viernes, 6 de diciembre de 2013

VISITA FUGAZ DEL PRE-ROMÁNICO DE LA CATEDRAL DE OVIEDO

La capital del Principado me acogió -aquella mañana fría de noviembre- con su genuino orbayu. Al salir del parking de la Escandalera me encaminé a la catedral por la calle San Francisco. Enseguida vislumbré -erguida por encima de los edificios colindantes- la escultural torre gótica catedralicia.
 
Mi intención no era otra que acceder al templo en horas tempranas, cuando la afluencia de visitantes es mínima y de esa guisa contemplar a mi gusto los pocos vestigios, que aún permanecen en su interior de la época anterior al gótico. Portaba conmigo una guía, que me informaría con toda clase de detalles de los mismos. 
  
Apenas queda nada, en el interior de la seo, de la antigua fábrica románica, salvo la imagen del Salvador, ante la cual se postraban antaño y hogaño los peregrinos, antes de reemprender el camino santiagués,  para cumplir con la máxima popular: "el que va a Santiago y no al Salvador, visita al siervo y deja al señor".

 La imagen se ubica sobre un pilar entre el crucero y la capilla mayor. Se trata de una románica talla pétrea policromada datada por algunos estudiosos en el siglo XI; otros la posponen a los siglos XII ó XIII. Varias leyendas giran en torno de esta venerada imagen y perduran en el tiempo en la memoria de muchos ovetenses. Como la que asegura que el fin del mundo llegará cuando al Salvador se le caiga al suelo el globo terráqueo que sostiene con su mano izquierda.

Deambulando por las capillas laterales me topé con la que buscaba: Nuestra Señora del Rey Casto. Mi curiosidad se  centraba no tanto por conocer ese espacio gótico-flamígero como sí el Panteón Real que alberga la capilla. Y es ahí donde se conserva el único sarcófago del primigenio lugar mortuorio mandado construir por Alfonso II el Casto. Lo compone una lauda de mármol de la época del siglo V, que acogió en su día el cuerpo de un personaje romano llamado Ithatio, segú reza el epitafio esculpido en la tapa. Según se cree fueron trasladados en él los restos de Alfonso III y los de su mujer, desde Astorga a la catedral de Oviedo.



Por una escalinta que parte de la recepción de visitantes y abonando previamente cinco euros se llega a una sala cuadrangular cuya puerta del fondo da paso a la Cámara Santa. El recinto actual se articula en dos espacios de épocas distintas separados por una verja. En su origen fue una capilla palatina auspiciada por Alfonso II. En el ábside, de configuración prerrománica, se exponen los valiosos tesoros catedralicios. Transcribo literalmente lo que dice la guía de los tres que más me llamaron la atención y son de estilo puramente asturiano. En primer lugar, la conocida caja de las Ágatas que "fue donada por Fruela en el año 910, según consta en la inscripción grabada en la base de la caja. Las tapas y sus caras se recubren con piedras preciosas con un manifiesto dominio de la técnica de la orfebrería".
 
Otra de las joyas es la Cruz de los Ángeles. Al decir de la tradición su nombre proviene de la creencia que sólo los ángeles pudieron hacer esa maravillosa pieza de artesanía. Sus cuatro brazos iguales confluyen en un medallón central. "Es de madera dura recubierta con una chapa de oro, decorada en su cara anterior con una excelente labor de filigrana acompañada de valiosas piezas. La parte posterior, en cambio, tiene la chapa de oro sin labrar, pero muestra en el centro un valiso camafeo con una representación posiblemente no cristiana. Existe una inscripción que da cuenta de la dedicatoria de   Alfonso II  y la fecha, 808".



Finalmente, la Cruz de la Victoria. Es una cruz latina con los extremos de sus brazos trilobulados. Fue donada por Alfonso III y "toda ella está cubierta de oro, esmaltes y pedrería engarzada y simétricamente distribuida. El reverso es más sencillo y también ofrece inscripción y la fecha de la dedicatoria".

Aunque ya del periodo románico destaca también el Arca Santa, que ocupa el centro de la capilla. Regalada en 1075 por Alfonso VI con el fin de acoger las reliquias traidas de Toledo. "Es de madera repujada en plata y en el panel frontal se adorna con un Pantocrátor en mandorla, entre los doce apóstoles y en las esquinas los cuatro símbolos del Tetramorfos".
 
En el siglo XII el obispo, don Pelayo, transformó la nave -tal como aparece en la actualidad- acoplando las imágenes que constituye el magnífico Apostolado y sustituyendo la añeja cubierta de madera por bóveda de cañón.



 El Apostolado lo forma seis pares de figuras -adosadas a los fustes de sus correspondientes columnas - que parecen conversar entre sí e identificables algunas de ellas  por los estereotipos transmitidos por la tradición religiosa: las llaves a san Pedro, la concha a Santiago, la calvicie a san Pablo y santo Tomás por que figura su nombre esculpido. Al resto no logré identificarlos por más que insistí en la tarea.

Lo que sí es evidente es la similitud de este grupo de apóstoles con los del Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago de Compostela. Si en ésta fue un artista conocido, el magister Mateo, su artífice; en cambio, el de la Cámara se desconoce su nombre, pero bien pudiera haber sido un alumno aventajado de aquél. Aspectos comunes de su hacer relacionan a ambos maestros: la naturalidad expresiva de los rostros de las imágenes, el tratamiento original de los pliegues de las vestimentas y los cabellos y barbas bien perfilados.



Bajo la Cámara Santa se halla la cripta de Santa Leocadia. Se accede a ella por una puerta baja sita en uno de las pandas del claustro. Es una sala sepulcral  cubierta con bóveda de cañón que arranca de un zócalo casi a ras del suelo. En la cabecera se abre un vano entre columnas de mármol y en las paredes hay dos huecos abocinados. Todo el espacio -por sus reducidas dimensiones- me resultó agobiante.

De allí pasé al cementerio de los Peregrinos. Es un terreno ajardinado presidido por un olivo centenario. Junto al muro norte de la cripta se extiende por el suelo una serie de tapas sepulcrales muy similares a las del recinto mortuorio.

 

  Desde allí mismo se apercibe la estructura arquitectónica del edificio románico que acoge en su interior las dos plantas antes referida. La cornisa de los muros se apoya en canecillos de buena factura y metopas con relieves fitomórficos.

Antes de dar por finalizada la visita me acerqué al museo. Con la contempalción del díptico románico llamado de don Gundisalvo di por bien empleada su búsqueda. Son dos tablas unidas por bisagras, a las que se incorporan una serie de figuras en marfil; a la izquierda , un Calvario y un Pantocrátor, a la derecha, rodeado por los símbolos de los evangelistas. A su lado otro díptico, pero de origen bizantino que, en cuanto a belleza, no le sigue a la zaga con el anterior. 

Ya fuera de la catedral me despedí de la Torre Vieja, que se erige en el lado meridional. No tan espectacular como la gótica, pero sí con la clásica reciedumbre de las construcciones románicas. Es de planta cuadrada con tres pisos siendo el inferior prerrománico.




Autor y fotos: Javi Pelaz. Santander  

miércoles, 4 de diciembre de 2013

PILA BAUTISMAL. IGLESIA DE SANTA MARÍA DEL PUERTO DE SANTOÑA

La iglesia de Santa María del Puerto de Santoña alberga en su interior interesantes muestras de arte mueble , entre las que se encuentra una pila bautismal ( de finales del siglo XII o principios del XIII), correspondiente al momento en que comenzó a construirse el edificio.
 
Situada en el brazo de la Epístola del transepto, esta pieza tiene una cuba de gallones convexos en el exterior y cóncavos en el interior. La embocadura se delinea por un suave bocel que corre por dentro y por fuera, Los gallones están abrazados por un entrelazo continuo decorado con pequeños botones circulares perforados a modo de fusayolas.
 
La base está formada por dos leones acostados que aproximan sus cabezas. Estas figuras guardan una clara relación con los leones de la pila bautismal de Bareyo, pues repiten su forma, su estilo y el empleo de espirales rizosas para representar la piel. Además, en ambos casos las cubas se decoran con motivos de entrelazo muy semejantes. Por todo ello se cree que estas dos piezas son obra de un mismo artista.



La mayor diferencia entre ellas, además de la forma de la cuba (cuatrilobulada en Bareyo y circular en Santoña) estriba en el mayor programa iconográfico que presenta la de Santoña. Si en Bareyo tan sólo se representan los leones flanqueando una cabeza humana cortada, en Santoña encontramos otras escenas.

La principal es la de la Anunciación, compuesta por tres figuras: la Virgen, situada en el centro, en posición sedente, con los brazos entrecruzados y con su largo pelo cayéndose sobre los hombros. A su izquierda se encuentra el arcángel San Gabriel, con las alas explayadas y sosteniendo lo que parece ser un libro. A la derecha de la Virgen aparece San José, de espaldas, apoyado sobre su bastón con gesto turbado. En relación a esta última figura hay que señalar que también se ha barajado la posibilidad de que se trate de San Juan Bautista, vinculado simbólicamente a esta escena. Otra hipótesis es la que afirma que las figuras que acompañan a la Virgen son Santa Ana y San Joaquín.

 
 En la parte posterior de la pila hay una figura aislada, de pie, meditabunda. Se cubre con un manto o capa y parece dirigir su mirada a otros dos personajes que están bajo él, entre las ancas de los dos leones. Se trata de dos monjes sentados que leen o sostienen un libro.

 
 Estos dos personajes muestran un estilo goticista, de cronología más avanzada que el resto de las figuras, y se relacionan con los mismos artistas que labraron las escenas de los pilares pseudogóticos del templo. Por el contrario, la escena de la Anunciación parece ser obra de los maestros que hicieron los capiteles románicos que posee la iglesia de Santa María del Puerto. Por tanto, y teniendo en cuenta la filiación antes expuesta que presenta la pila de Santoña con la de Bareyo, se cree que es posible que tras realizar el templo de Bareyo y su pila bautismal los artistas se trasladaron a Santoña, donde tuvieron oportunidad de trabajar con maestros más avanzados que concluirían la pila y harían los pilares anteriormente citados.


En relación al significado de los temas representados, los leones pueden representar el pecado original vencido por Cristo con el sacramento del bautismo, evocado en la Anunciación con la promesa de su venida. Asimismo, pueden hacer referencia a un texto apócrifo  del pseudo San Mateo en el que se relata que en la Huida a Egipto los leones y leopardos acompañaban a la Sagrada Familia allí donde iban, postrándose a sus pies. Los dos monjes leyendo representan la verdad de las escrituras y profecías que son transmitidas a la letra de los libros sagrados.

 
 Autora: Isabel Cofiño. Aula de Patrimonio Cultural. Universidad de Cantabria.
 
Fotos: Javi Pelaz

Bibliografía:

GARCÍA GUINEA, M.A. (dir): Enciclopedia del románico en Cantabria. T. I. La Costa. Aguilar de Capóo (Palencia 2007)
GARCÍA GUINEA, M.A.: Románico en Cantabria. Santander, 1996.
POLO SÁNCHEZ, J.J. (Ed.): Catálogo del patrimonio cultural de Cantabria. Merindad de Trasmiera: Juntas de Ribamontán, Siete Villas y Voto. Villas de Escalante y Santoña. Tomo I. Santander, 2001.


UNA APROXIMACIÓN A LA HISTORIA DE LA COLEGIATA DE SAN PEDRO DE CERVATOS

Es a partir del año 722, fecha en que Pelayo vence a las tropas omeyas en Covadonga, cuando Cantabria se engloba en una nueva entidad política perdiendo incluso su nombre al prevalecer el término de Asturias. El reino de Alfonso I (739-757) comprendía las merindades de Asturias de Santillana, Liébana y Trasmiera, alterándose bruscamente los anteriores modos de vida de los cántabros, tanto socio-económicos como culturales, con el asentamiento en estos predios de la población cristiana huida de los musulmanes. Empieza, entonces, a proliferar eremitorios y levantarse monasterios.
A principios del siglo IX los reyes astures promovieron la repoblación de los abandonados campos de la meseta y en ellos fueron surgiendo monasterios por concesión real convirtiéndose aquéllos, con el tiempo, en grandes centros religiosos y con un gran poder económico.
 
El rey Alfonso II (760-842) instaura el rito jacobeo. Es en su reinado cuando se decubre el sepulcro del Apóstol Santiago mandando construir una iglesia en el lugar del hallazgo, siendo de esta manera el primer peregrino del Camino jacobés.
 
Con el asentamiento de la ruta santiaguesa se fueron sucediendo cambios en la sociedad medieval que ayudaron también a la extensión del Románico: el fortalecimiento de los reinos europeos, el crecimiento de la población, y la generalización del comercio.
 
Con el aumento de feligreses se comienza a edificar cada vez más iglesias , pero de forma más cuidada  y elaborada. Las viejas construcciones de techumbre de madera se transfornaron en otras más resistentes y monumentales.

 
Y ya centrándonos en la comarca de Campóo, se reconoce la importancia estratégica que tuvo esta zona desde las épocas romanas (existe un yacimiento arqueológico , Peña Cutral, por donde pasaba la calzada que conducía a Julióbriga) motivo por el que era totalmente necesario la presencia de un monasterio, el de San Pedro y San Pablo, y del que no existe prueba arqueológica alguna, pero sí, al menos, una copia (se duda de su autenticidad, ya que se desconoce el paradero del primigenio Cartulario de Cervatos) de un fuero concedido a finales del siglo X, en 999, por el conde castellano Sancho García (que aunque fue derrotado por Almanzor en la batalla de Cervera fue a su mando cuando por primera vez se unían los cristianos castellanos, navarros y leoneses contra el ejército andalusí) y su mujer, Urraca, que no sólo engradecieron el cenobio, sino que lo consideraron como panteón familiar al ser enterrados en ella  algunos de sus descendientes.  

A partir de ese momento no dejó de recibir donaciones y heredades tanto de sus vecinos como de la realeza. Alfonso VII y la reina Urraca conceden, en 1111, al abad Nuño, entre otros muchos privilegios , un inmunidad en la citada villa, prohibiendo entrar al sayón, que hacía las citaciones y ejecutaba los embargos.
 
Así pues, llegamos al siglo XII siendo un monasterio con gran domino y mayor peculio. Es entonces cuando se inicia, 1129,  la edificación de la mayor parte de la actual fábrica, y finalizó 1129 con la elevación de la torre. Ya en siglos posteriores se agregaron diversas dependencias.
 
No se sabe muy bien cuando el monasterio pasa a ser colegiata. O si fue en 1135, momento en el que al cambiar la regla monástica de san Benito por la de san Agustín, que al no tenerlo canónigos que vivir en clausura,  ni atender tantas tareas que imponía la vida comunitaria, tienen mayor autonomía económica y mayor control sobre la hacienda. O bien en el 1186, fecha en la que por deseo de Alfonso VIII, se convierte en sufragáneo del monasterio de Santa Eufemia de Cozuelos, perdiendo su carácter real y dependiendo, a la vez,  de la diócesis burgalesa.

 De esta manera consigue poseer un gran patrimonio en los valles del sur y del oeste de la región e, incluso, en el norte de Palencia.
 
Sin embargo, desde la segunda mitad del siglo XIII, se incicia una decadencia y un debilitamiento ya por cuestiones de despoblamiento (repoblación de Andalucía), ya por factores climatológicos negativos, etc., de que tenemos constancia en el Becerro de las Behetrías (donde se refleja detalladamente la naturaleza y el origen de la nobleza española y se describe el feudalismo nacional en el último tercio de la Edad Media, mandado hacer por el rey Alfonso XI en 1340 y terminado en 1352 siendo ya monarca Pedro I de Castilla) que nos informa que la localidad de Cervatos es un lugar yermo. A pesar de ello se tiene constancia en el Cartulario que la Colegiata sigue funcionando y recibiendo ayudas.
 
Autora: Julia Blazquez. Madrid
 
Fotos: Javi Pelaz
 
   

lunes, 2 de diciembre de 2013

CRÓNICA DE LA VISITA MONOGRÁFICA DE LA COLEGIATA DE SAN PEDRO DE CERVATOS

Es el último día del verano, pero el tiempo acompaña. El sol brilla en lo alto y aunque a estas tempraneras horas aún hace un poco de fresquito, cuando llego a Cervatos ya encuentro a unos cuantos amigos en el lugar.
 
Si bien todavía son las diez de la mañana y la cita está fijada a las diez y media se ve que las ganas del ver románico -y del bueno- han espoleado a nuestros socios a madrugar un poco más para disfrutar de nuestra afición.
 
Javier Pelaz  nos ha preparado un monográfico, pero bajo un punto de vista totalmente diferente del habitual (1). En lugar de llevar un guía que nos explique toda la iglesia, ha encargado a cuatro socios, ninguno de ellos experto ni historiador de arte, que preparen una parte de la explicación y la expongan al resto, buscando que, de esta forma, se dispare una tormenta de ideas y un diálogo entre todos que resulte enriquecedor. La idea es buena y funciona; creo que al final todos acabamos sabiendo más sobre la Colegiata y también aprendimos a no dar por sentadas las teorías habituales citadas en las bibliografias.

Abre fuego nuestra compañera Julia Blázquez, AdR de Madrid, que nos explica la historia del templo y sus vicisitudes a lo largo de los siglos. Los asistentes la escuchan, la interpelan en algunas ocasiones y surge el diálogo: ¿son buenas las fechas citadas y las inscripciones de la portada? Todos estamos de acuerdo: sí, son buenas. ¿Hubo otra iglesia anterior?, ¿de qué estilo?, ¿es cierto lo que de ella se cita en los antiguos cartularios?, ¿son algunos de ellos falsos? Muchas preguntas de difícil conclusión, pero cuestionar lo dicho por los autores y buscar respuestas es el mejor camino para encontrar la verdad.


Continúa nuestro amigo cántabro Tomás Lozano, químico de profesión, -y por tanto, en teoría, alejado del mundo del conocimiento humanístico-, hablándonos de la arquitectura del monumento. Si bien el tema no parece prestarse a muchas disensiones, éstas aparecen : ¿cómo fue la primitiva nave de la iglesia?, ¿se cubrió con bóveda de medio cañón o con un artesonado de madera?, ¿por qué se reconstruye en estilo gótico, hubo un incendio, un derrumbe, un cambio de moda...? De nuevo aparecen interrogantes.

Carmen García, también socia de AdR de Cantabria, nos ilustra sobre el programa escultórico y... aquí viene la discusión más complicada. . Ante tal profusión de imágenes eróticas, algunas de ellas pornográficas, ¿cuál fue su misión?, ¿estamos ante una forma de excitar la procreación de las gentes de aquella época?, ¿son una imagen de los pecados más habituales y, por tanto, son cosas reprochables?, ¿por qué en esta zona abundan este tipo de representaciones, así como en algunos ramales del Camino de Santiago próximos? Continúan acumulándose las especulaciones; se dicute, se debate con más o menos pasión y cada cual  obtiene sus conclusiones. El carnaval erótico de Cervatos da mucho que hablar y lo dará siempre , para desesperación de los expertos  y alegría de los aficionados, que siempre podrán elaborar sus propias teorías.
Finaliza las explicaciones Emilia Higuera, AdR de Cantabria, que expone la portada. Nos la describe exhaustivamente, desde los canecillos y las metopas hasta las basas y... reaparecen distintos pareceres sobre diferentes cuestiones: ¿por qué dos dinteles?, ¿es el tímpano una influencia oriental? Las esculturas de las enjutas son claramente reaprovechadas y pertenecen a otro taller, pero una de ellas: ¿representa a san Nicolás o a san Pedro? Otra: ¿es un ángel o un clérigo? Cada uno expone sus opiniones y explica su teoría. De nuevo un debate sumamente enriquecedor.

 
Entre exposiciones y debates se nos hace la una y media, y, al parecer, nadie tiene ganas de comer; nuestra afición por el Románico hace que todos nos olvidemos de dar al cuerpo su merecido combustible. Si no llega a ser porque alguien se acuerda de la hora, aún seguiríamos allí exponiendo teorías y elucubraciones sobre los "misterios de Cervatos".
(1) Es una técnica conocida como "visual thinking" (pensamiento visual) con que la visión del público se antepone a la visión artística o experta.


Autor: Jesús Ribate
Fotos: Jesús Ribate y Javi Pelaz
                                                                                                                                                                     

domingo, 1 de diciembre de 2013

ESTUDIO MONOGRÁFICO: PORTADA DE LA COLEGIATA ROMÁNICA DE SAN PEDRO DE CERVATOS

La Colegiata de San Pedro de Cervatos es conocida popularmente como "La Catedral del Románico erótico español". El que la visite comprobará que en todo el edificio existe una colección de esculturas -magníficamente conservada- con escenas, la mayoría, de carácter erótico y algunas de ellas en la portada.
 
Dicen algunos estudiosos del tema que es frecuente, en el Románico, yuxtaponer representaciones simbólicas de la lujuria -por ejemplo: serpientes que muerden los pechos de una mujer- con las penas que corresponderían, en el más allá, en forma de tormentos aplicados por monstruos y demonios al transgresor de las normas. Piensan aquéllos, que lo esculpían en la piedra, como un aviso al iletrado feligrés de las tentaciones de pecar.
 
En la Colegiata tenemos -según mi humilde opinión- algo totalmente distinto. La profusión de temas explícitamente sexuales, no se corresponden con su posterior "factura" en forma de castigo eterno a los pecadores. ¿Lo podremos ver como una explosión de vida, de libertad absoluta, de traducir en piedra lo que pudo ser la existencia cotidiana de aquellas gentes de una manera, probablemnete, caricaturesca? Es posible que estemos, como en tantos otros temas, intentando comprender y juzgar con nuestras mentes del siglo XXI acciones de hace más de ochocientos años. Tampoco sería extraño, con nuestra mentalidad entrenada en la represión, que algunos de los visitantes de hoy día les pueda resultar excesivamente manifiesto los temas de los canecillos y metopas de contenido evidentemente libidinoso.  
  
 
Contemplando las maravillosas portadas de la arquitectura románica  mi pregunta es: ¿Qué es lo que pretendían transmitir los comitentes a los fieles de antaño? Cristo dijo: "Yo soy la Puerta y el que entre por mí será salvado". ¿Podemos intuir que, con la referida cita evangélica, las portadas románicas serían -al trapasarlas- el umbral de la salvación  eterna? La verdad es que algunas de ellas, por su belleza y configuración, animan a ser franqueadas.

 
La portada de San Pedro de Cervatos es una pieza de verdadero interés tanto por su abundante decoración como por la originalidad de su dintel y tímpano. Se encuentra centrada en el lado sur y resaltada un cuerpo del muro. Es una bella puerta abocinada rematada por un tejaroz, que apoya en cornisa de baquetón, a su vez sostenida por trece canecillos que al igual que los veinticuatro que decoran el muro meridional, contienen escenas de marcada expresividad erótica como se ha comentado más arriba.

Los canecillos representan de izquierda a derecha: figura de saltimbanqui con las piernas hacia arriba o de mujer en postura obscena, arpista, figura con las manos a la cabeza que aunque muy destrozada debió ser itifálica, personaje con cabeza monstruosa y las fauces abiertas, escena de coito, cabeza de cabra, antropomorfo o cuerpo humano con cabeza de animal que aprieta en lo alto   con sus manos una barra o rollo, cabeza de monstruo que está engullendo una figura humana, figura humana -quizá hombre- con cabeza de mono, figura  humana -que parece morder su mano derecha- sostiene a otra figura que tiene entre sus piernas y de cuya boca sale una especie de cuerno o trompeta, personaje itifálico sedente que se tapa los ojos con las manos, entrelazo de figuras en postura impúdica y mezcla de animales unos encima de otros.

  Entre los canecillos se intercalan metopas en relieve con temas diversos que, de izquierda a derecha, son los siguientes: ¿lucha de animales?, animales afrontados de espalda, dos figuras sedentes una de perfil y la otra de frente, otros animales afrontados, tres figuras humanas de pie, dos águilas afrontadas de espalda, animal con sus patas delanteras en movimiento o caminando, dos animales afrontados, dos serpienes que muerden los pechos de una mujer mientras ella levanta los brazos, animales copulando y dos cabezas humanas al fondo, dos figuras -parecen cojos- con bastón o muleta que cruzan las piernas y hombre y mujer sentados.

 
 
 Siete arquivoltas simples configuran la portada resguardada con chambrana y ornamentada ésta con palmetas en vertical, envueltas en tallos circulares que se cruzan con los laterales y se apoyan sobre los pilastras laterales de la puerta. Las roscas se apoyan sobre capiteles con cimacios apeándose éstos sobre las tres columnas acodilladas a cada lado de la puerta. La labra de los capiteles es a  base  de parejas de leones que mantienen sus patas sobre el collarino. Los fustes son monolíticos y sus basas, de toro con lengüeta y escocia, el inferior; en cambio el toro superior está muy resaltado. Todo el conjunto se levanta sobre banco corrido.

Lo que verdaderamente llama la atención de la portada son los dinteles monolíticos y el tímpano que sostienen aquéllos. Son contadísimas las iglesias cántabras que lo tienen (Yermo y Retortillo). El de la iglesia que nos ocupa presenta un tímpano trabajado como ataurique, ornamentación árabe de tipo vegetal  muy estilizada inspirada en el acanto tradicional. Aunque no existe documento alguno que lo atestigüe se han querido atribuir la influencia musulmana  a la presencia de mercaderes sirios y bizantinos.

El referido tímpano está tallado en tres grandes tableros verticales adaptados al arco en los que fue desplegado , cual si se tratase de una celosía, una fantasía vegetal a base de zarcillos y palmetas de impactante naturalismo. Para más belleza el tímpano apoya sobre un doble dintel: el superior, con tres parejas de leones en relieve unidos por las ancas y cabezas; el inferior, encontramos dos filas ornadas con el minucioso entramado vegetal del tímpano.

  
la parte esculpida de la portada no termina aquí. Existen más piezas cinceladas en sus enjutas. A la izquierda, sobre la imposta que se articula desde la puerta, se han tallado las figuras de Adán y Eva, de pie, cada uno al lado del Árbol del Paraiso en cuyo tronco se enrosca la serpiente. Más arriba tenemos a la Virgen sedente portando algo en su mano derecha y al final de este espacio a san Miguel con escudo alanceando al dragón o demonio. En la enjuta de la derecha, de abajo arriba, la escena de Daniel con los leones. Por encima de éste, un personaje con vestimenta de sacerdote que parece mantener sus manos abiertas sobre el pecho. Finalmente, el relive de san Pedro, patrón del templo, con el báculo en su mano derecha y la lleva en la izquierda. Se piensa que todos los relieves referidos son de la misma época y de los mismos maestros que tallaron el resto de las esculturas tanto del exterior del templo como del interior, icluido el tímpano.


  
Autora: Emilia Higuera

Fotos: Javi Pelaz

Bibliografía:
"Románico en Cantabria". García Guinea, M.A. Ed. ESTVDIO, Santander.