Al no existir
documento alguno que informe sobre la manera de construir edificios religiosos y civiles en la Alta Edad Media ni en la época
Románica (s. XI-XII), los historiadores y especialistas del mundo del arte
tienen que echar mano de las ilustraciones de códices, de crónicas… y, en sobremanera, de hipótesis.
El monje
cluniacense, Raoul Glaver, es el
autor de una obra en la que narra –de forma periodística- la angustia y el
terror del apocalíptico año Mil. Incluye
un párrafo muy importante. Dice así: “Transcurridos
tres años del cambio de milenio la Europa cristiana conoce un periodo de
desarrollo económico. Es el momento de reedificar los edificios de las
iglesias. Aunque la mayor parte, bien construidos, una verdadera emulación empujaba a cada
comunidad cristiana a tener uno más suntuoso que el de los vecinos. Se hubiera
dicho que el mismo mundo se sacudía para despojar su vetustez y revestirlo de
un manto blanco de iglesias.”
Taller a pie de obra |
Desde el año 900 hasta
1050 comienza un desarrollo económico en toda Europa debido a la elevación de
la temperatura -dos grados-, con que favoreció el cultivo de cereales y se
multiplicaron las cosechas. Al haber dinero
se declara en toda la cristiandad occidental la fiebre de erigir iglesias bajo
el patronazgo de abades, obispos y nobles. Fue necesario, por tanto, formar a los
operarios de la construcción, principalmente canteros y albañiles. Tras el
debacle del Imperio Romano la piedra había desaparecido en la construcción de todo
tipo de edificios, y, por lo tanto, fue reemplazada por
la madera.
Aquella
labor de enseñar recayó, en un principio, en los monjes cluniacenses, que en los monaterios instalaron importantes escuelas de constructores, dirigidos por los
llamados maestros de obra, cargo asimilable a los arquitectos actuales. También
existía el maestro de canteros (doctor
lathomorum), que supervisaba todo lo
relacionado con su oficio.
Con el tiempo los
canteros –agrupados ya en gremios-, se independizan de los monasterios y
comienzan a viajar, llegando a ponerse en contacto con otros talleres, especialmente los de Borgoña, incluso. con los alarifes árabes. Consistirá
en un intercambio de ideas y conocer no sólo nuevas técnicas de edificación,
sino también nuevos utensilios y las modernas máquinas elevadoras.
Elevadores para izar sillares |
Hay signos
lapidarios tallados en los sillares de muchas iglesias que son el sello identitario
de un taller determinado, como el cuadrado cruzado de un cuadrifolio o el
laberinto y el pentágono estrellado. Para poseer el sello de una manera
individual los componentes del taller tenían que pasar por diferentes grados de
la profesión: aprendiz, oficial y, finalmente, maestro. Además, sus
conocimientos eran secretos y sólo se transmitían entre los miembros de un
mismo gremio. Por ejemplo, los canteros cántabros trasmeranos utilizaban para comunicarse
entre sí una jerga llamada “la pantoja” y
los de Asturias: la “xiriga”.
Simulación de un taller románico |
Hasta hace no
mucho la vida normal de los obreros era muy similar a de la época románica. Habitualmente,
trabajaban, comían y descansaban a pie de obra. Otras veces lo hacían en
lugares permanentes, donde realizaban sus tareas un número indeterminado de obreros, que,
en la mayoría de los casos, no sobrepasaban la veintena.
Los avances de
los talleres dependían de los medios de su profesión, es decir, las herramientas
y las máquinas. Otro elemento a considerar de manera especial consistía en la materia prima:
la escasez o la abundancia de los materiales como la piedra, la madera y los
metales. Acarrearlos suponía un gran
esfuerzo y un gasto oneroso, ya que se utilizaban, en la mayoria de las veces canales de agua construidos
para tal fin.
Utilización de la polea |
Será a partir del
año 1030 cuando se observa una mejora cualitativa de los artesanos locales de
la construcción. Surge la técnica de colocar sillares en hiladas "a soga y tizón", que se iría
perfeccionando al paso del tiempo. Con ello los canteros se deshacen de la idea de que las
piedras tenían un carácter sagrado; en un principio las colocaban con el
mayor tamaño posible. La labra y
colocación de los bloques pétreos era sincrónica, quiere decir que se
tallaban en el mismo lugar de trabajo. Por lo tanto, esta manera de trabajar sólo se podía realizar en la época de buen tiempo. La presencia del
maestro era fundamental. Él tenía a su disposición los instrumentos específicos
de su profesión: el compás de suelo, las
cuerdas, la larga mira y el hierro angular.
Construcción de laTorre de Babel de la Crónica universal de Rudolf von Ems (1360) |
Con el tiempo la
utilización de las máquinas elevadoras se consideró una revolución. El empleo
de la polea para izar todo tipo de materisl, lo mismo que el molino de agua para serrar, batanear y martillear.
Los avances suponían una reducción del tiempo de la obra y una mejora de las
condiciones laborables de los albañiles y peones.
Finalmente, un
elemento primordial no fue otro que el dinero. La erección de muchas iglesias
se alargó en el tiempo debido a la carencia de recursos económicos. Es el caso
de la Catedral de Santiago de Compostela, que según cuenta el Libro V del
Códice Calixtino, se colocó la primera piedra en el año 1075 y se acabó en 1211. Como bien dice Wanke: “El dinero constituía
la energía principal que propulsaba la escala de la construcción más allá del
horizonte local y hacía posible un nivel suprarregional.”
Texto y fotografías: Javier Pelaz
Bibliografía:
“El Pórtico de la Gloria”. Ramón Izquierdo Perrín. EDILESA
“Initiation à la symbolique romane”. M. M. Davy. FLAMMARION,
1977
“Los Talleres de Arquitectura en la Edad Media. Actividad
constructiva en la Edad Media: Estructura y Evolución”. Dieter Kimpel. MOLEIRO
EDITOR S.A.
"L´Europe est-ell née au Moyen Âge?" Jacques Le Goff. Éditions du Seuil. 2003
"Firmado en la Piedra". Juan Luis Puente López. EDILESA
"L´Europe est-ell née au Moyen Âge?" Jacques Le Goff. Éditions du Seuil. 2003
"Firmado en la Piedra". Juan Luis Puente López. EDILESA
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