sábado, 21 de febrero de 2015

BEATO DE LÉBANA. MONASTERIO DE SANTO TORIBIO. JESÚS OTERO

En uno de los muros del atrio que da acceso al claustro del monasterio de Santo
Toribio de Liébana, se encuentra un relieve realizado en 1973 por el escultor
Jesús Otero bajo el título Beato de Liébana en su scriptorium, o como el propio
escultor lo denominó, El Beato, con su pluma y su mente.
Otero nació en 1908 en la localidad cántabra de Santillana del Mar. Hijo de
campesinos, su contacto con las labores del campo tuvo una importante
repercusión en su obra posterior, donde los animales ocuparon un lugar muy
destacado. Con doce años abandonó la escuela y realizó su primera escultura: un
autorretrato con aires románicos.
Relieve de " Beato con su pluma y su mente"

 
Cinco años más tarde se fue a Santander, donde compaginó su trabajo entre los
canteros con la asistencia a las clases de la Escuela de Artes y Oficios, que por
aquel entonces dirigía Lavín Casalís. Gracias a que el doctor Ramón Miguel
descubrió su obra, Otero fue incluido en 1924 en una exposición colectiva en el
Ateneo de Santander. Allí coincidió con otros artistas del momento, como Daniel
Alegre, Gerardo de Alvear, Ricardo Bernardo y Flavio San Román, a través de
quien debió conocer a Santiago Montes, con el que compartió los primeros pasos
de su andadura artística. Con veintiún años fue becado por la Diputación
Provincial para ampliar sus estudios en la Academia de Bellas Artes de San
Fernando, donde permaneció por espacio de dos años en compañía de su amigo
Santiago Montes.
 
Al iniciarse la Guerra Civil fue nombrado Delegado de Bellas Artes en Santillana
del Mar por el Gobierno de la República, para el que terminó combatiendo en el
frente norte hasta que fue apresado en Sotres. Su defensa de los ideales
republicanos hizo que fuera condenado dos veces a muerte y que pasara un par
de años de estancia en diversas cárceles españolas.
Fruto de su afinidad con el bando republicano fueron las constantes trabas a su
persona y trabajo una vez finalizada la contienda. Claro ejemplo de ello fue el
hecho de que, en 1967, se le impidiera ejecutar las esculturas destinadas a
decorar la fachada de la Caja de Ahorros de Santander en la Plaza Porticada, a
pesar de que había ganado el concurso. Finalmente la obra fue adjudicada a
Agustín de la Herrán.
 
Con el paso de los años le llegó el tan merecido reconocimiento, como testimonian
las diferentes distinciones que recibió. En 1981 fue nombrado Hijo Predilecto de
Santillana del Mar; en 1988 recibió el título de Hijo Predilecto de Cantabria y la
Medalla de Plata de la Diputación Regional; en 1990 el Ayuntamiento de Suances
le nombró “Farero Mayor” y, en 1991, el de Santillana del Mar bautizó con su
nombre la Escuela Taller. Dos años después el escultor donó toda su obra al
pueblo de Santillana, dando pie a la creación del Museo Fundación Jesús Otero,

que se inauguró el 19 de marzo de 1994. Pocos meses más tarde, el 26 de agosto
de ese año, falleció en su villa natal.
La obra que realizó para el monasterio de Santo Toribio debe encuadrarse dentro
de la producción religiosa que comenzó a crear en los años cuarenta y que tuvo
un papel fundamental en su producción artística, destacando la larga serie de
Cristos. Es un bajorrelieve realizado en piedra, material indispensable en las
creaciones de Otero, quien tan sólo recurrió ocasionalmente a otros materiales
como la madera, el mármol o el bronce. En este caso concreto el escultor trató de
hacer un homenaje a Beato, monje de gran cultura que vivió en el cenobio
lebaniego entre finales del siglo VIII y principios del IX. Allí escribió los célebres
Comentarios al Apocalipsis de San Juan, con los que se propuso ayudar a sus
contemporáneos a afrontar la llegada del año 800 y la proximidad del fin del
mundo. Tiempo después esta obra inspiraría a los miniaturistas mozárabes, lo que
contribuyó, en gran medida, a que pasara a la posteridad.
Monasterio de Santo Toribio de Liébana

 
El relieve de Jesús Otero representa a Beato en su scriptorium escribiendo su
obra con la pluma. Le acompañan tres ángeles -Uriel, Razías y Maltiel- que salen
del templo portando las copas que llevan las plagas apocalípticas.
Aurelio García Cantalapiedra definió en 1973 la obra de Otero como la de un
artista fiel al Románico, cuya estética había sido actualizada en sus manos: Jesús
Otero trabajó con el maestro de Compostela. Con él labró el pórtico de la Gloria;
es pues, un hombre del románico, un hombre que lleva diez siglos fiel a su arte.
Años más tarde, en 1980, volvió a referirse al maestro en términos semejantes al
hacer alusión a la obra que estaba labrando en Liébana: Tal era el gesto
emocionado al acariciar sus manos las sabias labras del pórtico, que parecía más
que hallazgo primero, encuentro con algo suyo que había quedado oculto por las
nieblas del tiempo. Esta impresión se repetiría en la Liébana, cuando realizó el
relieve para el Monasterio de Santo Toribio. Yo vi como Jesús trabajó en él en una
transfiguración de mil años, cómo se sentía a gusto dando los últimos golpes de
maza necesarios para terminar el Monasterio…
Esa influencia del Románico, del que Otero se embebió en la colegiata de
Santillana, puede rastrearse perfectamente en la obra que nos ocupa, pues
participa de muchos de los rasgos que caracterizaron a ese estilo. Es el caso del
acartonamiento que impera en el plegado de los ropajes o de la frontalidad que se
busca en los personajes, aún a cosa de adoptar posiciones antinaturalistas con las
que retuercen su cuerpo girando sus rostros hacia el espectador. Si fijamos
nuestra vista en el libro que escribe Beato, veremos que éste se vuelve hacia
nosotros con una perspectiva forzada que, lejos de ser una falta de pericia por
parte del escultor, es fruto de su intencionada mirada al pasado medieval.
Estos y otros elementos hacen que este relieve con apenas cincuenta años de
existencia esté conectado con el Románico, lo cual no resta un ápice de valor a la
creación, pues como bien señaló M.A. García Guinea: merecería por su
solemnidad estar sobre los montes, a la fuerza del Sol, como lo están varias obras
de Otero tan empinadas y solitarias. Los tres ángeles que bajan, antorcha en
mano, lo pueden hacer de alguna nube o de cualquier pensamiento. Y el gran
comentarista en su scriptorium, con esa mano interrogativa que apunta a la mente,
pone el dedo en la llaga allí donde está el principio trascendente del hombre.
Esta obra puso punto final a las obras del monasterio lebaniego, iniciadas en el
medievo: El beato, junto al atril, ha levantado un momento la cabeza; interroga con
la mirada al escultor, mira también a sus ángeles, vuelve a su labor. Los ángeles
han comprendido el gesto y mueven la mano del artista. Santo Toribio de Liébana
quedará terminado.

BIBLIOGRAFÍA
CRESPO LÓPEZ, M.: Cántabros del siglo XX (II). Semblanzas biográficas. Santander, 2013.
GARCÍA CANTALAPIEDRA, A.: “Jesús Otero. Maestro del Románico”. Diario Alerta, 11 de octubre de 1973.
GARCÍA CANTALAPIEDRA, A.: “Acto Homenaje a Jesús Otero”. Parador Nacional de Santillana del Mar, 3 de
agosto de 1980.
HIERRO, J. y PUENTE, J. de la: Jesús Otero. Escultor. Santander, 1994.
SALCINES, L.A.: Jesús Otero. Poeta de la piedra. Santander, 1989.
SALCINES, L.A.: Jesús Otero, la piedra viva. Torrelavega, 1982.
SALCINES, L y MONTESINOS, A.: “Jesús Otero y Mauro Muriedas. Mano, materia y forma: poéticas de la
piedra y la madera”. La Ortiga, nº 84-85, 2008, pp. 99-140.

FICHA TÉCNICA
Universidad de Cantabria
VICERRECTORADO DE CULTURA, PARTICIPACIÓN Y DIFUSIÓN: Elena Martín Latorre
DIRECTOR DEL AULA DE PATRIMONIO: José Luis Pérez Sánchez
Autora del texto y coordinadora del proyecto ‘LA PIEZA DEL MES’: Isabel Cofiño Fernández, doctora en Historia del Arte
por la Universidad de Cantabria.
CAMPUS CULTURAL UNIVERSIDAD DE CANTABRIA. Teléfono.: 942 202001. e-mail: aulas.extension@unican.es
Dirección: Edificio Tres Torres, Torre C, Planta -2. Avda. de los Castros, s/n. 39005 Santander








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