Desolación en su doble acepción de aflición y ruina. Es lo que sentí
y percibí la otra tarde cuando me acerqué de nuevo a la ermita de San Julián de Liendo.
Aflición por comprobar que el expolio continúa metódico y desmesuradamente sin
que nadie ponga remedio a un hecho tan increíble como es arramblar los sillares
del monumento más antiguo del municipio. Y ruina porque si ya la ermita
románica per se años presentaba hace
seis años un aspecto de avanzada destrucción, en la actualidad se halla a punto
de desmoronarse por completo lo que aún queda en pie.
Liendo es un precioso valle enclavado entre
las desembocaduras de los ríos Asón y Agüera. Se halla a pocos metros de la
costa donde se localiza una recogida playa protegida por espectaculares
acantilados.
A corta distancia del arenal se yergue los referidos restos de la
antigua ermita. No aparece como tal en ninguno de los documentos medievales, en
cambio sí se nombra Liendo en el
Cartulario de Santa María del Puerto en un documento de finales del siglo XI. Más
tarde el Madoz (1845-1850) cita la
ermita entre otros templos del valle.
Estado actual de la ermita |
En el año 1989, los arqueólogos cántabros
Bohigas y Rasines descubrieron junta a ella una necrópolis medieval. En una
de ellas se encontraron los huesos de una persona, cuyos análisis dieron una
datación entre el siglo IX y XI. Por lo que hace suponer que hubiera antes un templo
más antiguo.
Aspecto que presentaba la cabecera en el 2011 |
La ermita tardorrománica debió ser de
pequeñas dimensiones, con planta de una sola nave. En mi visita en el año 2010
todavía conservaba un presbiterio recto cubierto con bóveda de cañón apuntado y
de horno en el ábside. Un arco triunfal doblado y apuntado descansaba sobre unos
capiteles troncopiramidales adornados con una cabeza humana y grabados.
La cabecera en la actualidad (mayo de 2016) |
Más tarde fui sabedor que cierto día un
constructor saqueó los sillares de la bóveda de cañón, del arco triunfal con
sus capiteles, trasladándolos a un lugar de su propiedad. Se da la
circunstancia –para más inri- que el edificio y su entorno es de propiedad
municipal, al habérselo comprado en su día a los antiguos dueños por seis mil
euros. Desconozco por el momento si por parte de la corporación municipal el flagrante despojo fuera denunciado, pero lo que me descoloca por
completo es que ante la pasividad manifiesta de la comunidad vecinal alguien
por su cuenta cargue en el camión elementos arquitectónicos de un bien histórico-artístico, siendo, además, el más
antiguo de la zona.
Javier Pelaz Beci
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