En un diploma de enero de 891 Alfonso III y la reina, Jimena (de Pamplona) concedieron bienes
y privilegios al monasterio de Tuñon, en lo que parece ser un acto fundacional.
Sin embargo, un pasaje del diploma (que consiste de una copia posterior) parece
presentarles como benefactores de un monasterio ya existente, para subvenir a
sus eventuales necesidades materiales y espirituales. Esta circunstancia podría
explicar la ruda construcción de la iglesia, comparada con iglesias reales como
San Salvador de Valdediós, o alternativamente que aquélla fue debida a la
rapidez de la obra para que fuera consagrada el año siguiente. En 894, parece
que los reyes hicieron una segunda donación. Entre sus numerosas donaciones a
la Iglesia solamente fueron destinados dos para fundar otros monasterios: el de Sahagún
y uno cerca de Zamora.
Santo Adriano desde su cara sur |
Las donaciónes (excluyendo las
interpolaciones posteriores) consistieron de dotaciones de villas y iglesias, y
de 23 siervos, del territorio de Tuñón (equivalente al concejo actual). Aunque
situado muy cerca de la calzada romana de La Mesa, de un yacimiento paleolítico
y de dos castros, los terrenos estaban enfangados por las crecidas fluviales,
que requerían estrategias complejas y jerárquicas para su adecuación
humana. Asentado en un espacio
improductivo y relativamente despoblado, el monasterio de Tuñón, fue una punta
de lanza de penetración estratégica. En un intento de preservar la zapata de la
iglesia de la circulación de agua y evitar excesiva humedad de la zona, los
constructores pegaron al lienzo del muro de la iglesia, con una base
compacta de argamasa, una serie de piedras de gran tamaño, encontradas en las
excavaciones de 1989 (una técnica empleada también en Valdedíos)
Tuñón controlaba el punto de llegada al
valle de Trubia del camino que partía a Oviedo y la dotación de propiedades
reales aglutinaba las nuevas unidades de población y los poderes locales. La
iglesia actuaba como emblema de la autoridad real sobre el territorio y
tenía un papel pastoral y de necrópolis. Aunque fue denominada como monasterio,
la diferencia entre monjes propiamente dichos y clero regular era prácticamente
inexistente en este periodo y la vida monástica tenía todavía contornos poco definidos,
reduciéndose en la práctica a cenobios de clérigos y laicos.
Hastial este |
Aún siendo una iglesia relativamente
modesta -en comparación con las iglesias palaciegas- Tuñón hubiera dado una
gran impresión, en comparación con las pequeñas iglesias de las villas
mencionadas en el diploma (Sta. María de Arbazal de Villaviciosa, la única
capilla aldeana conservada
de la época, es bastante más pobre). Tenemos que
imaginar el impacto de la decoración por completo de pinturas, los velos
colgados desde una viga apoyada por las impostas del arco triunfal, ocultando
el Santuario en determinados momentos, los candelabros, cálices, lucernas,
cruces, coronas, el olor de los perfumes, los preciosos libros litúrgicos,
todos donados por Alfonso (aunque no
hay certeza total que estos figuren en el diploma original), y los clérigos enfundados
en su rica vestimenta celebrando continuamente el rito hispanovisigodo, detrás
del cancel, todo gracias a las rentas de las propiedades donadas.
Ventana ajimezada |
Tuñon fue consagrada (según una nota incorporada
en una copia más tarde del diploma) en 892 a los santos Adriano y Natalia por Nausto, obispo mozárabe de Coimbra
durante 45 años; Sisnando, obispo de
Iria Flavia-Compostela, y Ranulfo,
obispo de Astorga, y también muy cercano al rey. Posiblemente Nausto pasaba estos años en la corte de
Oviedo, porque Coimbra estuvo en manos de Bermudo,
hermano rebelde de Alfonso. Hermenegildo, obispo de Oviedo, no
figura en el acta, aunque es confirmante de la donación, como tampoco asistió a
la consagración de Valdediós en 893, de la nueva catedral de Compostela en 899,
o de la iglesia real de Gozón. Esto podría indicar su resentimiento por las
influencias mozárabes en la corte de Alfonso,
o del gran apoyo de éste a Sisnando
(que antes fue abad de Liébana y luego su capellán) en promocionar Compostela. Samuel, el primer abad de Tuñón,
era mozárabe también, y es muy verosímil que en 883 actuó de mediador en la
embajada de Dulcidio de Toledo a
Córdoba, que consiguió del emir, Mohamed
II , el traslado de los cuerpos de los santos Eulogio y Leocardia a
Oviedo, y por lo cual Alfonso III le
puediera haber premiado con el abadengo.
Templo de tres naves |
Los mozárabes vivían en un ambiente
apocalíptico y de exaltación, reflejado en una crónica de 883, que algunos
atribuyen a Dulcidio, que anunció,
basándose en la profecía de Ezequial,
la pronta aniquilación de los musulmanes por parte de Alfonso, y textos como los de Roda (876), que anunció el cierre de
la Sexta Edad del Mundo, y por lo tanto el Apocalípis, en al año 900. Según la historia del obispo Guillen de Verdemonte “en el año de
fundación de Tuñón, 891, hubo un terremoto en España y los truenos y la
tempestad fueron tantos que cristianos y moros entendieron que perecerían”.
En un momento de consolidación del Reino
(que por entonces se extendía a las orillas del Duero, del Pisuerga y más abajo
del Mondego), el monasterio de Tuñón fue concebido por Alfonso como monumento conmemorativo de la derrota definitiva de Munuza en Olalies, Proaza, cuando huyó
de las tropas cristianos hacia La Mesa. Sin embargo, con su acostumbrada
humildad espiritual, Alfonso se
tituló en el diploma “siervo
de Dios” (en lugar de gracia
Dei rex). Esta ideología apocalíptica y triunfal queda reflejada en las
pinturas de Tuñón, como veremos a continuación.
Luego, con la marginación política de
Asturias Tuñón decaía y en 1094 el obispado de Oviedo lo absorbió a su señorío,
seguido por una restauración y segunda consagración en 1108 (según la lápida en
la arquería meridional de la nave central), convirtiéndolo en canonía rural.
Fue necesario que recibiera nuevas dotaciones de Alfonso VI, extendiendo sus propiedades hasta dos iglesias de
Villaviciosa (Morvis y Camoca). En 1398
el obispo, Guillen, viéndolo
desamparado otra vez, efectuó otra restauración y entregó su gobierno a la
familia Quirós.
El largo tramo occidental fue añadido en
1108 y 1407 (y el nuevo cuerpo de la nave a los pies, el imafronte; y el remate
de la espadaña en los S XVII y VIII). Por lo tanto el edificio original ocupaba
algo más que la mitad de la superficie actual, contando con un pórtico con
dependencia encima y dos dependencias laterales. Como en otras iglesias
asturianas, existe una cámara alta supraabsidal con ventana ajimezada,
inaccesible y oculta, aunque en la actualidad visible desde el interior, debido
a las reformas. También tenía dos cmaras laterales, de las cuales se conserva
una. Salvo las capillas abovedadas de la cabecera (la parte maás original del
edificio actual), los cubiertos eran de madera (de los cuales se conserva un
trozo decorado con una incisión circular), y el aparejo era de simple
mampostería de piedra toba, un material inadecuado, pero reforzado por una
armazón de madera en su interior, siguiendo una técnica cordobesa. La iluminación
también era inadecuada. Tuñón representa una simplificación máxima del esquema
arquitectónico de la época de Alfonso II,
indicando tal vez que en las comunidades rurales se mantuvieran una sencillez y
un conservadurismo de construcción a lo largo del siglo IX.
Los pilares de la nave carecen de
capitel, imposta o de basas. Los capiteles del arco de triunfo, de hojas de
acanto y estilizados nervios son de alrededor del siglos IV a V, posiblemente
con pintura original; y, probablemente, los fustes fueran reaprovechados por
ser de granito. Durante la
restauración de 1950, efectuada por Menéndez
Pidal, fueron descubiertos dos fragmentos de las placas marmóreas del
cancel que originalmente separaba el coro de los clérigos de los laicos. Uno (ver
foto a la izquierda), que falta la parte superior y que se perdió por completo
durante las obras, representa de forma estilizada el Árbol de la Vida y a los
dos lados palmetas con folículos corazonadas y tallos con hojas
serpeantes, motivos que se encuentran en las placas de cancel de la
restauración alfonsina de San Miguel de Lillo y en las de San Miguel de
Escalada (913), y en los capiteles del pórtico sur de Valdedíós. El otro
fragmento pequeño de estos motivos, que son de origen bizantino y que quizás
proceden de la Mérida visigoda, se encuentra en la cámara sur de Tuñón.
Las Pinturas
Los escasos fragmentos
conservados en la capilla mayor, encontrados en la restauración de Menéndez Pidal después de levantar
cinco capas de revocas posteriores, son ricos en comparación con la escultura,
a pesar de sus defectos formales y técnicos y de su estado actual de
deterioro. En las tres paredes, y a modo
de línea de imposta fingida, un friso se compone de un motivo de tallos y ramas
entrelazadas, alternando con capullos de rosa de color rojo púrpura y amarillo
oro. Es un motivo del arte islámico (encontrado en la gran mezquita de Kairuán
S IX y en Medinat al-Zahra, 936-76), de
prototipo probablemente sasánida, aunque también se
encuentra en el mundo
mediterráneo en general (por ejemplo el sarcófago de
Itaco en la catedral de Oviedo), y aparecerá de nuevo en el románico (por
ejemplo, la cruz de Mansilla de la Sierra,1109).
Encima del friso figura
una simulación de almenas escalonadas, de color rojo y amarillo
alternativamente, que no encuentra analogías en España (aunque una simulación
en orfebrería figura en la arqueta de San Genadio donada por Alfonso a la catedral de Astorga). Las
almenas remiten en su forma básica a las de la Puerta de San Esteban de la
Mezquita de Córdoba (855-6); las dos que figuran sobre la espadaña y línea de
cubierta de Valdediós son copias mas exactas. Las almenas de Tuñón, en cambio,
son más anchas que largas, carecen de entrante bífido y llevan decoración,
aspectos que siguen los modelos de los palacios omeyos de Jirbat-al-Mafyar
(Palestina 743) y Samarra (Irak 838), modelos que podrían haber figurado
también en la arquitectura cordobesa de los S VIII y IX y que aparecen en las
almenas de Medinat al-Zahra. Según Bango
Torviso las almenas importadas en el ábside, que en las mezquitas
representan la fortaleza simbolica del Islam, tienen el propósito de
representar, y de oponer a ésta, la fortaleza de la ciudad santa del Jerusalén
Celeste del Apocalípsis (tal como en Valdediós), coronadas por las tres cruces
que figuran encima. La decoración del interior de las almenas, consistente de
un arco poliolobulado que recoge un arco de herradura y de diminutos
semicírculos, podría reforzar esta imagen de ciudad.
Probablemente entre las dos estrellas pintadas en el testero figuraba
una cruz para completar las dos cruces con astil procesional que figuran en los
otros muros, una combinación inusual que puede ser una reminiscencia de su
función apotropaica en los santuarios de iglesias coptas y capadocias de evitar
las malas influencias. Se parecen a la Cruz de la Victoria por estar resaltados
por espolones semicirculares y por la larguera mayor del brazo inferior. De los
espolones de la cruz del muro meridional brotan dos antenas curvadas en espiral
hacia el interior, otro motivo de origen andalusí. En cambio, en la franja que
enmarca la ventana y en los ribetes de las hornacinas (puestas para guardar las
credencias) figura un motivo más tradicional, compuesto de círculos concéntricos
separados por haces de finas y alargadas hojas, que aparece también en las
arquerías de las capillas mayores de San Julián de los Prados y de Valdediós, y
en la nave sur de Lillo. (Una representación estilizada de lo que podría ser
finos y sinuosos tallos también figura en la nave de Tuñón). Las estrellas que
figuran a cada lado de la ventana representan el So,l a la izquierda, y la Luna,
a la derecha. En la teología visigoda y de los Padres de la Iglesia Cristo
representa el Oriente, el Sol que ilumina a la Luna, que es su Iglesia. Son
testimonios de la dimensión cósmica que alcanzó la Pasión y Resurrección,
estrechamente vinculados al sacrificio eucarístico y a la apocalíptica,
evocando el Sol la ultima venida de Cristo en majestad. Se encuentran
representadas de forma idéntica en iglesias paleocristianas del S IV, pero
luego no aparecen hasta Tuñón y el Beato de Girona (S X).
En las pinturas del ábside de Tuñón
predominan los repertorios andalusíes, que se combinan con otras tradicionales
del Norte, heredados de la Antigüedad Tardía. Pudieron acudir al entorno de Alfonso un taller conocedor de estos
repertorios, que utilizaba una unidad de medida distinta a la de la fábrica de
la iglesia (según una línea grabada encontrada). El taller podría haber
incluido gente arabizada, que no observaba ninguna religión, quizá traídos por Samuel, o de árabes-bereberes, algunos
cristianizados, asentados en la cuenca del Duero, o de tránsfugos del emirato.
Las fronteras eran permiables y incluso operarios del Norte se fueron a
trabajar en Medinat al-Zahra. De conseguir su presencia en Tuñón, y de permitir
que se utilizaran repertorios andalusíes por fines ideológicos cristianos, seguramente
fue debido al patronazgo real.
Texto: Michael Wilkinson. Canterbury (Inglaterra)
Fotografía: Javi Pelaz y Michael Wilkinson
Fotografía: Javi Pelaz y Michael Wilkinson
Bibliografía:
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Las almenas
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Mireille Mentré El
estilo mozarabe (La Peinture Mozarabe).
Manuel Risco,
España sagrada. Tomo 37 (1789)
Otras fuentes:
Pablo López Gómez, arqueólogo y guía-intérprete de La Ponte-Ecomuséu
Estoy estudiando unas almenas escalonadas pintadas en rojo muy similares a las de San Adriano. Tienen una especie de llama o símbolo de admiración en lo más alto de la almena lo que me hace pensar que pudieran ser realmente palmatorias ¿Hay alguna hipótesis al respecto?
ResponderEliminarPensaba que en la alta edad media no había otros ejemplos de almenas escalonadas pintadas en la Peninsula (o en Europa) y me interesaría conocer las que esta estudiando. Respecto a las de Tuńon, parece bastante claro que siguen modelos (hispano-) islamicos en su forma y decoración (motivos que aparecen también en la “mozárabe” tabla de Cánones de la Biblia Hispalense de la misma época), reforzada esta interpretación por su uso simultáneo en el techumbre de San Salvador de Valdedíos. De pintarlas en linea continua alrededor del abside seguramente tenia una fuerte simbología, que hipotéticamente podemos relacionar con la idea de proteger. No creo que hubiera tenido intención de representar palmarias porque la iglesia misma habría sido dotados de estas por Alfonso, a efectos de iluminar las propias pinturas y poder celebrar la liturgia. Evidentemente la luz tenia un claro significado teológico y cabe la posibilidad de que la llama encima de la almena seria una formar de “cristianizarla” simbólicamente. (Llamas estilizadas figuran en los brazos de las Cruces de la Victoria pintadas y esculpidas en Valde diós. (Responde Michael Wilkinson)
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