como ocurre siempre en las despedidas, iniciamos el camino de regreso, sin duda cansados pues intensiva ha sido nuestra actividad, pero a la espera de que llegue el próximo fin de semana o jornada en que podamos reunirnos de nuevo y disfrutar de este ambiente tan especial y enriquecedor, patrimonio de nuestra asociación "Amigos del Románico".
Texto y fotos: Cristina Sánchez. Gijón