La villa de Sos del Rey
Católico forma parte de las “Cinco Villas” de Aragón, al norte de la provincia
de Zaragoza. En el palacio de Sada nace Fernando el Católico, el 10 de marzo de
1452. En el promontorio más septentrional de la población, grandiosa atalaya
sobre el río Aragón, construye Sancho Garcés II su fortificación en 970 tras
arrebatársela a los árabes. Sancho Garcés III “el Mayor” la amplió en 1012.
Actualmente lo mejor conservado es la torre del homenaje construida entre 1134
y 1137 por el rey aragonés, Ramiro II “el Monje”. Como enclave de frontera entre
reinos Sos ha sido también escenario de escaramuzas entre reyes cristianos.
Ramiro I, primer rey aragonés lo incorpora a su reino para enfrentarse a Navarra.
En 1094 el obispo de
Santiago de Compostela, Diego Peláez, desterrado por el rey castellano, Alfonso VI,
se refugia en Aragón acogido por Sancho Ramírez, rey de aragoneses y navarros;
le acompaña el maestro-constructor, Esteban. En 1134 tras la subida al trono del rey,
Ramiro II "el Monje", García IV Ramírez “El Restaurador” asume el trono de Navarra.
La insólita ubicación de
la iglesia de San Esteban en lo alto de tan colosal escarpadura no es ajena a la
consideración de este templo románico como uno de los más espectaculares de la
provincia zaragozana. Desde la lejanía los 30 metros de caída de sus ábsides
bien orientados impactan enormemente al visitante que se acerca.
La estructura doble de
esta construcción con una iglesia inferior sobre la que reposa otra superior de
tres naves, tiene gran influencia en este territorio de frontera
navarro-aragonesa: San Salvador de Leire y San Salvador de Murillo de Gállego.
Loarre y San Martín de Unx repiten esta disposición de iglesia doble aunque de
una sola nave éstas últimas.
El Cartoral de la iglesia
de San Esteban aporta documentos hasta el año 1129, aunque habiendo
desaparecido sólo se conserva una transcripción elaborada en los años 20 del
siglo pasado. Como testimonio de su importancia entre los siglos XI y XIII
aportan datos asimismo los archivos reales de Aragón y Navarra, el diocesano de
Pamplona, del monasterio de Leire y el Cartulario de Santa María de Uncastillo.
En las inscripciones
epigráficas también se hallan datos valiosos en cuanto a la historia y datación
de los edificios. En la galería. desde la que se accede a la cripta o iglesia
baja, está escrito el nombre de STEFANIA,
sobre una cruz inscrita en un disco lo mismo que un rótulo de
identificación en una figura de las jambas de la portada de la iglesia
superior. Posiblemente se trata de la reina Estefanía, esposa de García el de
Nájera, hijo de Sancho el Mayor, como promotora o colaboradora en la
construcción del templo y, aunque no exista referencia documental que lo acredite
de modo fehaciente, la tradición medieval en casos como éste puede sustentarse
sobre hechos históricos. De todos modos en el edificio no existe vestigio de
ningún tipo que nos remita a mediados del siglo XI.
Otra epigrafía bajo el
pilar cilíndrico sur de la iglesia baja, fechado por el tipo de letra en el
siglo XII, podría señalar el lugar de enterramiento del presbítero, García
Fortuniones (1107-1129), y, aunque existe la posibilidad de que se trate de otro
personaje de nombre parecido, la relevancia de Fortuniones por su participación
en la reconquista del valle del Ebro, por haber formado parte del séquito de
obispos y reyes, como alto dignatario de la catedral pamplonesa y uno de los
principales promotores de la iglesia de San Esteban, son motivos suficientes
para emplazar su sepultura en este lugar.
El templo se integra en
el perímetro defensivo del castillo. El desnivel del terreno propició la
disposición mencionada de iglesias superpuestas, ambas de cabecera triabsidial,
con pasaje de comunicación y acceso orientado Norte-Sur, la inferior. Las grandes
criptas medievales responden a evidentes cuestiones estructurales, pero
aprovechando a su vez las seis capillas resultantes de tal disposición para multiplicar
las funciones litúrgicas. A su vez al reforzar la plataforma del castillo
contribuye a su defensa.
La iglesia de San Esteban
encaja a la perfección en el denominado Románico pleno. La restauración llevada
a cabo en la década de los 60 del siglo pasado. Se eliminó retablos barrocos
dejando a la vista las bellas arquerías de los ábsides de la iglesia alta, se
limpiaron los paramentos, se tallaron algunos capiteles para las arquerías
(marcados con la letra R), también se restauró la comunicación interior entre
ambas iglesias. En la iglesia baja, dedicada a la Virgen del Perdón, destacan
las pinturas murales góticas en dos de sus capillas. La iglesia superior
conserva algún vestigio de pintura mural y un coro tardogótico a los pies. Y
como ocurre habitualmente en la mayoría de los templos, se reforman en tiempos
de bonanza poblacional y económica adosándose nuevas capillas; así en el siglo
XVI se amplía el pasaje subterráneo y se construye el pórtico que cobija la
portada septentrional.
El complejo de la abadía
existe desde el reinado de Ramiro I (1035-1064). Cuando se toma la decisión de
erigir un nuevo templo ha de tenerse en cuenta la orientación además de la
topografía del terreno: el muro meridional es continuación de la muralla del
castillo, la necesidad de acceder a la fortaleza implica la construcción de un
paso por debajo del eje perpendicular de la iglesia y a un nivel superior que
la iglesia baja, cuya puerta de entrada se coloca en el interior de este
pasadizo, que desemboca al lado norte donde se sitúa la portada de acceso a la
iglesia.
La iglesia de la Virgen
del Perdón refuerza al exterior sus ábsides cilíndricos con estribos
prismáticos. Unos monumentales pilares cilíndricos de 2,5 metros de diámetro separan
las naves irregularmente; aunque parecen sobredimensionados podrían contribuir
a la cimentación de los pilares torales de la iglesia superior.
La galería se divide en
cinco tramos, el central es el más amplio y en él se encuentra la portada de
acceso a la iglesia inferior. Sin necesidad de salir del edificio, en el ángulo
suroeste de la nave una escalera de caracol permite acceder al templo superior.
Galería e iglesia baja conforman un conjunto propio de las grandes obras
maestras del Románico pleno, como las galerías occidentales y el Panteón de San
Isidoro de León, con potentes fajones de sección prismática, bóvedas de arista…
Dos soberbios capiteles de escultura figurada y la pintura mural gótica del
ábside central acentúan la espectacularidad de esta cripta o iglesia de la
Virgen del Perdón. Ambos capiteles
sirven de apoyo a los fajones del primer tramo de la nave, enmarcando la
capilla central. Las dos columnas van adosadas al muro pero parecen haberse
colocado con posterioridad pues sus sillares no encajan con las hiladas del
muro, un añadido quizá en relación con los pilares cilíndricos mencionados cuya
función no está del todo clara.
El capitel del lado de la
Epístola se compone de dos escenas simétricas aunque con espectaculares
variaciones en los detalles. Dos mujeres en cuclillas parecen mesarse los
cabellos separadas por una palma lobulada. Apoyan sobre el collarino. Las
túnicas muestran pliegues paralelos así como los cabellos ondulan de modo
similar, aunque en una es liso y en la otra termina en rizo. Las cenefas de los
hombros también varían. Los rasgos de expresión y la decoración del cimacio
revelan la soberbia maestría del escultor.
Al lado del Evangelio dos
espléndidos pájaros de gran naturalismo con los cuellos entrelazados se
picotean las patas. Las plumas se resuelven individualmente. El cimacio muestra
tanto virtuosismo como el anterior. En las esquinas cabezas de animales de cuya
boca emergen tallos que finalizan en palmetas. La calidad y gran dureza de la piedra
caliza utilizada contribuye a la magnífica calidad de la escultura.
Uno de los capiteles de la desaparecida catedral
románica de Pamplona, que se conserva en el museo de Navarra, y alguna pieza de
Santa María de Uncastillo, guardan cierta semejanza con los capiteles de Sos.
Las pistas desembocan claramente en el taller del maestro Esteban, con
presencia en varias de las principales construcciones de Navarra edificadas durante
el primer cuarto del siglo XII: portada occidental de Leyre y San Nicolás de
Sangüesa, iglesia ya desaparecida. La portada pamplonesa se fecha entre 1110 y
1120, como sin duda ha trabajado en Sos al menos uno de los integrantes de este
mismo taller, tenemos una aproximación a la fecha en que se trabaja en la
iglesia de San Esteban. García Fortuniones, arcediano de la Valdonsella y
rector de la iglesia de Sos entre 1107 y 1129 trajo a esta localidad un maestro
y un taller capaces de conseguir una construcción diferente a lo que se conocía
en Aragón y tan próximo a los centros artísticos del Camino de Santiago desde
Pamplona a Santiago pasando por León.
La portada de la iglesia
baja consta de cuatro arquivoltas con capiteles muy sencillos, hojas y bolas,
volutas. La arquivolta interior apea sobre montantes cilíndricos, la segunda y
cuarta forman una faja cóncava con bolas en chaflán y la tercera lleva un par
de columnas acodilladas y gran arquivolta con baquetón central entre nacelas. Una
perfecta bóveda de arista cubre este tramo central del pasadizo. En la galería
existen otros cuatro capiteles similares a los de esta portada, con copa casi
cilíndrica como continuación semicolumna-fajón, bolas angulares o cabezas
humanas, y hojas flordelisadas y digitadas, sin collarino ni cimacio. Al igual
que las naves de la iglesia baja la galería se articula mediante robustos fajones doblados. Los paramentos lucen
numerosas cruces que evidencian el uso funerario de estas estancias.
Al final de la galería
accedemos a una terraza que comunicaría a su vez con el castillo reedificado en
época del reinado de Ramiro II. Se divisa desde este lugar un espléndido
panorama de la iglesia alta y la pared oriental del castillo. Una gran
escalinata conduce a la portada septentrional del templo, de 26 metros de
longitud y 18 de anchura, con tres ábsides, el central más ancho y profundo,
crucero no destacado en planta y tres naves de dos tramos. Los muros y soportes
se integran a la perfección en la arquitectura de la iglesia inferior.
Los pilares constan de un
núcleo cruciforme con semicolumnas adosadas sobre plintos cilíndricos al modo
de Jaca y Santiago de Compostela. El ábside central se divide en tres niveles,
y dos los laterales. Una imposta de ajedrezado a 2,5 metros de altura recorre
todo el templo. De ella parten los vanos y arquillos ciegos de los hemiciclos
absidiales. Los vanos se decoran con celosías pétreas, frecuentes en los siglos
XII y XIII, como en Torres del Río y Tudela, y que recuerdan modelos islámicos.
En los ábsides laterales una imposta marca el arranque de la bóveda de horno,
con retícula taqueada al lado del evangelio y billetes por la epístola.
Cinco arcos, que apean en
columnillas adosadas, decoran los muros del ábside central y otro a cada lado
del anteábside, más amplios los que enmarcan las ventanas, y los ciegos más
estrechos y peraltados. Los ábsides laterales también se articulan mediante
cinco arcos.
Los capiteles se hallan
bastante deteriorados, en parte por la sujeción de los retablos que adornaban
cada capilla. Los vegetales se añadieron en la restauración imitando otros de
la propia iglesia; se distinguen por la R característica. Comenzando por la capilla
mayor, al lado izquierdo el capitel resulta difícil de interpretar debido a su
estado: una figura porta una flor de lis y otra parece mostrar animales. En el
primero de las dobles columnas cinco animales monstruosos, tal vez dragones con
garras sobre el collarino. A la derecha de la ventana central otro con
decoración vegetal. Al otro lado una exquisita expulsión de Adán y Eva del
Paraíso: un colosal ángel blandiendo una espada y bendiciendo, Adán y Eva
nimbados y vestidos de pieles, grandes manos, cabellos largos, ojos con iris
incisos, igual que los orificios nasales, la serpiente ocupa el lateral derecho
y un joven apoyado en un bastón, el izquierdo. Otro capitel con lucha de
guerreros. El último del hemiciclo dos figuras con bastón.
Del ábside del Evangelio
sólo dos capiteles son originales: en el segundo, a la izquierda, dos perfectas
aves con cuellos entrelazados se picotean las patas tomando como modelo el
capitel de la cripta. En el otro capitel conservado sólo pueden distinguirse
dos demonios de orejas picudas y alas en las esquinas.
El ábside de la Epístola
conserva dos capiteles: comenzando al lado meridional el segundo luce hojas con
bolas o frutos y volutas. El quinto capitel, figurado, enormemente interesante:
una serpiente susurra al oído de un personaje que se lleva la mano al cuello
con expresión temerosa, un hombre barbado golpea algo con una estaca; en la
otra esquina otro personaje sentado con una mano sobre la rodilla y con la otra
atacando un monstruo; posiblemente labrado por la misma persona que el capitel
de la expulsión del Paraíso.
Los soportes del templo
portan veinticuatro capiteles más. En la cabecera alguno es figurado y vegetales
hacia el lado occidental de la iglesia. El toral del lado norte muestra dos
figuras sentadas entre tallos a modo de hornacinas. En el toral meridional
lucha con leones. Al sur de la capilla de la Epístola el más sobrecogedor: dos
diablos alimentan con fuelles los fuegos del infierno, tres calaveras asoman en
la caldera.
En la capilla del tramo
más oriental de la nave de la Epístola se encuentra una pila bautismal datada
en la misma época en que se construye la iglesia. La basa se adorna con
arquitos y garras angulares sobre plinto rectangular. La copa, de gran
envergadura, tiene forma muy sencilla, pero labrada en profundidad con gallones
en el perímetro y ocho pétalos lisos que nacen en la basa.
Respecto a las bóvedas,
las naves laterales se cubren con bóvedas de arcos cruzados, así como el tramo
central cuadrado del crucero. Las bóvedas de la nave mayor y los brazos del
crucero son de cañón apuntado, lo cual parece un arcaísmo pues para rematar las
bóvedas de la nave mayor debían estar finalizadas las laterales, por tanto
deben ser construidas con posterioridad a éstas y supuestamente de formas
innovadoras, pero no es así, lo que parece indicar que todo el conjunto se
realiza en época temprana, además de continuar la construcción con estructuras
bien conocidas que aportan seguridad.
El Cristo del Perdón
preside una pequeña capilla en el tramo de los pies bajo el coro, imagen
típicamente románica de madera policromada, con cuatro clavos y serena expresión original de la segunda
mitad del siglo XII, quizá la imagen original titular de la parroquia, pues en
principio estaba dedicada a El Salvador y San Esteban. Los cabellos muestran la
huella de la corona real que portó en un principio.
Un recorrido por el
exterior permite contemplar en conjunto el extraordinario alzado, la calidad de
sus sillares y la espectacular cimentación sobre el afloramiento rocoso. Una
sepultura infantil antropomorfa excavada en la roca y numerosas cruces y dos
estelas funerarias recuerdan el uso cementerial del entorno del templo. El
tejaroz muestra una interesante colección de canecillos.
Como punto final al
recorrido por el exterior, la monumental portada del último tramo del muro norte, junto al pasadizo. La fuerza del viento y las agresiones sufridas en
épocas pasadas han causado estragos en las figuras de las jambas. La parte
derecha de las arquivoltas y el tímpano presentan erosiones y desprendimientos,
aunque conserva alguna policromía bajo el encalado moderno. El enmarque del
vano realizado en época moderna contribuyó seguramente al desencaje de algunas
piezas; aunque se ha barajado la posibilidad de que fuera trasladada a este
lugar en algún momento, se ha descartado porque no sería posible colocar la
portada en otro lugar debido a la propia configuración y situación del
edificio, además en lugares relacionados como Loarre, Leire o Murillo de
Gállego las portadas se encuentran en esta misma orientación.
El vano de la portada es
muy amplio y de considerable abocinamiento. La erosión no permite apreciar la
calidad que en origen lucía la talla. Las tres arquivoltas apean sobre seis
estatuas-columna. Entre ellas líneas con decoración vegetal. En el tímpano
Maiestas Domini, con Cristo en mandorla bendiciendo y mostrando el Libro de la
Vida y, por último, el Tetramorfos.
Algunas inscripciones
permiten identificar los personajes de las columnas; de izquierda a derecha: un
mártir con su atributo (la parrilla), quizá san Lorenzo o san Vicente; obispo
con mitra y san Juan Evangelista. Al otro lado, junto a la puerta, el rey David,
una señora o reina (DONA E[STEFA?] NIA) y san Pelayo. En las aristas otros
personajes agrupados de tres en tres de difícil identificación, excepto un san
Miguel en lucha con el dragón.
Las arquivoltas muestran
una escena por sillar. La exterior: un dragón alado, grifos, aves explayadas, figuras
animales y humanas… Las dos interiores: episodio de la vida de Cristo. La
arquivolta intermedia destaca por sus dos imágenes complementarias: mujer con
serpiente mordiéndole los pechos, símbolo del pecado y Eva, y al lado Virgen
con el Niño. Al otro lado de nuevo María amamantando a Niño, junto a san
Miguel. En el resto de dovelas la Visitación, Epifanía…, aunque la identidad de
los personajes plantea ciertas dudas debido al mencionado deterioro de la
piedra.
Tres relieves recolocados
en los muros del atrio representan a las tres Marías y la Anunciación, a la
derecha, y la Epifanía, a la izquierda. Tal vez procedan de los machones
laterales de la portada en su origen. Su tamaño superior y estilo naturalista
recuerdan a la portada de San Miguel de Estella.
Los datos que
proporcionan los documentos existentes, la epigrafía y los rasgos artísticos
permiten elaborar una cronología para la construcción de la abadía. Su
patrimonio aparece mencionado a partir de mediados del siglo XI, etapa del
inicio de las conquistas cristianas hacia el Sur. En los años 80 del mencionado
siglo se conquista Ayerbe y a finales Huesca. Hacia el 1100 se prepararía el
terreno, el diseño del proyecto escalonado y se elevarían los ábsides de la
iglesia baja. Con las capillas de la iglesia baja, finalizadas, 1115-1120, llega
a Sos un nuevo maestro, que ha trabajado en la catedral de Pamplona, sin más
detalles concretos se atribuye este modo de trabajar al mencionado “taller del
maestro Esteban”.
El vínculo entre Sos y
Pamplona lo establece el arcediano y presbítero, García Fortuniones. En este
momento de gran apogeo constructivo se conquistan las grandes ciudades del
Valle del Ebro. Las rentas de aquék, el respaldo del obispo de
Pamplona y de Alfonso I el Batallador facilitan la financiación de una obra de
semejante envergadura tanto en lo constructivo como en la decoración. El plan
inicial de la cripta se modifica aportando soluciones típicas de los edificios
que jalonan el Camino hispano de Santiago. La conquista de los enclaves
islámicos del Sur favorece económicamente estas empresas.
En 1130 García
Fortuniones es enterrado en la cripta. Continúan las obras por el ábside norte
de la iglesia alta. Las naves se van rematando durante el segundo tercio del
siglo. En el último, es el de los cerramientos de las naves, al modo de los
edificios cistercienses próximos como el monasterio de la Oliva, aunque como se
ha mencionado el cubrimiento de la bóveda de la nave mayor aún es típica del
románico pleno. La portada norte también se realiza en esta etapa avanzada a
finales del XII.
Cristina Sánchez. Gijón
Fotografías: Antonio Dabán y Javi Pelaz
-Enciclopedia del
Románico. Fundación Santa María la Real.
Internet:
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