En la sede de AdR de Madrid nos reunimos, el pasado 30 de Noviembre, un grupo de amigos a escuchar una exposición didáctica sobre un tema que, a mi parecer, se debería tratar más a menudo.
Me refiero a los libros. El Románico no es sólamente arquitectura, por más que esto sea lo más llamativo y visible de la producción artística de nuestro estilo favorito. Los libros forman una parte importantísima del mundo románico y, en contraposición a las obras arquitectónicas, son cosas cuyas raices e historia se pueden rastrear. Mientras que en una obra arquitectónica las raices e influencias están sujetas a discusión, pues no suelen existir firmas ni documentos que avalen la obra, en un manuscrito siempre es posible encontrar la primera edición o la fuente de la que el copista ha bebido. Porque esa era la esencia del copista medieval: copiar y callar.
Tal es el caso del contenido literal (textual) de los Beatos. Se trata de los Comentarios al Apocalipsis "compilados" por Beato de Liébana, un presbítero del siglo VIII, que vivió en el entorno de los monasterios mozárabes de los Picos de Europa. Los "Comentarios al Apocalipsis de san Juan" era ya una obra clásica dentro del repertorio cristiano cuando, a pocos años de la invasión musulmana de Hispania, Beato se empeña en enfatizar la Divinidad de Cristo por medio de la exposición del contenido de la "Revelación" de Juan. Claro está, que su elección no tenía nada de original, sino que recogía la tradición del IV Concilio toledano que declaraba canónico el libro de san Juan y recomendaba su lectura pública de Pascua a Pentecostés.
(La bestia con cuernos de cordero, subiendo a la tierra)
Que a este fin también se hubieran también unido consideraciones acerca de la proximidad del Juicio Final y de sus señales en los tiempos revueltos que se vivían en Hispania, no parece nada nuevo. El milenarismo cristiano encontraba tierra fértil en la que crecer en cualquier coyuntura histórica y no era pequeña la del siglo VIII.
Beato se oponía a las tesis adopcionistas del arzobispo de Toledo, Elipando, y de su colega, el obispo de Urgel, Félix. La terquedad de éstos en la herejía propició la convocatoria de sínodos y concilios por parte de Carlomagno (Ratisbona, 792 y Franfurt, 794), en los que se condenaron sus ideas, apoyándose en los propios escritos de Beato de Liébana, como el Apolegeticum (año 784) que hizo llevar a tierras francas.
Aunque no se sabe con certeza que las primeras ediciones del los comentarios de Beato al Apocalípsis estuvieran ilustradas, sí que se supone que enseguida se buscaría una forma de adecuar imágenes a las explicaciones contenidas en el libro principal, es decir, el de san Juan. En todo caso, han sido las magníficas miniaturas llenas de colorido las que han hecho famosos al libro y al autor, dándoles un epónimo: "Los Beatos". Sin embargo, el contenido textual de los Comentarios no es original, sino que se trilla en las obras de Gregorio Magno, san Isidoro o san Agustín, pero sobre todo en comentaristas como Apringio, Ticonio y Primasio.
Se ha hecho diferentes intentos de agrupar las copias existentes de los manuscritos Beatos. Hay que tener en cuenta que, a la fecha, existen más de treinta ejemplares o fragmentos de estos comentarios ilustrados. Se trata de conocer cuál ha sido su historia como libros y para ello, se han propuesto dos grandes "familias" de Beatos.
(La prostituta. La Gran Babilonia sobre la tierra roja)
Para definir las familias, unos se basan en el contenido textual; otros en la paleografía, pues hay Beatos escritos en diferentes tipos de letra, acordes con distintas cronologías. Finalmente, hay quienes se apoyan en la iconografía y el estilo de las ilustraciones. Por eso, el árbol genealógico de las copias del "Beato" es muy complicado. Agrava la cuestión el que estas obras extiendan su vigencia por varios siglos, pues existen "Beatos" desde el siglo IX al siglo XIII.
La vitalidad de las ilustraciones, su realismo, el colorido y el simbolismo que contienen es lo que más ha llamado la atención de los investigadores y de curiosos. El interés ha llegado hasta nuestos días, recogido por notables artistas del siglo XX, que se inspiraron en la viveza del colorido y en la fuerza visionaria de las imágenes.
El hecho de que conozcamos los nombres y procedencias de algunos de los escribas y/o iluminadores de algunos Beatos acrecienta el interés en los mismos, sobre todo cuando entre ellos aparece una mujer -Ende, ligada al scriptorium de Tábara- exclusiva de los más relevante en nuestros tiempos, pero que no parece fuese nada extraña en los suyos.
La existencia de múltiples copias de este singular manuscrito iluminado ha dado importancia a su estudio y conservación. El hecho de que las copias se extiendan tanto por el tiempo, ha facilitado el que podamos disfrutar de versiones distintas de la misma ilustración o concepto, hecho sin paralelo en la Alta Edad Media europea.
Al final de la amena charla, algunos socios de AdR nos ofrecen la contemplación de ejemplares facsímiles de su propiedad, que nos dejan a todos encantados con la viveza de las ilustraciones y la fidelidad y correctísimo trabajo realizado por los editores modernos, capaces de dotar a esta obra de una vida mucho más allá de lo que los copistas hubieran soñado.
(Visión de las cuatro bestias y juicio sobre ellas)
Autora: Carmen Leal. Madrid.
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