jueves, 5 de marzo de 2015

IGLESIA DE SAN TIRSO. OVIEDO



      Emplazada en lugar estratégico de la plaza de la Catedral, su discreta presencia  no atrae la mirada hasta que en plácido recorrido el paseante  se topa con la hermosa ventana que decora el testero, y a pocos observadores aficionados a las piedras pasaría desapercibida pues, claro, es su aspecto de vestigio de otros tiempos.

      Según las crónicas asturianas del siglo noveno, la iglesia de San Tirso se construyó en época del rey Alfonso II (791-842). La Crónica Albeldense, finalizada en 976 en el monasterio de San Martín de Albelda (Rioja) durante el reinado de Sancho II de Navarra, cita: “Alfonso II cimentó también la basílica de San Tirso, admirable edificio con muchas esquinas.” La Crónica de Alfonso III, de finales del siglo IX y atribuida al mismo rey, es un documento de enorme valor para desvelar la historia de la monarquía asturiana y el final del reinado visigodo y a su vez dedica unas líneas a este enclave Altomedieval ovetense; "Fundó la iglesia del santísimo mástir San Tirso cerca de la casa de San Salvador. En la versión Ad Sebastianum de la misma crónica: “También fundó una tercera basílica en memoria de san Tirso, la belleza de cuya obra más puede admirar el espectador que alabar el escritor erudito”. El culto al mártir soldado de Asia Menor llegó a la Península en época visigoda. tal vez por influencia de inmigrantes griegos.

      Los avatares del tiempo dejaron su huella en San Tirso hasta casi eliminar cualquier presencia pétrea Altomedieval. En época románica, hacia finales del XII, fue ampliamente transformada, el gótico imprime su estilo en el siglo XIV reformándose todo el interior del edificio. Un incendio asola el templo destruyéndolo en su totalidad en el año 1521. Una restauración del último cuarto del siglo XX le ha conferido su aspecto actual.

Ventana trífora de San Tirso


      Como única pieza remanente sobrevive el muro testero de San Tirso, pues el conjunto episcopal de la época constaba además del palatium de Alfonso II y las iglesias de San Salvador  y Santa María, ésta última resistiendo el paso de los siglos hasta tiempos más recientes, pues aún en el siglo XVIII ocupaba el lugar de la Capilla del Rey Casto en la actual Catedral de Oviedo.

      La historia escrita a propósito de tan admirada iglesia no describe su apariencia y sólo las excavaciones arqueológicas revelan algunos detalles al ahondarse en la raíz del edificio.  D. Feliciano Redondo Cadenas, antiguo párroco de San Tirso, emprendió excavaciones en el presbiterio descubriendo que el ábside original alcanzaba una cota de un metro por debajo del nivel actual hasta la roca base diferenciando claramente tres niveles estratigráficos: 60 cm de materiales de relleno, unos 20 cm. de pavimento “opus signinum”, y una capa de tierra para asentar el pavimento sobre la roca de 20cm. de grosor.

   Las excavaciones realizadas en el exterior por Antonio Maradona y Leonardo Faedo produjeron resultados coincidentes hasta la roca base con los realizados en el interior, hallándose tres niveles de 50 cm. el primero, correspondiente a un pavimento moderno, y dos inferiores de 43 cm. entre ambos, que se identifican con el cementerio medieval del atrio catedralicio.

      Tales estudios permitieron descartar la existencia de un triple ábside: una capilla rectangular remataba el templo hacia el Este y un gran vano de tres huecos iluminaba ampliamente el testero, función diferente a la de las cámaras supraabsidales que presentan muchos templos prerrománicos de la región.

      Algunas huellas arqueológicas en el muro Norte delatan la presencia de una cámara de idénticas dimensiones al ábside primitivo (5x5m) y que fue utilizada como recinto funerario en la Baja Edad Media. Parece pues que constaba el edificio de un cuerpo central con habitáculos adosados en sus cuatro caras. La torre anexa al lado Sur corresponde en planta a esta habitación Norte, lo que parece demostrar su coetaneidad. El estudio de sus muros permite diferencias tres etapas constructivas hasta el nivel superior de época románica. El grosor de sus muros no sería suficiente para tratarse de una torre defensiva para la Cámara Santa, función que cumpliría la altomedieval  torre vieja de San Salvador. Más bien podría tratarse de una “caja de escaleras” para algunos edificios monásticos adosados que a buen seguro existían. En el año 896 Alfonso III y su esposa, Doña Jimena, donaron el templo a la Catedral mencionándolo como “nuestra capilla”, posiblemente asociada a uno de los números monasterios de particulares que existían en el atrio de san Salvador, en este caso patrimonio real, y esta torre bien podría haber pertenecido a tal monasterio.

Portada principal de San Tirso


      El alero reposa sobre modillones semejantes a los de San Julián de los Prados, mandado construir a su vez por Alfonso II, así como el material utilizado, pequeños bloques de aparejo y sillares para las esquinas.
Las columnas de mármol de la ventana trifora fueron reutilizadas, posiblemente  lo mismo que las basas clásicas donde reposan. Los capiteles laterales de estilo corintio y tallados a buril son piezas romanas. Los capiteles de las columnas centrales fueron elaborados a propósito para la construcción del siglo IX con el collarino sogueado asturiano y sencillas hojas al modo de los capiteles romanos. Tres arquillos de ladrillo de medio punto peraltado como ornamento rematado por enigmático alfiz atribuido en principio a la llegada de mozárabes al reino astur a partir del reinado de Alfonso III (866-910) y por tanto posterior,  aunque en la actualidad se data en la misma época que el resto de la construcción pues  se reconoce la existencia de una tradición constructiva común al Reino de Asturias y el territorio andalusí. Dos piedras a la manera de ménsulas situadas sobre las esquinas del alfiz y con perforaciones, junto a otras dos en la zona inferior de la ventana y hoy desaparecidas servirían de quicios para las puertas de madera que cerrarían la ventana.

      No existe información alguna sobre el trazado en planta del templo pero las descripciones que hacen alusión a sus “muchas esquinas” inducen a pensar que pudo tratarse de un edificio cruciforme, lo que parece en consonancia con la carencia de capillas laterales en la cabecera. Al tratarse de una iglesia episcopal su planta y alzado se diferenciaría del resto de templos de estructura basilical de Asturias.

      El hermoso vestigio de un pasado de esplendor constructivo como lo fue el tiempo del Reino de Asturias, acumula valor para la ciudad de Oviedo no sólo por sus cualidades estéticas, pues en su atrio se reunía la junta vecinal, antecedente histórico del municipio, hasta que en el siglo XVII se construye la Casa Consistorial  proyectada por Juan de Naveda en 1622 que aprovecha como base la antigua muralla.

Texto y fotos: Cristina Sanchez. Gijón


Bibliografía

-Arte Prerrománico en Asturias. César García de Castro Valdés. Ménsula Ediciones. 
 -Prerrománico asturiano. El arte de la Monarquía Asturiana. Lorenzo Arias. Ediciones Trea.
 -Enciclopedia del Románico. Fundación Santa María la Real.
 -Mirabiliaovetensia.com

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